Naím: “La Constitución no puede ser un arbolito de Navidad donde todo el mundo cuelga sus deseos”
El experto dice que hay que “proteger a la democracia chilena de los excesos del populismo, de la demagogia, de las promesas fáciles de hacer y difíciles de cumplir”.
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"Esto se llama ganar por avalancha", dice el escritor y columnista venezolano, Moisés Naím.
- ¿Estaba en sus pronósticos este resultado?
- No me imaginé que iba a ser tan grande.
- ¿Los problemas que tiene Chile se pueden solucionar con un cambio constitucional?
- No. Los problemas de Chile son una larga lista, algunos de los cuales no tienen absolutamente nada que ver con la Constitución. Pero hay otros aspectos del funcionamiento de Chile que sí pueden ser mejorados por una nueva Constitución.
Esa nueva Constitución debe tener tres equilibrios básicos, y el peligro es que no los haya.
Primero, tener un buen equilibrio entre lo público y lo privado, cosa que se ha debatido en Chile. Pero también tiene que haber un buen equilibrio entre derechos y deberes de los ciudadanos. Hay un patrón, cuando se redacta una nueva constitución, a darle muchísimos derechos –deseables y envidiables- a los ciudadanos. Pero hay muy poco de lo que se dice sobre los deberes de los ciudadanos. Entonces, es muy fácil utilizar la Constitución para prometer y garantizar cosas que son absolutamente incuestionables: todo el mundo tiene derecho a la educación, a la vivienda, a la salud, al progreso, etc. Eso es fácil escribirlo en una Constitución; es muy difícil lograrlo como país. Lograr cada una de esas cosas no es una decisión unilateral, no es un acto jurídico, es decir, que todo el mundo tenga derecho a tener salud, vivienda y educación no es un acto administrativo, son estrategias de largo plazo.
Todo tiene que ver con cómo se toman esas iniciativas y cuánto se protege a la democracia chilena de no caer en los excesos demagógicos, que es frecuente que ocurra.
El tercer equilibrio que creo que hay que proteger es el de los pesos y contrapesos del funcionamiento del Estado chileno, qué institución tiene derecho a hacer qué y quién lo decide, y qué límite tiene esa institución. La idea ideal de una democracia es que haya instituciones con capacidades, pero, también, con limitaciones. Nadie puede tener el poder absoluto, tienen que haber pesos y contrapesos.
- ¿Qué mensaje les da a los chilenos que tienen altas expectativas respecto a este cambio en la Constitución?
- Que la constitución no puede ser un arbolito de Navidad donde todo el mundo cuelga sus deseos y sus prioridades, sino que tiene que ser una visión realista de cómo funciona el Estado y cómo proteger a la democracia chilena de los excesos del populismo, de la demagogia, de las promesas fáciles de hacer y difíciles de cumplir. La constitución tiene que ser el modelo de funcionamiento del Estado chileno para que haya más igualdad, para que se corrijan algunos de los defectos que tenía la constitución anterior, para crear una plataforma estable. Lo más importante es que todo este proceso genere mayor estabilidad, mayor justicia y menos desigualdad de Chile.
- ¿Chile podrá alcanzar una constitución de ese tipo?
- Sí, lo creo.
- Usted ha hablado de "problemas grandes líderes pequeños". ¿Cómo ve a los líderes políticos chilenos para enfrentar este proceso de cambio constitucional?
- Dentro de lo que es la norma de América Latina, los líderes políticos chilenos son más respetables. Si vemos, por ejemplo, el Congreso de Brasil, cobijaba un número enorme de congresistas que tenían problemas legales, que habían cometido todo tipo de crímenes, y se protegían. En Perú, también hemos vistos ejemplos vergonzosos de los congresistas. Entonces, en general, creo que Chile tiene niveles, estándares y expectativas de sus políticos que son superiores a lo que es el promedio de América Latina.