Por Adam Thomson
en Ciudad de México
En una carpa al lado de la catedral de Ciudad de México, Aurelio Martínez recolectó lo que él cree es prueba de que la elección de México fue un fraude: llaveros, gorros y otros artículos estampados con el logo del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Éstos, los que supuestamente autoridades del PRI regalaron a cambio de votos, son parte de una muestra de apoyo a Andrés Manuel López Obrador (Amlo), el candidato de izquierda, quien ha desafiado la victoria de Enrique Peña Nieto, del PRI, en la elección del 1 de julio.
El problema para los seguidores Amlo es que a cada vez menos mexicanos parece importarle.
La pasión pública está debilitándose en los cinco meses que separan a la elección del juramento presidencial el 1 de diciembre. Además, los argumentos de Amlo de que el PRI hizo trampa parecen ser pobres, a pesar del documento de 638 páginas de evidencia que él entregó.
El tribunal electoral de México entregará un fallo el 6 de septiembre, pero incluso el partido de Amlo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), parece estar cansado de la pelea.
En una entrevista la semana pasada, Graco Ramírez, miembro del PRD dijo: “Tan pronto el tribunal tenga una resolución, vamos a seguir adelante... queremos dialogar con todas las fuerzas políticas, acuerdos con el Partido de Acción Nacional (PAN), con el PRI, con todos”.
Esta actitud es muy distinta a la de la última elección hace seis años. Amlo perdió por menos de un punto porcentual en 2006, y contaba con el total apoyo de su partido.
La diferencia ahora es que está 7 puntos porcentuales detrás de Peña Nieto. Sólo un fraude sistémico podría explicar la brecha, pero la evidencia parece no apoyar esa postura. Además, varios miembros del PRD aprendieron una lección cuando hace seis años hicieron una protesta por la toma de decisiones en el Congreso, lo que les costó apoyo público.