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Consejo

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 27 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Un buen consejo puede salvar tu patrimonio, tu honra y tu vida. Y abundan quienes lo perdieron todo por seguir un mal consejo. En situaciones de crisis, cuando la razón se nubla y la decisión no puede esperar se reclama con urgencia un consejero. Tiene, debería tener tres cualidades básicas: conoce el asunto, mantiene la cabeza fría, y no está personalmente involucrado en alguna de las opciones posibles. Discreto, no se adelanta a ofrecer su consejo a quien no le da señales de pedírselo. Si ve que el afligido y perplejo se está apresurando a tomar una decisión que lo precipitará en el abismo, un elemental deber de amistad -y de justicia- le exige tomar el papel del centinela y advertir, a gritos: "¡ detente!".

En la Biblia abundan ejemplos de buenos y malos consejos. Cuando el Sanedrín intentó acallar por la fuerza la predicación que los apóstoles hacían de Cristo Resucitado, un fariseo llamado Gamaliel destrabó el asunto con un sabio consejo: "déjenlos en paz. Nuestra historia reciente demuestra que cuando una idea u obra es de los hombres, se destruye por sí sola. Pero si es de Dios, no conseguirán destruirla. Más les vale no luchar contra Dios". Siguieron su parecer y los dejaron libres. Acertado era, también, el consejo de la mujer de Pilato mientras él juzgaba a Jesús: "no te metas con ese justo". Lamentablemente su único argumento era: "porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa". Un procurador romano, delegado del César no aceptaría jamás que su mujer le pauteara su agenda judicial en virtud de una pesadilla.

Jezabel, esposa del rey Ajab, encontró a su marido triste e irritado. Su vecino, Nabot, se había negado a venderle la viña pegada a la casa del rey, quien la quería para tener hortalizas. Jezabel lo apostrofó: "¿y eres tú el que ejerce la realeza?". Su consejo imperativo: convocar a los vecinos de Nabot, comprar testigos falsos que aseguren haberlo visto maldecir a Dios y al rey, condenarlo a morir por lapidación y luego hacerse dueño de la viña. Su consejo fue aceptado, Nabot murió y Ajab tuvo sus hortalizas caseras. Tres ejemplos que demuestran cómo de un consejo, bueno o malo, pueden depender la libertad, la honra, el patrimonio y la vida de seres inocentes.

Con razón se considera el consejo como una de las obras de misericordia espiritual. Ya hay misericordia en detenerse a escuchar a quien pide luz y orientación. La misericordia no busca el propio interés, sino el del otro. En su delicadeza propone, nunca impone. Ni se muestra ofendida porque su aconsejado adoptó otro parecer. Jamás aconseja hacer el mal: se convertiría en cómplice. Antes de aconsejar, ora a Dios. Su referente es María, Madre del Buen Consejo. "Hagan lo que mi Hijo les diga".

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