El sector inmobiliario, el origen de
los problemas financieros que sacuden a Estados Unidos, da señales
de "progreso", indicó hoy el Departamento del Tesoro, que renovó su
mensaje de confianza en la economía del país.
"La vivienda supone el mayor riesgo al que se enfrenta nuestra
economía y sigue siendo un freno al crecimiento. Sin embargo, hay
signos de progreso", dijo David McCormick, el "número dos" del
Tesoro.
Citó como buenos augurios el menor número de casas construidas y
la estabilización "tentativa" del nivel de ventas.
McCormick, quien habló en un foro de la Institución Brookings, un
centro de estudios, en lugar del secretario del Tesoro, Henry
Paulson, fue el funcionario de máximo rango que se refirió
públicamente a la crisis, que se ha intensificado con la quiebra del
banco de inversión Lehman Brothers y las dificultades para
mantenerse a flote de la aseguradora American International Group
(AIG).
Su jefe optó hoy por el silencio y también el presidente George
W. Bush, quien viajó a Texas para examinar los efectos del huracán
"Ike", que tocó tierra el sábado en el estado del que fuera
gobernador.
Bush no quiso responder hoy a una pregunta sobre AIG, pero
previsiblemente sus tribulaciones le son familiares.
Habló con Paulson a las 7.30 de la mañana, desde el avión
presidencial, y durante el día recibió información de los mercados,
en una sesión en la que primó la volatilidad y que estuvo marcada
por la decisión de la Reserva Federal de dejar sin cambios las tasas
de interés.
"La salud de los mercados financieros es muy importante para
nuestra economía", recalcó Scott Stanzel, un portavoz de la Casa
Blanca.
A su vuelta de Texas, Bush recibió en la Sala Roosevelt de la
Casa Blanca a su gabinete "de guerra" en el frente económico: el
titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke; el presidente de la
Comisión del Mercado de Valores, Chris Cox, y el propio Paulson,
entre otros altos funcionarios.
La Casa Blanca decidió "limitar los comentarios públicos sobre
los mercados hoy", por lo que no hubo declaraciones al término del
encuentro, según informó otro portavoz presidencial, Tony Fratto.
Por su parte, McCormick reiteró la llamada a la calma. "Aunque lo
que está pasando no es fácil y aún hay desafíos significativos, los
estadounidenses pueden tener confianza en la salud y fortaleza de
nuestro sistema bancario y financiero", afirmó.
Los que hoy no se callaron fueron los candidatos a la
presidencia.
El senador republicano John McCain no tuvo escrúpulos para echar
parte de la culpa de la debacle a la administración de Bush.
"Demasiadas empresas en Wall Street han podido contar con una
supervisión leve por parte de las agencias reguladoras y el
Gobierno", dijo en un discurso en Tampa (Florida).
McCain prometió endurecer las normas financieras para prevenir
"la especulación salvaje", pese a que en el pasado ha abogado por
menos regulación, y también propuso crear una comisión para analizar
el origen de la crisis.
Su rival, el senador demócrata Barack Obama, quiso sembrar la
duda sobre esas intenciones.
"Su indignación contra Wall Street sería más convincente si no le
ofreciera más reducciones de impuestos" a las empresas financieras,
dijo en Golden (Colorado) Obama, quien también recibió con desdén la
propuesta de la comisión.
"En lugar de ofrecer planes concretos para resolver estos
problemas, el senador McCain ha ofrecido el truco más viejo de
Washington: pasar la pelota a una comisión para estudiar el
problema", afirmó Obama.
El coletazo más reciente de la crisis financiera ha hecho que
ambos políticos dediquen sus intervenciones casi exclusivamente a la
economía.
El combate se libra también en televisión. Obama sacó hoy un
anuncio en el que critica a McCain por decir que "las bases
fundamentales de la economía son robustas" en un momento de tanta
ansiedad entre los estadounidenses.
El senador republicano respondió con otro anuncio en el que
destaca su "experiencia y capacidad de liderazgo en un momento de
crisis".
Mientras, desde el Gobierno Paulson es quien da la cara e intenta
evitar calamidades financieras mayores.
Bush, a quien le quedan cuatro meses en la Casa Blanca, se ha
mantenido en un segundo plano.