La primavera (boreal) llegó y con ella las señales de que la recuperación de EEUU está floreciendo. En abril la economía creó 165.000 nuevos empleos. La tasa de desempleo cayó de 7,6% a 7,5%. Esas cifras ayudaron a tranquilizar los temores de que la economía de EEUU se había estancado. Wall Street celebró, con el índice S&P 500 transando sobre 1.600 puntos por primera vez.
En cualquier otro lado del mundo, el clima económico se mantiene invernal. El crecimiento en la manufactura china se desaceleró en abril, con índices precursores de actividad creciendo menos de lo que los analistas esperaban.
Australia y Corea del sur experimentaron caídas en sus envíos al extranjero.
Las noticias económicas más tristes llegaron, no por primera vez, desde la eurozona. El viernes, el zar del presupuesto de la Comisión Europea, Olli Rehn, anunció que esperaba que la economía de la eurozona se contrajera 0,4% en 2013 frente al 0,3% pronosticado hace seis meses. A medida que la recesión continúa, tres de las cinco mayores economías del bloque infringirán este año los límites de déficit impuesto por Bruselas.
Cuando el consejo del Banco Central Europeo (BCE) se reunió la semana pasada enfrentó una elección obvia. Con el desempleo llegando a 12,1% en marzo y la inflación de 1,2% en abril, por debajo de la meta del BCE, el relajamiento monetario siempre estuvo en mente. La decisión de recortar la tasa a 0,5% estuvo atrasada. También arriesga con ser ineficaz. El mecanismo de transmisión en los países golpeados por la crisis está descompuesto. Los bancos no van a traspasar los beneficios de préstamos más baratos a los consumidores.
El anuncio de que el BCE haría “lo que fuera necesario” para mantener unida a la eurozona continúa teniendo efectos positivos, con los rendimientos de bonos a diez años de España e Italia cayendo debajo de 4%. Pero hay crecientes señales de que el BCE se está quedando sin municiones para ayudar al crecimiento.