Carolina Herrera: “No pienso en mí misma como una marca, sino como en una persona”
En agosto, Nueva York tiende a ser una ciudad fantasma. Es raro encontrar a alguien...
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En agosto, Nueva York tiende a ser una ciudad fantasma. Es raro encontrar a alguien cuyo nombre esté en la puerta realmente detrás de la puerta, con excepción, por supuesto, del mundo de la moda, donde la Semana de la Moda de Nueva York, que comienza el 6 de septiembre, dicta un calendario distinto.
“Oh, estoy aquí en agosto”, se ríe la diseñadora Carolina Herrera, que ha construido un negocio multimillonario vistiendo a quienes se alejan de la ciudad (como Caroline Kennedy, la nueva embajadora de Estados Unidos en Japón, y visitante de Martha’s Vineyard). “Es el precio de este trabajo. Pero a mí en realidad me gusta. Se puede ir donde uno quiera y no hay filas”.
Ciertamente no hay filas cuando nos encontramos en Sant Ambroeus, un café italiano en West Village, el lugar de Manhattan con edificios de ladrillos rojos y perales florecientes. Está tan vacío, de hecho, que no puedo evitar pensar por qué estamos aquí; por qué la diseñadora más asociada con la vestimenta de la alta sociedad, cuyas oficinas están en el corazón del distrito de la moda de Nueva York, optó por venir acá por una comida.
“Mi hija Patricia vive a la vuelta de la esquina”, dice Herrera, cuando se lo preguntó. “Venimos acá todo el tiempo. Espero que le guste. Tiene un grato ambiente familiar”.
Herrera, de 73 años, ha construido un imperio con esta actitud: querer compartir con otros el brillante exterior de su propia forma de vida, que es rica, cultural, internacional, discreta y muy plasmada por sí misma.
Llega impecablemente vestida con una blusa verde, con puntos de beige abstracto y dalias negras (de la colección otoño/invierno), una bufanda que combina, una falda negra y grandes aros de perla. Su cabello rubio corto está perfectamente arreglado hacia atrás. De hecho, ella siempre luce impecable, razón por la que ha estado en la Lista Internacional de las Mejor Vestidas en múltiples ocasiones y en 2011 fue nombrada por la revista Vanity Fair como una de las mujeres mejor vestidas de todos los tiempos. No es difícil entender por qué otras mujeres la ven y piensan: “yo quiero algo de eso”. Ella ha monetizado la respuesta.
Ella tampoco lo ha dejado de lado. Lo que a Herrera le gusta decir a quienes, como yo, le preguntan, es: “yo sólo fabrico ropa. Estoy interesada en la belleza, y en hacer que las mujeres se vean bellas”. La venezolana se ha convertido en un símbolo de una serie de temas modernos: el poder femenino (una mujer que comenzó su propia compañía a los 41 años), la creciente importancia de Latinoamérica como un mercado de la moda, el alza de los diseñadores de celebridades/sociedad.
Herrera fue criada, como ella afirma, “para casarse y tener hijos, ser cultivada y discreta”. Luego agrega: “yo sé que se supone que uno piense en sí mismo como una marca en estos días, pero yo pienso en mi misma como una persona”. Después de pedir, decido preguntarle por política y por Nicolás Maduro. ¿Votó? Le pregunto.
“Por supuesto que sí”, asegura. “Yo siempre voto, pero voto aquí. Voté por (Henrique) Capriles. Venezuela necesita un cambio. Si las cosas estuvieran bien, diría, bueno, pero la economía es un problema... El candidato de oposición era un hombre joven, con ideas nuevas ¿por qué no?”. Ella viaja seguido a Caracas, y estuvo ahí por última vez en noviembre, para el matrimonio de un nieto. Pero, dice, “trato de no hablar sobre política, porque mi hija y mi nieta viven ahí. Es un país hermoso, pero puede ser peligroso, no quiero arriesgar nada”.
La hija en Caracas es la mayor, Mercedes. Tiene dos -Patricia y Carolina- con su actual esposo, Reinaldo Herrera, editor de proyectos especiales de Vanity Fair. Las otras dos -Mercedes y Ana Louisa- son de su primer matrimonio con Guillermo Behrens-Tello (se casó a los 18 y se divorció a los 24). Carolina trabaja en el área de fragancia de la compañía, mientras que Patricia se concentra en el “listo para usar”. “Es muy útil tener a los hijos en la empresa”, dice Herrera. “Te dicen inmediatamente si no les gusta algo”. De hecho, a sus hijas se les reconoce por relajar sus colecciones y por hacerlas más relevantes para sus pares veinteañeras.