Por John Paul Rathbone
Después de que su doctor le aconsejó que no hiciera viajes transatlánticos extenuantes, el Papa Benedicto XVI enfrentó un dilema. Si el Pontífice, de 85 años, obedecía, tendría que haber hecho lo casi inimaginable: no asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, un multitudinario jamboree de los jóvenes católicos que se realizará en julio en el país más católico del mundo, Brasil.
Latinoamérica representa un 40% de los 1.200 millones de católicos en el mundo, y si las preocupaciones temporales como un voto de mayoría tienen peso en el cónclave de los cardenales, el próximo Papa debería ciertamente provenir de esa región. Brasil y México juntos poseen más de 220 millones de católicos; Colombia tiene cerca de 40 millones de fieles. “Conozco a muchos obispos y cardenales de Latinoamérica que podrían asumir la responsabilidad de la Iglesia universal”, dijo el año pasado el arzobispo Gerhard Mueller, quien posee el antiguo puesto de Benedicto XVI como director de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Kurt Koch, director del departamento del Vaticano para la unidad cristiana, sugirió lo mismo. “Sería bueno si hubiera candidatos de África o Sudamérica en el próximo cónclave”, afirmó también el año pasado.
Ciertamente, habría una simetría histórica si el próximo Papa proviniera de Latinoamérica. Lo que empezó como una pequeña misa en la Isla La Española en 1494, se convirtió en el mayor proyecto evangelizador de la Iglesia. Sin embargo, 500 años después, Latinoamérica representa sólo 19 de los 118 miembros del Colegio de Cardinales que escogerán al próximo Papa. De muchas formas, Latinoamérica representa una prueba de los desafíos que la Iglesia enfrenta a nivel mundial, pese a que a menudo es imaginada desde fuera como un “mercado de crecimiento” del catolicismo.
“La Iglesia tiene los mismos problemas acá que en el resto del mundo, excepto que con más católicos y menos sacerdotes”, dice James Alison, un destacado teólogo y escritor desde Brasil. “El mayor desafío es cómo enfrentar preguntas modernas en una forma que sea honesta y transparente”.
Las decrecientes tasas de fertilidad sugieren que las restricciones a la contracepción son raramente observadas. En 1960 las mujeres en Latinoamérica tenían casi seis hijos en promedio, ahora tienen dos. La “participación de mercado” espiritual del catolicismo siempre ha sido menos fuerte de lo que parecía, ya que a menudo se mezcla con creencias populares efervescentes.
En México, por ejemplo, ha crecido un culto en torno a Santa Muerte. Daniel, de 20 años y vagabundo, visita regularmente el santuario de Santa Muerte en el centro de Ciudad de México. “Ella siempre ha estado para mí”, afirma. “Me protegió cuando estaba en prisión y me protege ahora que recorro las calles”.
Y no sólo en México se ha desarrollado el sincretismo: el año pasado, el Papa Bendicto XVI agendó su viaje a Cuba para coincidir con el 400º aniversario de la Virgen de la Caridad del Cobre, una figura fuertemente asociada con Ochú, la diosa del amor, en la religión afroamericana Santería.
Más recientemente, el catolicismo ha sido erosionado por los evangélicos, quienes en los ‘80 se movieron hacia nuevos barrios pobres, creados por la rápida urbanización , y que quedaron fuera de las parroquias tradicionales.
Aunque los pentecostales no rivalizan con el trabajo del Vaticano, su carismático enfoque de “este mundo” es popular entre los que buscan frutos de salvación mientras vivan. En Brasil, donde los evangélicos representan casi el 25% de los creyentes, un grupo pentecostal está gastando US$ 200 millones para construir una réplica del templo de Salomón en São Paulo de una altura de 18 pisos y con capacidad para 10.000 personas.
La ofensiva de la Iglesia
Enfrentada a estos desafíos, la Iglesia comenzó hace poco a contraatacar, a través de un nuevo movimiento aprobado por el Vaticano. Ahora hay cerca de 73 millones de “católicos carismáticos” en Latinoamérica, y sus misas utilizan varios de los mismos métodos que han hecho a los evangélicos tan populares.
Uno de los sacerdotes es el padre Gleuson Gomes, de 36 años, quien canta en las misas, habla en distintos idiomas y cuyo ministerio ha revitalizado a una parroquia debilitada. “Estaba sufriendo tiempos difíciles, tenía un sacerdote viejo y necesitaba una renovación. Por eso fui enviado acá por mi obispo, por mi forma carismática”, acota el brasileño.
La Iglesia Católica ha sufrido en Latinoamérica de una relación ambivalente con el Estado. “Actualmente, el aparato político tiende a asumir una actitud menos deferente hacia la iglesia de lo que muchos asumen”, dice Alison. “Es un sistema muy distinto a lo que hay en Reino Unido, donde la iglesia es oficialmente parte del Estado, o en EEUU, donde la religión juega un rol político central”.
Si cualquiera de estos atributos son suficientes para que los cardinales elijan un Papa latinoamericano es otro asunto. Incluso algunos de los candidatos que lideran, como el cardenal Odilo Pedro Scherer (63 años) quien encabeza la arquidiócesis de São Paulo de 6 millones de fieles, parecen poco seguros. “Las reflexiones que se harán en el cónclave no serán si el Papa viene de uno u otro lugar”, opina el cardenal Scherer. Lo más importante será “si tiene las condiciones, es el mejor preparado para liderar a la Iglesia en este momento de su historia”.