Por Ricardo de Tezanos Pinto *
El cardenal ghanés Peter Turkson acaba de visitar nuestro país para reunirse con líderes del empresariado local y presentarles el documento: “La Vocación del Líder Empresarial: Una Reflexión”, editado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, que él preside. Este novedoso documento, recientemente traducido al español, tiene al cardenal Turkson haciendo una gira por países hispanoparlantes, para difundirlo como herramienta para la gestión de empresas que, sin renunciar a los fines que le son propios, reconoce el aporte de la actividad empresarial al bien común y al reconocimiento de la dignidad de las personas.
Invitado a Chile por la Unión Social de Empresarios Cristianos, USEC, Turkson y el Pontificio Consejo Justicia y Paz cuentan con la colaboración de economistas y empresarios que integran la red UNIAPAC (entidad a la que USEC pertenece), la que congrega a decenas de miles de ejecutivos y empresarios de los 5 continentes, que promueven una gestión empresarial iluminada por la enseñanza social de la Iglesia.
Pese a que el título del documento alude a una “reflexión”, al leerlo se evidencia que es mucho más que eso. Los dirigentes de empresa no suelen disponer de mucho tiempo y por eso este documento, mucho más breve que otros emanados del Vaticano, se presenta como un manual práctico que entrega una metodología concreta y aplicable para el discernimiento ético. Se trata de una guía para la acción enriquecida con la reflexión. Algo similar a la noción de “ser contemplativos en la acción”, aplicado al contexto en el que se desenvuelven los negocios.
¿Por qué la Iglesia se preocupa tanto de lo que suceda en el ámbito de la economía, las finanzas, el comercio, el trabajo, etc.? ¿Qué autoridad y experticia tiene una institución netamente espiritual para opinar y proponer en ámbitos que aparentemente “escapan” a su radio de acción?
El Papa Pablo VI, en un famoso discurso en la ONU en la década de los 60, sostuvo que la Iglesia tiene autoridad para hablar de estos temas, ya que ella es “experta en humanidad”. El desarrollo de la doctrina social de la Iglesia, de más de un siglo, ha tenido a esta institución examinando atentamente “los signos de los tiempos”, para interpretarlos a la luz del Evangelio. La prevalencia de la “cuestión económica” desde la Revolución Industrial, la tremenda influencia de la empresa en la globalización y el advenimiento de la sociedad del conocimiento, hacen que la Iglesia haya puesto su mirada en ella. Para la Iglesia, en efecto, el comercio, las finanzas, la economía, no son ámbitos meramente técnicos, sino morales. Si esta actividad se ordena a una ética que privilegia solamente lo útil y productivo (ética utilitarista), o a una ética que se limita a cumplir con el mínimo legal (ética legalista), o bien una ética que varíe de acuerdo a la opinión mayoritaria (ética subjetiva), pueden transformarse en fuente de distorsiones. Como Benedicto XVI enfatizó en Caritas in Veritate (2009), la economía necesita de una ética: “amiga de la persona”, pues el “ser empresario, antes que un significado profesional, tiene un significado humano.” Lo anterior se desprende del tremendo impacto que tiene el devenir de las empresas en las sociedades modernas, no sólo en el comercio y en el consumo, sino en el estilo de vida y en la cultura.
La Iglesia tiene autoridad para opinar sobre materias económicas, a pesar de enfrentar cierta resistencia de parte de quienes piensan que los asuntos espirituales no deben mezclarse con los terrenos y profanos. La publicación de la carta pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile” de la Conferencia Episcopal chilena en el 2012 y luego la publicación de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, en Noviembre del 2013, fueron objeto de cierta controversia. De estos documentos corresponde rescatar los mensajes que apuntan a corregir las falencias del mercado, que tienen relación al comportamiento moral de sus agentes, retomando el fin social que tiene toda actividad humana y empresarial. Una verdadera economía social de mercado.
