Si los golfistas que participen en Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro el próximo mes descubren que su equipamiento huele a orina de perro, no deberían alarmarse.
Los organizadores de los juegos de Río 2016 han luchado por meses con invasiones a los campos de golf por parte de capibaras, el roedor gigante sudamericano, desde una reserva natural cercana.
Resultó que lo único a lo que estos amantes del césped temen es a los perros mestizos residentes del campo de golf. Así es que los organizadores de Río 2016 decidieron recolectar su orina y han estado esparciéndola en el perímetro del campo, poniendo fin de esta manera a la invasión del capibara.
“Esta es la única vez que aplicamos el ingenio criollo para resolver un problema”, bromeó Rodrigo Tostes, director de operaciones de Río 2016, en referencia a la costumbre brasileña de recurrir en ocasiones a una improvisación pícara para resolver problemas.
Persuadir a un canino para que orine en una lata de spray podría no parecer el principal trabajo de un comité organizador olímpico, pero sí muestra la asombrosa variedad de problemas que implica montar uno de los eventos más complejos del mundo en una de las ciudades más caóticas.
Mientras el gobierno estatal de Río enfrenta críticas que van desde la mala calidad del agua en los eventos acuáticos hasta los retrasos en la entrega de importantes estaciones del metro, el comité organizador olímpico de la ciudad, que está a cargo de implementar los juegos, ha estado enfrentando otros desafíos.
Mostrándole a Financial Times el Parque Olímpico –la principal locación en el suburbio satélite al estilo de Miami de Río, Barra da Tijuca- Tostes afirma que esos obstáculos incluyen cómo reunir y entrenar a un ejército de trabajadores temporales para enfrentar un problema logístico del tamaño de una campaña militar.
Uno de los mayores trabajos del comité organizador es alimentar a 15 mil competidores en la villa olímpica, que se espera que consuman 60 mil comidas al día cocinadas por 300 chefs en una carpa lo suficientemente grande como para que quepan dos aviones jumbo.
Por razones de seguridad, toda la comida tiene que pasar por una instalación de inspección sanitaria certificada antes de ser enviada a la villa. Esto incluye comida para atletas de distintas culturas, como los equipos chino e indio, que traen sus propios ingredientes desde el extranjero.
“Los indios por ejemplo no comen comida india de Brasil, es diferente. Así es que debe ser cocinada con sus propios ingredientes”, dice Tostes.
La creciente amenaza terrorista ha sumado otras complicaciones, aumentando la necesidad de un chequeo aún más cuidadoso de todos quienes ingresen a las instalaciones, incluyendo a los repartidores. El comité organizador ha acreditado a 200 mil personas hasta ahora, todos los cuales han sido objeto de una revisión de sus antecedentes.
“Nuestro equipo, que debería trabajar ocho horas, está trabajando casi 20 horas diarias para acreditar a todos”, asegura.
A eso se suman los periodistas que cubren el evento, 25 mil acreditados y 7 mil no acreditados. El centro de prensa está conectado por cables que pesan tres toneladas, y se han arrendado 1.000 generadores diésel del tamaño de contenedores para proveerle, y a otras instalaciones olímpicas, electricidad de respaldo. El transporte para los periodistas, autoridades y otros será provisto por una flota de 1.200 buses.
Todo esto tiene que hacerse mientras se mantiene a los juegos dentro del presupuesto de 7.400 millones de reales. Tostes –un ex ejecutivo de la siderúrgica alemana ThyssenKrupp en Brasil y arquitecto de la reestructuración financiera del equipo de fútbol más popular de Brasil, el Flamengo- ha enfrentado situaciones complicadas en el pasado.
El comité organizador de Río 2016, cuyo financiamiento proviene del Comité Olímpico Internacional, patrocinios, venta de entradas y otras fuentes del sector privado, tuvo que restringir los “sería bueno tener” y apegarse a los “hay que tener”, explicó.
Apuntando a una brisa fría al pasar por el centro acuático, una estructura temporal que tendrá que ser removida después de los juegos, afirmó que esto incluyó decisiones como no instalar aire acondicionado en cada edificio, y recortar el gasto en transporte oficial o personal extra.