De pie en el escenario, delante de la nutrida audiencia que asistió a escucharlo exponer, Niall Ferguson de pronto se volvió hacia el público para hacerle una pregunta. “¿Hay algunos de ustedes acá que haga negocios con China? Porque sí es así, les digo que se preparen para lo peor”.
Su dura advertencia no deja lugar a dudas de que el historiador británico es pesimista sobre los desafíos que afronta la segunda economía del planeta.
Según el académico, existe una contradicción fundamental en la forma en que Beijing está lidiando con los problemas de su economía y la manera en que se resuelva esa discrepancia podría tener serias consecuencias para Chile.
“Hay tres cosas que China está tratando de hacer pero sólo puede hacer dos de ellas. Hay que ver cuáles dos. La primera son las reformas estructurales como las que anunció en su plan quinquenal, el año pasado. La segunda es desinflar la burbuja de crédito que ha estado fuera de control desde 2009 y la tercera es lograr un crecimiento de 7,5%. Pero no puede hacer las tres y creo que al final están demasiado asustados con una desaceleración como para no enfocarse en eso”.
Para Ferguson, esto probablemente significa que la burbuja de crédito seguirá creciendo y no terminará bien. “Hay un punto en que la burbuja de bienes raíces no puede seguir. Descubrimos eso en EEUU, así que en China tenemos un tema financiero potencialmente serio”.
El experto europeo explica que los precios de los bienes raíces están cayendo en muchas ciudades y existen muchos actores apalancados que ya están comenzando a colapsar. Algunos están siendo sostenidos por los bancos, otros no. A eso se suma que existen muchas instituciones financieras informales, los denominados “bancos en las sombras”, y no hay certeza de que el gobierno esté dispuesto a salir a su rescate.
Aunque destaca la elevada capacidad de las autoridades chinas que están monitoreando la situación, ve un claro peligro de que Beijing esté subestimando los riesgos.
Si este escenario finalmente se configura, aunque sea sólo en parte, las consecuencias para el resto del mundo serán graves.
“Ciertamente no veo cómo China puede seguir creciendo como un importador de cobre si su boom de vivienda termina. Incluso si el aterrizaje es suave, la desaceleración en la inversión será una realidad. Y va a tener muchas repercusiones para el resto del mundo”.
Aunque no anticipa que una crisis económica pueda provocar inestabilidad interna, sí cree que llevaría a las autoridades a exacerbar los discursos nacionalistas. “China sí puede lidiar con una desaceleración en ese sentido, pero una de las formas de hacerlo es aumentar el nacionalismo, y para hacerlo buscaría una confrontación con Japón, ese es realmente el riesgo del que hay que preocuparse. No de la inestabilidad interna, sino de una política exterior crecientemente agresiva”.