Por Michael Steen
Los hits de la era “disco” de los ‘80 rara vez alcanzan tanta exposición en las conferencias de prensa del Banco Central Europeo (BCE). Pero el jueves, el presidente del instituto emisor, Mario Draghi, hizo una clara alusión a Gloria Gaynor al explicar su gran apuesta para salvar al euro.
“Soy lo que soy”, dijo el italiano a su audiencia en Frankfurt. Podría haber agregado “y puedo cambiar”.
El comentario fue en respuesta a un periodista alemán que estaba confundido sobre el uso de Draghi de la retórica alemana ya que anunció un plan muy poco germano: dirigir el poder ilimitado del banco hacia la compra de bonos de los países como España e Italia en un esfuerzo para rebajar los costos de endeudamiento.
Fue una solución que sólo un archipragmático podía proponer. Desafía a la querida doctrina del Bundesbank de que un banco central sólo debe hacer una cosa: mantener la inflación controlada.
Podría ser desastrosamente malo y poner al BCE en la posición de elegir entre continuar comprando bonos de un país que renegó de las condiciones fiscales o cancelar el plan, gatillando pánico, default y un muy posible quiebre de la eurozona.
Draghi tenía argumentos razonables de por qué las “transacciones monetarias directas” (TMD) están bien dentro de las atribuciones del banco y por qué se necesitan condiciones estrictas.
Pero para una ilustración de lo pragmático que eso hace al economista entrenado en EEUU, alguna vez banquero de Goldman Sachs y por largo tiempo tecnócrata, hay que rebobinar hasta su primera conferencia de prensa después de reemplazar a Jean-Claude Trichet, en noviembre de 2011.
“¿Qué les hace pensar que lo que la eurozona necesita para mantenerse unida es que el que BCE se transforme en un prestamista de último recurso para los gobiernos?”, dijo entonces. “No, no creo que esté realmente dentro de las atribuciones del BCE”. Ocho meses más tarde, en julio, prometió “hacer lo que fuera necesario” para salvar al euro.
Draghi es consciente de la necesidad de mantener la opinión alemana de su parte. Él sólo aseguró su puesto en el BCE después de que el favorito de Berlín, el entonces presidente del Bundesbank, Axel Weber, renunciara.
Después de cultivar su relación con la canciller alemana, Angela Merkel, y de detectar intransigencia en el Bundesbank bajo su presidente Jens Weidmann, Draghi tomó el riesgo de dejar al Bundesbank aislado en oposición a las TMD mientras ganaba apoyo de los otros 16 bancos centrales de la región.
Apoyo clave
Pero si sus referencias a un gran garrote que acompañará a la zanahoria de las compra ilimitada de bonos buscaba convencer a los alemanes de cuentan con su apoyo, no es claro que lo haya logrado. Die Welt habló de un “riesgo gigante” y de la “muerte” del Bundesbank. El Frankfurter Allgemeine, acusó al BCE de quedar “prisionero de la política”. Bild Zeitung dijo que Draghi había escrito un “cheque en blanco para los Estados deudores”.
Draghi no se inmuta. “No me identifico con esta caricatura de una conspiración del sur o algo italiano”, dijo el jueves, señalando que su plan fue respaldado por 21 de los 22 miembros, incluyéndose a sí mismo, en el poderoso comité de fijación de tasas del BCE. No hay premio por adivinar quién fue el voto disidente.
Recogiendo monedas
Fue durante la década que pasó en el Tesoro italiano, desde 1991, que Draghi obtuvo el apodo de Súper Mario. A medida que los gobiernos llegaban y se iban en una rápida sucesión, él, como en el juego, salió disparado, recogiendo monedas, saltando sobre abismos enormes y peleando con astucia contra sus adversarios.
“Estuvimos a una pulgada del default”, comentó Francesco Giavazzi, profesor italiano de economía que trabajó con Draghi en el Tesoro. “Es extremadamente frío en situaciones en las que la gente normal se enloquece”.
Libre de dogma, salvo el de dirigir los asuntos estatales italianos, Draghi supervisó recortes al gasto público, controló la inflación y lanzó un ambicioso programa de privatización, al tiempo que atrajo a los bancos extranjeros para ayudar a vender empresas estatales. Para rematar, hizo el trabajo preliminar para que Italia se convirtiera en miembro de la eurozona.
Otra persona que trabajó con él en el Tesoro recuerda que “el ministro de Finanzas cambiaba todo los años y él tenía ayudarlos a entender el trabajo... él había desarrollado una muy buena capacidad para interactuar con los políticos”.
Incluso las autoridades del Bundesbank, que acaban de salir magulladas a manos de Draghi, hablan en buenos términos de él. Dicen que no se interesa mucho por los detalles, porque prefiere mirar el panorama general. En las reuniones del BCE puede pedir que le recuerden qué es lo que hace cierto comité o el significado de una sigla.
Mientras Europa espera ver si la última apuesta de Draghi valdrá la pena, es, quizás, su pragmatismo e instinto político lo que más le servirá. Después de anunciar las TMD, Draghi voló a Postdam para recibir un premio por promocionar el entendimiento europeo de manos de Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas de Alemania.
“En tiempos como este, los elogios son un commodity muy escaso”, dijo Draghi. “Por lo que ustedes pueden entender lo que significan para mí”.