El nuevo presidente de Paraguay, cuyo padre fue un colaborador clave del exdictador militar del país, mantendrá su confianza en las políticas proempresariales que ayudaron a la nación a superar el colapso de los precios de las materias primas que socavó el crecimiento económico en Latinoamérica.
Mario Abdo Benítez, hijo del secretario privado de Alfredo Stroessner -quien fue dictador militar durante más de tres décadas- obtuvo una estrecha victoria en las elecciones del domingo al obtener el 46,4% de los votos.
Aunque la pobreza y la desigualdad continúan representando serios retos en este país sin litoral, se anticipa que Abdo, de 46 años, continúe con un modelo defendido por el mandatario saliente, Horacio Cartes, para promover las bajas imposiciones y la inversión extranjera. Sus cinco años en el cargo produjeron un crecimiento económico anual medio de 6%.
“Este gobierno le deja a su sucesor la mejor herencia económica desde 1989”, dijo el economista Pablo Herken, refiriéndose al último año de la dictadura de Stroessner que dejó a Paraguay como uno de los países más pobres y más aislados de la región.
El reciente crecimiento económico del país se ha basado en promover la inversión extranjera directa, particularmente procedente de Brasil, y en exportar productos agrícolas como la soya, la carne bovina y el arroz.
Sin embargo, persisten serias preocupaciones acerca de la solidez de las instituciones, que se han visto afectadas por la corrupción y el narcotráfico.
Corrupción y narcotráfico
El país es el cuarto mayor productor de marihuana del mundo, según las Naciones Unidas, y un país de tránsito para la cocaína contrabandeada desde las naciones productoras en los Andes.
“Éste es un país en donde ninguna persona corrupta va a la cárcel”, dijo Efraín Alegre, el derrotado líder de la oposición centrista. “El poder judicial está plagado de corrupción. Si no existe un sistema de justicia que pueda combatir la impunidad, entonces no hay nada que hacer”.
El Partido Colorado de Abdo ha estado en el poder durante más de siete décadas, incluso más que el Partido Comunista de Cuba, con la excepción de un breve período entre 2008 y 2013.
Aunque el nuevo presidente ha prometido combatir la corrupción, algunos temen que sea difícil contrarrestarla ya que está profundamente arraigada en el aparato estatal.
Cartes, quien se espera retenga un considerable poder incluso después de que deje la presidencia, se ha enfrentado a numerosas acusaciones de corrupción y de participación en el tráfico de drogas.
El magnate del tabaco, encarcelado dos veces por cargos de fraude antes de convertirse en jefe de Estado, también está acusado de ganar más de US$ 100 millones al año por la venta de cigarrillos de contrabando a Brasil. Él rechaza todos los cargos en su contra. “Es extremadamente extraño que Brasil no controle su frontera. Es muy fácil, los cigarrillos cruzan en enormes camiones”, señaló Alegre, quien cuestionó si el país vecino había ganado favores políticos de Cartes, quien se considera el presidente más probrasileño en la historia de Paraguay.
Sin embargo, uno de los aspectos más sorprendentes de la corrupción institucionalizada es lo poco que parece importar a los votantes.
“En Paraguay, el voto todavía está determinado por afiliaciones partidarias, mucho más que por la realidad social o económica del votante”, comentó Nicanor Duarte, expresidente paraguayo.
“Si no fuera por ese sentido de identidad e historia, no se podría explicar cómo es posible que las personas sigan votando por los mismos partidos cuando existe tal desigualdad, mientras que el crimen organizado está creciendo significativamente”, explicó.
La sombra de la dictadura
Del mismo modo, la mayoría de los votantes ni se inmutan ante los vínculos de Abdo con la dictadura de Stroessner.
El régimen anticomunista de Stroessner, aliado de Estados Unidos durante la Guerra Fría, era menos represivo que otras dictaduras en la región, aunque los grupos defensores de los derechos humanos han expresado que los métodos del gobierno no eran menos brutales. Stroessner fue forzado al exilio en Brasil, donde murió en 2006.
“Abdo no eligió a sus padres; él era sólo un niño durante la dictadura”, dijo Mauro Ruiz -un estudiante que nació después de que Stroessner huyó del poder- desde un centro comercial en la capital, Asunción.
Edwin Brítez, columnista de un periódico, opinó: “Obviamente no se le puede culpar por quién era su padre, pero esto será un lastre para él. No se podrá hablar mal de su padre o de los amigos de su padre. Él tendrá que seguir tocando con la misma orquesta que hemos tenido durante los últimos 70 años”.
A pesar del sólido crecimiento económico, que ha superado al del resto de la región durante más de una década, la riqueza generada por un sector agrícola en auge no ha logrado reducir la desigualdad ni mejorar la mala calidad de la educación paraguaya. “Han pasado 30 años desde la caída de la dictadura. Se podría pensar que ha transcurrido suficiente tiempo como para que una sociedad despertara, pero no hay señales”, dijo Brítez.