Hay un dicho en la política alemana, que los electores en ese país van a las urnas para escoger entre “so weiter” o “weiter so”. Se traduciría algo así como escoger entre “todo igual” o “más de lo mismo”. Es una referencia a la tradición de formar coaliciones de gobierno que tienden a mantener el statu quo.
Si las encuestas aciertan, esta vez no sería diferente. Todo apunta a que los demócrata-cristianos (CDU/CSU) ganarán con el 30% de las preferencias de votos, y Friedrich Merz se convertirá en el próximo Canciller. La mayoría de los analistas ven como el escenario más probable que Merz forme una nueva “gran coalición”, como se conoce en Alemania al gobierno de CDU/CSU junto a los socialdemócratas (SPD).
El avance de partidos más pequeños o una presencia mayor a la prevista de Alternativa para Alemania (AfD), la derecha radical junto a la cual los demás partidos rechazan gobernar, obligaría a Merz a buscar un tercer socio, entre los Verdes (Die Grüne) o los demócrata liberales (FDP), si éstos últimos logran sortear el mínimo de 5% para entrar al Bundestag (parlamento).
Irónicamente, SPD, Die Grüne y FDP integraron la fallida coalición, cuyo colapso en diciembre pasado luego de tres años de peleas constantes, obligó al adelanto de las elecciones. Sin embargo, uno o dos de ellos estarían en el próximo Gobierno.
Pero, con una Alemania en recesión desde hace dos años y una alianza transatlántica a punto de colapsar, los alemanes y Europa necesitan un cambio radical en Berlín.
No es la primera vez que un resultado electoral en el país es decisivo para la UE. La supervivencia del euro estuvo en juego durante la elección de 2013, en medio del creciente malestar de los electores alemanes por el financiamiento de los paquetes de rescate para Grecia, Irlanda y Portugal (y los bancos españoles).
En ese entonces, la respuesta alemana a las demandas de la UE no requería, como en esta ocasión, una reforma constitucional y -por lo tanto- una mayoría de dos tercios en el Bundestag.
“Se trata de que Alemania recupere su papel y su credibilidad en la UE. Si Berlín no asume este papel, la UE, Occidente y el sistema mundial están en riesgo de una batalla campal (…) El debilitamiento de las instituci ones posteriores a la Segunda Guerra Mundial alentará a gobernantes autoritarios. Socavará a los activistas de la sociedad civil que luchan por la democracia y el Estado de Derecho”, describió Judy Dempsey, autora de El Fenómeno Merkel y senior fellow del think tank Carnegie Europe.
Un difícil cambio
Analistas coincidieron en que es urgente que Alemania modifique su “freno de la deuda”, consagrado en la constitución, y que restringe el déficit fiscal estructural a 0,35% del PIB y ha estabilizado la deuda pública en torno al 60%. La regla fue adoptada en 2009, cuando la deuda fiscal superó el 80% y el déficit público un 4% del PIB, a consecuencia del salvataje al sector financiero tras la crisis-subprime.
Subsidios a la energía, transporte y autos eléctricos fueron retirados en 2024 como parte del ajuste necesario para retornar al marco fiscal, tras las excepciones permitidas por la pandemia de Covid-19 y el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania.
El déficit estructural de Alemania habría cerrado 2024 en 1,75% del PIB, y el presupuesto para 2025 plantea reducirlo a 1%. Pero el ajuste fiscal que demanda la constitución coincide con un período de recesión en la economía, dificultando su repunte.
“Sin más espacio fiscal, Merz tendría dificultades para convencer a sus posibles socios de centroizquierda de que acepten reformas serias a favor del crecimiento. Además, carecería de los recursos necesarios para incrementar el gasto militar de forma decisiva y, al mismo tiempo, aumentar la inversión pública y aliviar la carga de las empresas y los hogares con recortes significativos de los impuestos y las tarifas eléctricas”, afirmó Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg Economics, quien ha calificado el “techo de la deuda” como una “camisa de fuerza” anacrónica.
Además, el no cumplir con la demanda de elevar el gasto militar a 2,5%-3% del PIB podría agravar el conflicto con Donald Trump, que ya de por sí amenaza con retirar su apoyo a Ucrania y elevar aranceles a la UE, con Alemania como uno de los países exportadores más perjudicados.
A ello Dempsey agregó que, sin una economía fuerte, el próximo Canciller carecerá de credibilidad para asumir el liderazgo vacante en la UE, en un momento en que Trump ha puesto en cuestionamiento la histórica alianza trasatlántica.
Juego de votos
Merz enfrenta de por sí un escenario muy difícil para alinear su agenda conservadora, en materia fiscal y migratoria; con la de sus posibles socios de coalición. Sería aún más complicado si juntos no suman los dos tercios de los votos en el parlamento.
No solo AfD, el partido de derecha radical que obtendría alrededor del 20%, rechaza más ayudas a Ucrania o elevar el gasto en defensa. También votarían en contra de las reformas la izquierda tradicional (Die Linke), con un posible 7%, y BSW (Alianza Sarah Wagenknecht), de izquierda comunista y nacionalista, que se alinea con Merz en materia migratoria, pero también con Moscú. Las encuestas le dan un 5%.
Juntos, los tres partidos sumarían suficientes votos para bloquear reforma a la constitución o fondos extraordinarios.
Los alemanes puede que vayan a las urnas pensando en sus problemas domésticos, pero sus votos dependen no solo el que salgan o no de la recesión; también está en juego -en palabras de Dempsey- el futuro de Occidente.