Mujer
Por Padre Raúl Hasbún
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El género, la edad y el estatus económico no contienen ni expresan un valor moral. Un joven puede ser tacaño; un anciano, idealista; una mujer, asesina. Asignarles al sexo, a los años o al nivel de ingresos un necesario valor virtuoso o vicioso implica profesar un grosero racismo y determinismo. La calidad moral se conquista o dilapida por insustituible decisión y habitualidad personal.
La naturaleza dotó a varones y mujeres con particulares predisposiciones o habilidades instrumentales para lograr su primer objetivo : cuidar, multiplicar y perfeccionar la vida. Eva, la primera mujer, es creada para ser compañera de igual dignidad y ayuda inseparable del varón, con la tarea específica de ser “madre de la vida”. Tentada por el padre de la mentira, actuó contra su naturaleza y se convirtió en decisivo eslabón de la muerte. En ese mismo escenario Dios anunció que la mujer tendría su revancha: uno de su linaje aplastaría la cabeza de la venenosa serpiente. La historia bíblica abundará en ejemplos de esta relación entre la mujer que da la vida y la serpiente procuradora de muerte. La viuda Judith, con su oración, ayuno y encanto decapitará al poderoso Holofernes y salvará la ciudad sitiada. Esther reina, favorita del rey Asuero, irrumpirá en la corte para interceder victoriosamente por su pueblo, condenado al exterminio. Débora, profetisa y jueza, acompaña a Baraq, jefe de un ejército de diez mil hombres, pues éste se niega a emprender batalla si la mujer no viene con él en prenda de victoria.
Eran imágenes y anticipo de la Mujer por excelencia: María. En ella se plasmó la promesa divina de victoria de la mujer sobre el padre de la mentira y homicida desde el principio. Inmaculada desde su concepción, la nueva Eva cumplió sin tacha la tarea de acompañar al nuevo Adán en su misión de ser y traer vida, abundante vida, vida divina y perpetua. María es la creativa revancha de Dios. De pie junto al árbol de la Cruz, sostiene y bebe del cáliz de su Hijo y recoge en su corazón la sangre y el agua que brotan del Crucificado. Sangre y agua: signo y alimento de la vida. La serpiente huye, humillada y derrotada. Ha sido vencida en los mismos términos con que antes venciera: un árbol, sus frutos, un varón, una mujer. ¿Qué cambió? “Hágase, Padre, tu voluntad. Hágase en mí según tu Palabra”. Ese “Fiat: hágase” es la primera palabra de Dios Creador. Será también la primera palabra del Nuevo Testamento. Y la pronunció María. Por donde vinieron la ruina y la muerte, sobrevinieron la salvación y la vida: por una palabra de mujer.
Es de toda justicia afirmar que el destino de la Humanidad pasa primero y decisivamente por la mujer. Hay que optar: o por Eva, o por María.