Eyzaguirre enfrenta en terreno las dudas sembradas por la reforma
“Y los profesores ¿dónde quedan?”, “Yo no quiero cerrar mi colegio, soy una escuelita chica”. Fueron algunas de las quejas levantadas en la ocasión.
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Caminaba a paso rápido, aunque no lo suficiente para dejar atrás a la multitud que lo seguía. “Y los profesores ¿dónde quedan?”, “¿y los padres?”, “¿y los colegios particulares subvencionados tenemos que cerrar todos?”. Cien preguntas y una misma respuesta aplicaba el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, en la mayoría de los casos: “no puedo tener claridad en todo con apenas tres meses de gobierno, pero les aseguro que nadie quedará fuera de la reforma. Les pido confianza, no hay nada que temer”, intentaba calmar los ánimos el secretario de Estado, antes de subirse a su auto para retirarse del Liceo Gabriela Mistral, en Independencia.
Dos horas antes Eyzaguirre había llegado al gimnasio del establecimiento para participar de la asamblea convocada por la diputada PC Karol Cariola, para discutir la reforma educacional. El álgido debate respecto del proyecto ha instaurado como práctica habitual estas juntas ciudadanas.
Pero por cierto, no todas cuentan con la presencia de la autoridad máxima del Mineduc, a quien en esta ocasión le tocó afrontar el riesgo de exponerse al mar de voces que alegan precisión y ser considerados.
A su entrada hubo fuertes aplausos, sin embargo, difícilmente representaban la bienvenida de todos los presentes -entre 150 y 200 personas. Profesores, apoderados y estudiantes, con papel y lápiz en mano, sentados algunos y parado el resto, esperaban la exposición del ministro que llegaba sin la compañía de su equipo de asesores.
En medio de la tensión trató al comienzo de distender ambiente. De pie, con micrófono en mano y envuelto en su tradicional abrigo largo, comenzó por saludar a la “linda y activa diputada Cariola” y al “activo pero no tan lindo alcalde de la comuna, Gonzalo Durán”, broma que provocó la risa de los convocados. Pero sólo algunos segundos duró el buen rato antes de que desde las graderías se oyera con fuerza: “¿y a los asistentes de la educación, ministro? siempre se le olvida saludarnos”.
Y es que el debate por la reforma, desde que se anunciaron las primeras transformaciones, ha configurado un complejo escenario en que todos los actores a quienes afectaría el proyecto, se empujan y se amontonan por hacer notar sus intereses particulares ante el gobierno.
Un cuento sin mitos
Alejado de todo tecnicismo, el ministro empezó a narrar la historia de cómo se constituyó el sistema de “ráscate con tus propias uñas”. “Se dijo a los particulares subvencionados ‘mire, yo le doy 20 para que se instale donde quiera, para que al profesor le pague bien o mal y para que con el niño que se porta mal, haga lo que quiera. Y como si fuera poco, ‘usted también puede cobrarle a la familia pobre financiamiento compartido’”, explica con el ceño fruncido.
“A usted, municipal, también le doy 20 para que se haga cargo de necesidades mucho más duras y tiene que respetar el estatuto docente”. ¿El capítulo siguiente en el relato del ministro? la de los estudiantes, que en 2011, “dijeron ‘esto no es posible’ y con justa razón se levantaron”.
A continuación en su exposición, Eyzaguirre pretendió desmitificar algunas de las principales críticas que ha recibido. “Están en peligro los proyectos educativos. ¡Falso! Vamos a estatizar todo y desaparecerá la educación particular subvencionada. ¡Falso! Lo único que está en peligro es la educación como negocio”.
¡Acá! ¡acá!
Abierta la ronda de preguntas, los asistentes se peleaban el micrófono que circulaba por el gimnasio. Y ante una de las preguntas, que apuntaba directamente a si es que el compromiso de gobierno de establecer la educación como un derecho y terminar el negocio de los colegios contemplaba cambiar la Constitución, el ministro respondió: “en algún momento (...) será demasiado evidente que si no cambiamos esa disposición constitucional no podemos seguir avanzando”.
A medida que Eyzaguirre respondía a las dudas, más manos se iban levantando entre los presentes. “Desde el equipo del Mineduc me dicen que el ministro se tiene que ir por actividades de agenda”, le dice al oído la moderadora de la asamblea, una personera municipal, a una mujer que quería tomar la palabra. Era apoderada y quería manifestar su inquietud de cómo se fortalecería la educación pública si es que la inyección de los $20 mil millones anunciados en la agenda corta de la reforma, iría directo al pago de deudas. La de ella y otras preguntas más, quedaron sin respuestas.
Pero cuando se dio término a la actividad, el ministro no pudo moverse ni un centímetro de su silla: rápidamente se encontró rodeado por una masa de gente. Algunos para sacarse fotos con él, otros para emplazarlo. “Yo no quiero cerrar mi colegio ministro, soy una escuelita chica de español y me dijeron que tenía que cerrar”, logró decirle una mujer, abriéndose espacio entre el tumulto. “¿¡Pero quién le dijo eso!?”, le respondió el ministro. “Un abogado”, aclaró ella. “Yo le aseguro que eso no será así”, le afirmó Eyzaguirre. Y en seguida, dirigiéndose a una de las periodistas que lo acompañaba, le dice “tómale los datos a la señora, por favor”, en una señal de que el Mineduc se haría cargo, personalmente, de sus quejas.
En pocos minutos, el cuaderno de la periodista del Mineduc se había llenado de nombres y teléfonos. “A ella también tómale los datos”, “y a él, porfavor”, continuaba Eyzaguirre, hasta que pudo llegar a su auto, cerrar la puerta y salir del liceo.