La biología computacional o bioinformática es el campo interdisciplinario en el que se juntan las herramientas de la informática con las ciencias biológicas, a fin de crear nuevas tecnologías que permitan manipular y optimizar los procesos biológicos para generar nuevos productos con valor agregado: por ejemplo, nuevas frutas y hortalizas más resistentes a las variaciones climáticas y la escasez hídrica; optimizar el proceso metabólico de microorganismos para la generación de biocombustibles, o test de diagnóstico cuyos resultados se obtengan en sólo cinco minutos.
Si bien, se trata de una disciplina que partió hace unas tres décadas, en Chile ha tomado fuerza recientemente, y es, en ese marco, donde un grupo de investigadores de la Universidad Católica (UC) están trabajando en un proyecto Fondef para la creación y validación de un software que permita diseñar biosensores y biointerruptores moleculares más costo-eficientes que los que se utilizan hoy.
El proyecto liderado por Francisco Melo, académico y director de Innovación de la Facultad de Ciencias Biológicas, se inició hace un año y medio con un financiamiento de $ 180 millones a dos años, aportados por Conicyt y la UC, y está próximo a entregar sus resultados en diciembre de este año. “Ya tenemos un software concreto que hace lo que queremos, pero nos falta validar que lo esté haciendo de una forma costo-efectiva”, señala el científico, indicando que a fin de año esperan contar con un registro de software o una solicitud de patente que le permita postular a nuevos fondos para seguir perfeccionándolo o levantar capital privado.
Aplicaciones
Los biosensores son moléculas que permiten identificar la presencia de otras, y reaccionan cambiando de color al detectarlas. Éstas se pueden utilizar, por ejemplo, para identificar la presencia de una plaga animal o vegetal, e, incluso, hepatitis C, hepatitis B o VIH en bancos de sangre, con un procedimiento más sencillo que el que se utiliza habitualmente en los laboratorios. Esto se debe a que en lugar de imprimir y decodificar el ADN presente en la sangre, basta con mezclar ambas sustancias y esperar algunos minutos para observar si hay reacciones.
En tanto, en el caso de los biointerruptores, estos pueden interrumpir o activar procesos de manera de dirigir sus resultados hacia la dirección deseada o intervenir un sistema. Es así como se pueden modificar especies genéticamente para que sean más resistentes, saludables o atractivas, entre otros. “Ya hay empresas que trabajan con estas tecnologías, pero es muy cara. Nuestra propuesta es crear moléculas diferentes que permitan tener los mismos resultados o mejores a un precio inferior”, explica Melo, quien señala que, una vez diseñados los biosensores y biointerruptores en el software, sus datos podrán ser enviados a Estados Unidos donde existen robots especializados en la construcción de moléculas que pueden materializar esta información para su uso en laboratorios de universidades, hospitales y en la industria.