La desaceleración económica que siguió a la crisis financiera se ha desenvuelto alrededor del mundo como una película filmada en cámara lenta. El primer país que sufrió los efectos de la crisis fue Estados Unidos, el epicentro del evento. Entonces la película se estrenó en Europa con una fuerte presencia en los vulnerables países del sur. La ralentización se extendió a China y ahora se está estrenando en otras economías emergentes, como en América del Sur. A pesar de que han caído los precios de los activos, hay poca evidencia de una crisis financiera. De hecho, los efectos políticos de la desaceleración pueden ser más duraderos que los económicos. Es posible que la “marea rosada” comience a retroceder.
América del Sur ha tenido una década excepcional gracias en gran parte a una mejora profunda en sus términos comerciales. El despegue de los precios de las materias primas que comenzó en 2003 y que preocupó a muchos en otras partes del mundo fue una bendición para las economías productoras de aceite, soya y cobre de la región. Las balanzas de pagos se movieron al superávit, permitiendo más importaciones. Las entradas de capital avivaron los auges de crédito. Los ingresos del gobierno también se dispararon al igual que el gasto social dirigido por el Estado.
Por eso los partidos de izquierda siguieron ganando elecciones en países tan diversos como Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela (aunque la pobreza se redujo drásticamente en otros lugares también). Comenzó la arrogancia. Se habló de la posibilidad de que el comercio sur-sur suplantara el comercio sur-norte de una vez por todas. Hugo Chávez lideró la fundación de un “banco del sur”.
Se enalteció un capitalismo estilo chino dirigido por el Estado, en lugar de la variante anglosajona sacudida por la crisis, aunque con un giro local que le daba prioridad al consumo sobre la inversión.
Moderando la economía
Fue una medida política efectiva, y también despilfarradora. La eficiencia importaba poco ya que parecía que la bonanza nunca iba a terminar. Algunos países, como Chile, Colombia y Perú, mantuvieron sus reformas y hasta ahorraron las ganancias inesperadas del mercado de las materias primas. Pero para aquellos con tendencias despilfarradoras, el declive del auge combinado con la reducción del estímulo de la Reserva Federal está forzando un cambio hacia la moderación. Algunos están pensando en regresar al pragmatismo si no a la ortodoxia. El populismo ha encontrado sus límites. Las decisiones difíciles ya no se pueden esquivar.
En Brasil, el Partido de los Trabajadores ha gobernado con mucho éxito desde 2003. Pero a raíz de las recientes protestas y de la desaceleración, la presidenta Dilma Rousseff ya no tiene la certeza de ganar las elecciones en 2014. Necesita reconstruir la confianza y la inversión privada. Ha recortado el gasto, le ha dado rienda suelta al banco central para combatir la inflación y ha elevado los retornos de los inversionistas en los estancados programas de infraestructura.
En Argentina, Cristina Fernández, quien ha gobernado continuamente junto con su difunto marido desde 2003, acaba de sufrir una derrota en las elecciones primarias del Congreso. Fernández sigue proclamando la necesidad de profundizar “el modelo”, pero también ha promovido la unión de la compañía estatal YPF con Chevron, una compañía “gringa”, y aceptó que los controles cambiarios son un problema.
Mientras tanto en Venezuela, Nicolás Maduro gobierna un país casi en ruinas con un mandato mínimo. Por eso se escucha hablar de la apertura al sector privado para ayudar a aliviar la drástica escasez de bienes básicos.
Las economías más orientadas hacia el mercado de la región también se están desacelerando, pero de un ritmo más acelerado. Más aún, Chile, Colombia, Perú y Uruguay han alternado gobiernos en la última década, por lo tanto la sucesión política ha sido menos traumática.
La ideología tal vez detenga a gobiernos como los de Argentina y Venezuela de seguir los nuevos enfoques necesarios para un nuevo mundo. Pero si ellos no cambian, los votantes lo harán por ellos. De cualquier manera, el regreso de reformas liberales podría representar un cambio político radical para la región. Tal vez llegue cuando la película en cámara lenta de la recuperación económica, que se acaba de exhibir en el mundo desarrollado, se estrene en América del Sur.