Por Ravi Mattu
Cuando Michael Jordan, el jugador de baloncesto de Estados Unidos, marcó 20 puntos seguidos para los Chicago Bulls, dijo que uno de sus técnicos le había dicho “para ganar hay que jugar en equipo”. Jordan respondió tranquilamente: “para ganar tengo que jugar yo”.
Cuando Jordan pronunció aquellas palabras, atacó una de las vacas sagradas de los deportes en equipo: para tener éxito, el rol del individuo debe subordinarse a las necesidades del grupo.
El ejemplo de Jordan sugiere todo lo contrario. Sin importar quiénes fueran sus compañeros -con una alineación que incluía a Scottie Pippen, Steve Kerr y Toni Kukoc, jugadores muy buenos - su desempeño era tan impresionante que el trabajo en equipo no era la clave del éxito.
¿Puede aplicarse esta lógica a los negocios? En su fascinante nuevo libro, Mark de Rond, un profesor asistente de estrategia y organización de la Escuela de Negocios Judge en la Universidad de Cambridge, intenta responder la pregunta.
Se trata de una oportuna línea de investigación. Los ejecutivos machos-alfa que aún dominan la mayoría de las juntas directivas siempre llevan sus obsesiones deportivas a su enfoque de trabajo.
¿Cuántas veces las mañanas de lunes dominadas por la conversación de puntajes de fútbol o béisbol del fin de semana previo y charlas motivacionales giraron en torno a metáforas deportivas?
La tentación para usar el deporte como modelo para los negocios es fuerte. De Rond escribe que las oficinas están agobiadas con la necesidad de mandar “atacantes” para “reforzar la cancha” cuando se “apunta al arco”, y que la metáfora deportiva se ha convertido en una “característica destacada del habla gerencial”.
Al mismo tiempo, la moda actual en gran parte del pensamiento gerencial es precisamente lo opuesto a la actitud de “el ganador se lleva todo”, exhibida por Jordan y otros atletas de élite.
En lugar de competencia, las nuevas palabras de moda son las otras palabras con “c”: colaboración; co-creación; crowdsourcing; co-trabajo y así. Los futuros ganadores, según este argumento, serán aquellos capaces de trabajar en armonía con sus pares, más que aquellos que constantemente intentan superar a otros.
Esto, según De Rond, es problemático, porque con demasiada frecuencia las empresas ven la armonía de equipo como un fin en sí mismo.
En vez de eso, un equipo asentado y feliz es el resultado del éxito, más que su causa. “Cuando los equipos trabajan bien es debido y no a pesar de las diferencias individuales”, escribe.
Este descuido implica que la forma en la cual los gerentes abordan a las personas de alto desempeño puede resultar errada. Más que cuidar a los individuos, el deseo de mantener a todos felices en el equipo significa que cualidades como la simpatía y la confianza son más valoradas que la capacidad. El resultado es que ganar frecuentemente se vuelve secundario para evitar conflicto.
De Rond quiere poner eso de cabeza. “Lo que se sienta disfuncional no es necesario”, escribe, y los líderes deberían ver la discordia como una herramienta para guiar el desempeño.
Esto es algo en lo cual se destacan los mejores técnicos deportivos, como Alex Ferguson del Manchester United o Bill Walsh de los San Francisco 49ers. No sólo deben manejar múltiples egos, sino también rejuvenecer constantemente los equipos con el reemplazo de jugadores con los cuales con frecuencia tienen fuertes relaciones.
¿Puede aplicarse una lógica similar a los negocios? De Rond va algo en la misma dirección, pero es difícil hacer paralelos. Por una parte, en la mayoría de los deportes la capacidad de una estrella para influir un resultado es mucho más pronunciada. Lionel Messi del Barcelona puede ganar un partido sin ayuda; un gerente medio super estrella en una gran organización, no.
Pero quizás el mejor ejemplo sea el propio Michael Jordan. Desde su retiro (por segunda vez) como jugador en 2003, ha intentado reinventarse como ejecutivo de baloncesto, primero como director de operaciones de baloncesto del equipo de los Washington Wizards y más recientemente como dueño de los Charlotte Bobcats. Fue despedido de los Wizards y el año pasado los Bobcats terminaron últimos en la tabla.