El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, convocó ayer a su equipo de seguridad a una reunión de emergencia para coordinar la defensa contra lo que calificó como una incursión “de facto” de las tropas rusas en su territorio, que están apoyando una contraofensiva de los rebeldes.
Aunque el Kremlin ha negado las denuncias, el brigadier general de la OTAN, Nico Tak, confirmó la presencia de más de mil efectivos rusos en el país, que estarían asesorando a los insurgentes y operando sofisticado armamento, haciendo retroceder así a las fuerzas oficiales, a medida que se intensifican los combates.
Con este apoyo, los combatientes pro rusos han recuperado en las últimas horas sus bastiones de Donetsk y Luhansk, además de varias otras ciudades menores cercanas al Mar de Azov. El nuevo frente les permitiría abrir un corredor terrestre con la región de Crimea, que ya se auto anexó a Rusia en marzo, además de un canal de abastecimiento marítimo.
Mayores sanciones
El primer ministro ucraniano Arseniy Yatsenyuk pidió ayuda a la comunidad internacional para detener a las tropas extranjeras que según aseguró “están armadas hasta los dientes”.
Los líderes de Francia, Alemania y Estados Unidos amenazaron ayer al presidente ruso Vladimir Putin con incrementar las sanciones contra su país, que ya tienen a la economía al borde de la recesión. Pero, a diferencia de los diplomáticos de Europa del este, que ya están hablando derechamente de una invasión, las autoridades occidentales prefirieron referirse a los eventos como una “incursión”. La cuidadosa elección de palabras no es casualidad. Si la confrontación fuera descrita como “guerra”, los miembros de la OTAN se verían presionados a comprometer el uso de sus Fuerzas Armadas, amenazando con provocar una escalada del conflicto a las puertas de Europa.
“Estamos recibiendo reportes de un incremento en la presencia de soldados rusos” y un aumento de las tensiones separatistas, dijo ayer la canciller alemana, Angela Merkel.
Yatsenyuk aseguró, sin embargo, que las sanciones económicas ya no son suficientes para detener a Putin, por lo que pidió un congelamiento global de los activos y transacciones financieras rusas.
El jefe de la cancillería de Letonia, Edgars Rinkevics, calificó las acciones rusas como “guerra” y dijo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debe intervenir.
Golpe decisivo
La violencia, que hasta ahora ha dejado más de 2 mil muertos, resurgió un día después de que Putin y Poroshenko se reunieran en Bielorusia bajo el auspicio de la Unión Europea. Putin valoró las conversaciones como un paso hacia la paz, pero el analista del Instituto de Asuntos Internacionales de Varsovia, en Polonia, Ievgen Vorobiov, aseguró a Bloomberg que el líder ruso utilizó en realidad el encuentro para determinar si Kiev estaba preparado para una invasión. “El mensaje de Poroshenko y de la UE de que estaban dispuestos a negociar temas como el intercambio de prisioneros le confirmó que no estaban listos”, señaló el experto. “De modo que decidió anticiparse”.
Vacaciones en el frente
El primer ministro de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Alexander Zakharchenko, negó la participación del Kremlin, y aseguró que “muchos” soldados rusos retirados se encuentran en la región para luchar junto a los rebeldes, porque lo consideran su “deber”. También habría “muchos” soldados rusos en servicio activo apoyando a los insurgentes, pero haciendo uso de sus permisos de descanso, aseguró el líder en una entrevista concedida a la televisión estatal rusa. “Nunca hemos ocultado el hecho de que hay muchos rusos entre nosotros y sin ellos sería muy difícil estar luchando hoy”, aclaró.