Por Mure Dickie
Shell se convirtió en la última gran empresa en emitir una advertencia en contra de la independencia escocesa, diciendo que necesita estabilidad política en el Reino Unido para respaldar sus decisiones de inversión.
Las declaraciones públicas de Ben van Beurden, CEO de Shell, en la recepción anual de la compañía en Londres, muestran con qué rapidez los dos pilares de la economía escocesa -petróleo y servicios financieros- se han unido en su preocupación por la independencia.
Antes del discurso de febrero del ministro de Hacienda, George Osborne, en el que descartó una unión monetaria entre un Estado independiente y el resto del Reino Unido, la mayoría de los directores ejecutivos se mostraron renuentes a hablar sobre la política escocesa.
Severas advertencias del ministro y de Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, sobre la emisión de moneda después de la independencia, unido a los temores sobre la adhesión de Escocia a la Unión Europea y un cambio en los datos de las encuestas hacia un voto Sí, han asustado a los inversionistas y ha llevado a equipos de gestión a romper su silencio.
Las firmas petroleras, con fuertes vínculos físicos a Escocia, fueron las primeras en hablar. En enero, la advertencia de Bob Dudley, CEO de BP, sobre las “grandes incertidumbres” que la industria enfrentaría en caso de independencia, resonó desde los yacimientos de Holyrood, Westminster y más allá.
Un portavoz de Fergus Ewing, ministro de Energía de Escocia, dijo la semana pasada: “estamos encantados de reunirnos con Shell para discutir el futuro de la industria de petróleo y gas en una Escocia independiente”.
Mientras tanto, la industria del whisky, que no puede llamar a su productos scotch a menos que sea producido al norte de la frontera, ha expresado su preocupación por los efectos que la independencia podría tener en su negocio.