El cuadro que pinta el FMI es en mayor parte alentador… siempre y cuando no suceda nada malo.
La economía mundial es como un subibaja. Lo que estaba abajo sube y lo que estaba arriba baja. Eso crea nuevos problemas y nuevas oportunidades. Pero en general, la historia que relata el Fondo Monetario Internacional en su último Panorama Económico Mundial no es desastrosa. Suponiendo que nada malo vaya a suceder –como un incumplimiento de EEUU– la economía mundial debería ahora alcanzar un crecimiento un poco más equilibrado.
En las propias palabras del Fondo: “La actividad en las principales economías avanzadas ha comenzado a tomar impulso desde niveles tenues. Por el contrario, el crecimiento en China y muchos otros países emergentes de Asia y América Latina, y en menor medida en la Comunidad de Estados Independientes, se ha enfriado, después de un aumento de la producción que fue más allá del potencial que siguió a la recuperación de la Gran Recesión”.
El panorama general que se presentó es el de un reequilibrio complicado del patrón de crecimiento mundial: un dinamismo que mejoró ligeramente en las economías de altos ingresos, principalmente en EEUU, y un menor dinamismo en un desconcertante número de economías emergentes.
¿Dónde están los riesgos? Hay algunos más bien obvios. ¿Qué pasa si los avances en la eurozona resultan ser temporales? Una reacción contra la austeridad y el alto desempleo en los miembros más vulnerables sigue siendo una gran posibilidad. Mientras tanto, el avance hacia una verdadera unión bancaria en la eurozona parece haberse estancado.
Un peligro más inmediato es el colapso en la política de EEUU, lo que llevaría a un ajuste desordenado y de enormes proporciones de la política fiscal o incluso un incumplimiento de las obligaciones de la deuda. Otro riesgo es que la reversión de la política monetaria no convencional y el posterior aumento de las tasas de interés sean caóticos. Algunos temen que la inflación explote de repente en las economías de altos ingresos. Esto parece muy poco probable.
En los países de ingresos altos, el ritmo excesivamente rápido de la austeridad fiscal presenta grandes peligros, como ya se ha visto en la eurozona, el Reino Unido y más recientemente, en EEUU. Uno de los resultados ha sido la dependencia excesiva de la política monetaria, a menudo muy poco convencional, cuyos efectos sobre la economía son al menos tan impredecibles como las del estímulo fiscal. Los economistas del futuro podrán preguntarse acerca de nuestra extraordinaria fe en la eficacia de la política monetaria durante lo que es, con toda certeza, un exceso de ahorros en el sector privado.
En EEUU, la recuperación del sector inmobiliario, el aumento de la riqueza del hogar y créditos más fáciles están ayudando a mantener la recuperación en marcha. El ajuste fiscal de este año se estima en 2,5% del Producto Interno Bruto, impulsado por el secuestro fiscal. Pero debería bajar a 0,75% en 2014.
Japón está decidido a endurecer la política fiscal del próximo año, posiblemente de manera prematura. En la eurozona, se espera que el ajuste fiscal caiga de un 1% del PIB en 2013 a menos del 0,5% el próximo año. Desafortunadamente, la demanda es muy débil en los países centrales del euro y el crédito demasiado limitado en la periferia, a pesar de la ayuda del Banco Central Europeo. La aparente esperanza de que la eurozona podría alcanzar un crecimiento económico impulsado por las exportaciones demostrará ser infundada.
A largo plazo, el ritmo de crecimiento potencial en el mundo más rico y el camino de la estabilización fiscal son las grandes interrogantes. El primero es, contrariamente a la sabiduría convencional, la cuestión más importante. Los gobiernos necesitan una estrategia coherente para el crecimiento, siendo ese el principal determinante de su capacidad para gestionar la posición fiscal. Por esa razón la decisión de no aprovechar la excepcional oportunidad que ofrecen las tasas de interés ultra bajas para impulsar una gran expansión de la inversión es un error imperdonable.
Para las economías de mercados emergentes, el crecimiento se estima en sólo 4,5% este año y 5,1% en 2014. El pronóstico de crecimiento para China es de 7,6% este año y 7,3 en 2014; India es de apenas 3,8% este año fiscal y 5,1% en 2014. Pero tengamos esto en cuenta: con un crecimiento del 6,3% este año y 6,5% en el próximo, se espera que Asia en desarrollo – o sea, la mitad de la humanidad – crezca más rápido que cualquier otro lugar. África subsahariana se encuentra en el segundo lugar.
Las economías emergentes se enfrentan a dos retos diferentes. En primer lugar, ahora son propensas a encontrarse en un entorno mundial de mayores tasas de interés, precios más bajos para materias primas, un crecimiento más fuerte en las economías de altos ingresos y un crecimiento más débil en China.
La era del crédito mundial fácil está terminando a medida que se regresa lentamente al ajuste monetario en los países de ingresos altos. El mundo está viendo otra advertencia de los peligros que acarrean los flujos de “dinero caliente” en las economías emergentes. Sin embargo, estos países poseen otras fuentes de fragilidad: una es el crecimiento excesivo del crédito pasado, sobre todo en China; y otra es la gran dependencia de los altos precios de las materias primas.
En segundo lugar, más allá de estos retos a corto plazo, existen retos a largo plazo para algunas economías de mercados emergentes. Una desaceleración estructural se está produciendo, sobre todo en China e India. El crecimiento a niveles estelares no dura para siempre. Ambos países también sufren de desequilibrios importantes. Sin embargo, un modesto reequilibrio del crecimiento mundial no detendrá la “gran convergencia” – la historia económica de nuestra era. Esto significa simplemente que está ocurriendo a un ritmo ligeramente más lento.
Tanto a corto como a largo plazo los cambios globales deberían ser manejables, siempre y cuando no suceda nada muy malo. Pero lo que es manejable aún debe ser administrado, de todas maneras. Los países emergentes tienen que superar los retos inmediatos y prepararse para el crecimiento a mediano plazo.
Deben permitir que la flexibilidad cambiaria absorba algo de la presión económica. También deberían usar las reservas en moneda extranjera, cuando éstas se hayan acumulado en gran escala.
Las economías emergentes son, en general, más robustas que en el pasado. Sin embargo, para mantener el crecimiento en marcha, muchas deben también considerar urgentemente una nueva ronda de reformas estructurales – en particular India.
China podría enfrentarse a una difícil elección entre una fuerte desaceleración y reformas políticamente difíciles, por una parte, y embarcarse en un nuevo repunte de crédito por la otra. Teniendo en cuenta los niveles ya muy altos de crédito en la economía y los enormes desequilibrios estructurales, sus líderes deberían elegir la primera opción. ¿Lo harán? No lo sabemos.
El mundo está ahora encaminado hacia algo bastante más normal que lo que se ha experimentando desde 2007. Sin embargo, hay que ajustarse los cinturones de seguridad.