Las reacciones de incomprensión hacia los mensajes que la Iglesia dirige a empresarios y economistas provienen, por una parte, de la ceguera que impide ver las sombras del sistema, para ver sólo sus bondades, que por lo demás, siempre han sido reconocidas. Y por otra, provienen de la ignorancia de lo que la Iglesia realmente enseña, en su letra y espíritu. Cuando el Papa Francisco dice -no a una economía de exclusión… esa economía mata-, no está refiriéndose al sistema económico en su totalidad, sino que alude a un aspecto, a una de sus distorsiones importantes, que no es posible tapar con un dedo. A saber, en un sistema eminentemente competitivo, sustentado en la sociedad del conocimiento, quienes no tienen acceso a dicho acervo de conocimiento, información, tecnologías, etc., quedan rezagados. Son los excluidos del progreso, los que miran de lejos, sin poder insertarse. El llamado a las empresas es entonces, no poner el foco en avanzar y crecer solamente, sino que preocuparse también, de dar una mano a quienes van quedando atrás. Hay mil formas creativas de hacerlo desde la actividad y sector propio de cada quien. En este sentido, es preciso enfatizar que la ganancia que se obtiene de la actividad empresarial es legítima cuando está orientada al bien común, tanto en la forma en que ella se obtiene como en la forma en que se utiliza; de esta forma la preocupación social de la empresa se relaciona con la sostenibilidad de la ganancia y no en un conflicto entre ganancia y comportamiento ético.
Es importante enfatizar, como la Iglesia lo hace, que la preocupación por el bien común no es tarea privativa del Estado. Si el Estado crece para abarcar por sí sólo el rol subsidiario en la sociedad, ello también provocará su propia cuota de distorsiones. Sólo la acción mancomunada y complementaria entre Estado -Privados- Sociedad Civil puede generar condiciones más justas y equitativas.
Con todo, la Iglesia, en sus interpelaciones tanto al mundo económico, como al político, y a toda persona de buena voluntad, aclara que su mensaje versa sobre los temas de fondo. Su enseñanza apunta al desarrollo integral, al bien común y a la plenitud humana desde una concepción trascendente de persona (antropología cristiana). Las soluciones, la creatividad para encontrar nuevos caminos, para pensar “fuera de la caja”, corresponde a los técnicos.
La Iglesia nos ofrece preguntas que apunten a lo esencial, pero no entrega las respuestas. Nos pide que las busquemos con honestidad. Ya que muchas veces - el árbol nos impide ver el bosque -, la Iglesia sitúa el foco en aquellos puntos ciegos que estamos perdiendo de vista. En ello radica su valor. Un valor tan inmenso, que la mayoría de las advertencias proféticas que ésta institución ha formulado, se han cumplido. Hace casi 50 años, el Papa Pablo VI señaló: “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (Populorum Progressio, 1967). Y dejó claro que la prosperidad, la cohesión social y la paz de los pueblos dependía de un desarrollo justo, incluyente e integral. Y además que este desarrollo no podía enfocarse solamente en el aspecto material y económico, olvidando la importancia de lo social, lo cultural, lo político, y también la dimensión espiritual, que cuando está ausente, deviene en una falta de sentido que intenta llenarse con un consumo irracional que depreda su entorno.
La importancia de hacernos las preguntas correctas, como el primer paso de llegar en conjunto, a las respuestas más adecuadas, es uno de los aportes de podemos encontrar en el documento “La Vocación del Líder Empresarial”. Es una verdadera guía que encauza la toma de decisiones propia de la gestión de empresas, hacia un horizonte más amplio. Preguntas tales como:
¿Promuevo una cultura de la vida a través de mi trabajo?,
¿Participo en prácticas anticompetitivas?,
¿Evalúo regularmente el grado en el cuál mi compañía ofreceproductos o servicios que responden a necesidades humanas genuinas y fomentan un consumo responsable?,
¿Garantizo condiciones de trabajo que permiten la adecuadaautonomía de mis empleados en cada uno de los niveles?,
¿Organizo los recursos humanos siguiendoel principio de subsidiariedad en los sistemas directivos de mi empresa?,
¿He incorporado un conjunto de valores definidos exhaustivamente y los he integrado en los procesos de medición del desempeño?
Estas preguntas y muchas otras, se insertan muy bien en la realidad propia de la gestión empresarial, que tiene responsabilidades morales hacia todos sus stakeholders y ayudan a que en cada decisión, grande o pequeña, no se pierda de vista la dignidad humana y el bien común.
El énfasis que el Pontificio Consejo Justicia y Paz ha puesto en el ámbito empresarial deviene de la convicción de que -Cuando las empresas y las economías de mercado funcionan correctamente y se centran en servir al bien común, ambas realizan una gran contribución al desarrollo material e incluso al bienestar espiritual de la sociedad.- En efecto, este documento reconoce que además de los beneficios económicos, cuando las empresas se gestionan bien, cultivan la virtud y transmiten valores positivos que alimentan incluso el nivel espiritual de los pueblos. Nada más poco cristiano que la pereza, la irresponsabilidad, la negligencia. Nada más virtuoso que el esfuerzo, la diligencia y el servicio a la comunidad por medio del trabajo.
