Por John Gapper
Las ventas de la novela “1984” de George Orwell han aumentado desde que Edward Snowden reveló cómo la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, su sigla en inglés), logra obtener acceso a los registros telefónicos y datos de empresas tecnológicas. Hasta ahora, aunque la gente no le tiene cariño al “Gran Hermano”, está dispuesta para aceptar alguna invasión de su privacidad a cambio de seguridad.
¿Y qué pasa con las “grandes bases de datos”? Las empresas que tienen cantidades crecientes de información personal están usando nuevos tipos de análisis de datos y de inteligencia artificial para diseñar sus productos y servicios, y para predecir lo que van a querer sus clientes.
La visión de vivir en una versión virtual de Downton Abbey, con una computadora para planear el día, sugiriendo la mejor ruta para el viaje, las películas que se pueden ver y el vuelo más conveniente –hasta reservarlo– tiene su atractivo. A todos nos falta tiempo y queremos una vida más fácil. En vez de ser bombardeados con información y obligados a escoger, es agradable recibir servicio personal.
Así como las revelaciones acerca de la NSA, aunque haya existido por 60 años, han sorprendido a la gente, dudo que muchos tengan una idea de la dimensión de la huella de datos que crean a diario, o de los avances tecnológicos que permiten que un grupo selecto de empresas de “grandes bases de datos” la exploten.
“Es a la vez un futuro maravilloso y alarmante. Empresas con enormes cantidades de datos sabrán más acerca de uno que uno mismo. Van a poder predecir lo que vamos a hacer a continuación”, dice Kai-Fu Lee, el ex director de Google en China.
La semana pasada, en una columna, comparé a Google con la General Electric de fines del Siglo XIX: una empresa industrial innovadora en la cresta de una ola de nueva tecnología. La otra cara de la moneda es que Google, Amazon, Microsoft y otras tecnológicas enormes están adquiriendo poderes que deben ser cuidadosamente controlados.
La NSA y las empresas de datos dan a sus bases de datos y su poderío computacional usos diferentes: uno para identificar espías y terroristas, el otro, para emparejar servicios con usuarios. Tienen en común el uso de enormes bases de datos y técnicas como reconocimiento de patrones y análisis de redes.
Un estudio realizado por Latanya Sweeney, profesora de la Universidad de Harvard, encontró que el 87% de la gente puede ser identificada con tan sólo conocer su edad, género, y área postal, si esta información se cruza con información en bases de datos públicas. Esto es típico de la información recolectada por redes sociales y empresas de Internet.
El poder extraordinario de las empresas con grandes archivos de datos proviene de su habilidad de combinar la información personal de sus clientes con observaciones acerca de ellos, desde los productos que compran hasta dónde están (gracias a los datos de satélites globales de sus teléfonos celulares). Esto produce una serie de “datos inferidos” de lo que probablemente desean.
Una de las preocupaciones que genera es que es muy difícil competir con estas compañías de grandes archivos de datos y semejante software. Cuanto más datos les damos yo y otros usuarios, tanto mejor se vuelven en predecir lo que queremos.
Otra preocupación es la confianza. Las redes sociales no han protegido bien la información de sus usuarios, y sólo tienen una fracción de la información acerca del comportamiento, hábitos e intenciones sobre la nueva generación de servicios. No es de extrañarse que la NSA acuda a ellos. La tercera preocupación es la propiedad. Tenemos derecho, cada uno, sobre nuestra propia información; pero, ¿qué pasa cuando es mezclada con la de otros y combinada en una enorme base de datos e intenciones? No sabemos qué significa esta tecnología porque recién entramos en la era de las grandes bases de datos. Hay muchos aspectos que admirar, pero nos va a tomar algún tiempo llegar a quererla.