Por Simon Rabinovitch
En medio de una feria inmobiliaria en la ciudad china de Nanjing, un hombre protestó pacíficamente por los astronómicos valores de las propiedades. Sacó unos cangrejos que tenían unas etiquetas: “altos precios de las viviendas” y “altos precios de los terrenos”.
Su cómplice desplegó un cartel que preguntaba: “¿cuándo dejarán de dispararse los precios?”. Los cangrejos caminaron sobre él, una metáfora de los desarrolladores inmobiliarios chinos. El hombre se fue silenciosamente, tal como llegó. Su identidad sigue siendo un misterio.
El humor de su protesta no puede ocultar la seriedad del tema. Los precios de las propiedades se han casi quintuplicado en las principales ciudades chinas en la última década y probablemente son la mayor amenaza para la estabilidad económica y social del país. Para la economía, el temor es que China esté en medio de una burbuja inmobiliaria que eventualmente estallará y provocará una crisis financiera. Para la sociedad, la frustración sobre los precios es amplia y la continua alza sólo genera más descontento.
El gobierno está profundamente consciente de ambos riesgos. En su primera conferencia de prensa como primer ministro de China en marzo, Li Keqiang prometió controlar el mercado inmobiliario, algo que su predecesor, Wen Jiabao, también se había comprometido a hacer.
Sin embargo, desde que habló el sector ha estado casi frenético. Los precios de las viviendas en las mayores ciudades han subido casi 20% año sobre año. Se han dado varias explicaciones: demanda contenida de los compradores iniciales, flujos de capital y una política monetaria relativamente flexible.
Pero hay un factor adicional, uno que será profundamente vergonzoso para Beijing si es que no lo puede resolver. Una campaña para construir 36 millones de hogares asequibles a 2015, una pieza central de la estrategia del gobierno de enfriar el mercado de bienes raíces, se está convirtiendo en un fracaso. La política no ha logrado frenar los precios, y en vez de eso se ha transformado en una fuente de corrupción y una carga fiscal para compañías y ciudades ya endeudadas. El impulso de China por casas económicas corre el riesgo de desviarse del camino.
“La construcción no es el tema principal. Los chinos son buenos en construir cosas”, comentó Du Jinsong, analista de Credit Suisse. “La mayor preocupación es cómo puedes asegurarte de que la asignación de estas casas sea justa y efectiva”.
La gente que necesita hogares baratos como Zhou Yongli, un programador computacional de 26 años en Nanjing, ha tenido problemas para conseguir uno. “Debes tener buenos contactos gubernamentales para ser capaz de comprar uno y no tengo eso”, afirmó. Zhou arrienda una pieza en un suburbio remoto. “Ni siquiera puedo pensar en comprar un departamento normal. Es una economía de burbuja y los precios son simplemente muy altos”.
Gente bien conectada
La creencia generalizada de que sólo las personas bien conectadas pueden obtener viviendas económicas es una exageración, pero hay un poco de verdad en ello. Las viviendas económicas se venden por 300 mil yuanes (US$ 49 mil), menos de la mitad de su valor de mercado, una propuesta muy tentadora. A comienzos de año, el director de una oficina municipal de viviendas en Zhengzhou fue detenido y acusado de adueñarse ilegalmente de 29 propiedades, de las cuales al menos once eran económicas.
Según Xinhua, los funcionarios han “acumulado fácilmente docenas” de estas construcciones y “han sustraído unidades específicamente planeadas para grupos desfavorecidos”.
En agosto, la oficina nacional de auditoría estimó la escala del problema. 5.800 millones de yuanes en fondos para viviendas baratas habían sido malversados o mal dirigidos en 2012 y 110 mil hogares habían sido obtenidos de manera injusta o con documentos falsos. El año pasado se habían designado 880 mil millones de yuanes a este programa.
Incluso cuando los precios son razonables y se mantiene a los funcionarios corruptos alejados de ellos, el desarrollo de casas económicas se ha topado con otro obstáculo: muchos están en lugares muy alejados, donde la tierra es más barata. “Si la vivienda es buena, se ubica en ella a funcionarios y amigos. Si es mala, o muy remota, muy pocos postulan para esa vivienda”, dijo Du de Credit Suisse.
Los optimistas dicen que es muy pronto dar por perdida la política de viviendas económicas. Debido a que toma cerca de tres años para la construcción de grandes desarrollos, muchas de las propiedades que empezaron al principio del programa están prontas a salir al mercado.
En público, las inmobiliarias han sido entusiastas patrocinadoras de casas económicas. Después de años de acumular cuantiosas ganancias, la construcción de casas más baratas has sido tan bueno para las relaciones públicas como un imperativo político.
Sin embargo, la presión de estas buenas obras sobre las empresas inmobiliarias puede ser sustancial.
Una vez uno de los mayores desarrolladores de vivienda económica de China, MCC Real Estate, dio la espalda. A finales de 2011 MCC, una empresa estatal, contaba con 50 proyectos diferentes de vivienda económica, con planes para invertir 51 mil millones de yuanes. Pero cuando estos se completaron, se encontró con que una serie de gobiernos regionales, incluyendo Nanjing, eran incapaces o no estaban dispuestos a pagar por los edificios, según lo que habían acordado previamente.
Como resultado, las deudas por cobrar a largo plazo de MCC aumentaron en un tercio en el primer semestre de este año a 31 mil millones de yuanes. La empresa anunció su intención a fines del año pasado de renunciar al negocio de la construcción de viviendas económicas, llamándolo un “activo de bajo rendimiento”.