También este documento enfatiza que cuando los negocios se gestionan con apego a la ética, son un “vehículo para el compromiso cultural”, una fuerza para la “paz y la prosperidad”, que sus líderes tienen un “rol especial en el despliegue de la creación” y que mediante el trabajo creativo se permite a las personas no sólo “tener más”, sino “ser más”. Este documento también avala la legitimidad de las utilidades obtenidas por la actividad empresarial, si bien se reconoce que no se trata del único fin, se recalca que son vitales para la sostenibilidad, por lo que la clave es re utilizarlas con justicia.
Además de destacar las luces, también devela las sombras, dilemas y encrucijadas que enfrentan los líderes que deben gestionar empresas insertas en los mercados globales: “Sin embargo, el camino para desarrollar su potencial puede presentar numerosos obstáculos. Algunos son externos a la empresa y sus líderes suelen tener una capacidad de influencia limitada para superarlos, como es el caso de la ausencia de estado de derecho o de regulaciones internacionales, la corrupción, la competencia depredadora, el que el éxito empresarial depende de dudosas relaciones entre empresarios y gobiernos, la excesiva intervención estatal, o una cultura hostil hacia la iniciativa emprendedora en una o varias formas. Otros obstáculos son internos, como tratar a los empleados como meros “recursos”, tratar la empresa como si fuera una simple mercancía, rechazar una correcta regulación del mercado por parte del gobierno, ganar dinero a partir de productos que no son realmente buenos o servicios que realmente no sirven, o explotar los recursos naturales o humanos de forma destructiva” (P. 9 “La Vocación del Líder Empresarial: Una Reflexión”).
En efecto, cuando gestionar empresas con apego a principios éticos y morales se convierte en algo quijotesco o propio de un santo de altar, algo está muy mal con el sistema y es necesario emprender los pasos necesarios para reformarlo. La idea es que los líderes de empresa puedan elegir actuar bien siempre y no sólo cuando puedan. Para ello, una buena medida sería comenzar a medir a los gerentes y ejecutivos por sus resultados a largo plazo y por el buen clima que logran obtener en sus equipos, suprimiendo o limitando incentivos que pueden fácilmente tornarse “perversos”. En ese sentido, las “exigencias del mercado”, no pueden ser una suerte de ente todopoderoso que pautea las decisiones de ejecutivos de buena voluntad que a los que “no les queda otra” que acceder a los caprichos de éste.
Por lo anterior, es que el documento señala como el mayor peligro para los directivos de hoy, la tentación de llevar -Vidas Divididas- Que no es otra cosa que la disociación entre fe y vida práctica. La escisiónentre principios y la gestión, que responde a estas “exigencias del mercado”, más que a la exigencia moral.“Separar las exigencias de la fe y del trabajo que uno desarrolla en la empresa es un error fundamental que contribuye, en gran medida, al daño que algunas empresas han causado al mundo de hoy, como son el exceso de trabajo en detrimento de la familia o la vida espiritual, el apego enfermizo al poder a costa del propio bien, y el abuso de poder económico para obtener mayores beneficios”.(P.10 “La Vocación del Líder Empresarial: Una Reflexión”).
“La Vocación del Líder Empresarial: Una Reflexión” es una invitación al líder de empresa, a encontrarse consigo mismo y revisar las motivaciones que hay detrás de sus decisiones, las que no pocas veces, deben tomarse rápidamente. Una invitación a re descubrir la verdadera vocación social de todo empresario y ejecutivo. Una vocación que se traduce en un liderazgo de servicio a la comunidad. Una invitación también, a encontrarse con Dios, de quien provienen los dones recibidos por todo líder, de cualquier ámbito, para renovar las fuerzas y la determinación a colaborar en el perfeccionamiento de la Creación. Colaboración desde lo que el empresario hace mejor: “…crear bienes que sean realmente buenos y servicios que realmente sirvan, organizar el trabajo de forma tal que los empleados desarrollen sus dones y talentos; y crear riqueza sostenible que pueda ser distribuida con justicia”. (P. 80 “La Vocación del Líder Empresarial: Una Reflexión”).