Winston Churchill gobernó mientras estaba enfermo, por un tiempo. Así lo hizo también Woodrow Wilson. Pero Hugo Chávez, el presidente socialista de Venezuela, ha llevado el acto de gobernar enfermo a un nuevo nivel. El viernes, cuando la mayoría de los venezolanos partían al carnaval, Chávez ordenó una devualuación in absentia desde su cama del hospital en La Habana, donde trata un cáncer. La última persona en gobernar Venezuela desde el extranjero fue Cipriano Castro, a principios de siglo XX, y no terminó bien. Cuando “el mono de los Andes” viajó a Alemania para un tratamiento de riñón, su gobierno fue derrocado.
La devaluación de Chávez tiene costos políticos. Pero un destino similar al de Castro es poco probable. Sí, la medida era necesaria; eso se hizo notorio en la creciente escasez. Pero la devaluación no corregirá, por sí misma, las distorsiones acumuladas por años de mal manejo. El 32% de devaluación tampoco fue suficientemente alto; el tipo de cambio en el mercado negro sigue siendo tres veces más alto que el oficial. Sin embargo, lo que sí hace es resolver un problema inminente. Debido a que los ingresos petroleros denominados en dólares de Venezuela valen ahora mucho más en moneda local, la devaluación ayuda a cerrar un profundo déficit fiscal.
Este agujero en las cuentas gubernamentales se abrió después de que la máquina chavista aumentó el gasto en un extraordinario 25% antes de las elecciones presidenciales de octubre. Ahora, la cuenta ha vencido, pese a que serán los ciudadanos venezolanos quienes pagarán el costo, a través de la alta inflación. El gobierno, en contraste, tendrá más dinero para gastar. Esto será cómodo para cuando el sucesor de Chávez dispute la próxima elección.
Esos derroches impulsados políticamente no son únicos de Venezuela. Argentina también subió en 25% real el gasto del gobierno antes de la reelección de Cristina Fernandez en 2011. Argentina ahora sufre de un amplio déficit fiscal, alta inflación y un cambio “paralelo” 50% más barato que el tipo de cambio oficial. Esto no es coincidencia. En algún momento, esta situación también deberá ser enfrentada.
En la región, se ha prestado mucha atención a esos problemas. Hace una década, Latinoamérica estaba supuestamente amenazada por una creciente “marea rosada”. Sin embargo, el pragmatismo ha sido la norma. Es cierto, otros países como Brasil y Chile tienen problemas cambiarios también. Pero su tipo de cambio se está apreciando gracias a la abundancia de flujos de capital, no se está devaluando debido a la fuga de capitales. En resumen, están sufriendo los problemas del éxito, mientras la marea rosada se desgasta.