Por John Paul Rathbone/
Jonathan Wheatley
, Londres
Guido Mantega, el ministro de Hacienda de Brasil, reacciona con molestia a la sugerencia de que Brasil sufre de un crecimiento “de vuelo de pollo”, una referencia a la tendencia de la economía de registrar rachas de alto crecimiento seguidas de caídas al suelo.
La economía brasileña es más resiliente que otros grandes países y su modelo de desarrollo económico también es “más consistente”, afirma.
En una posición polémica, dado que la economía brasileña, hasta hace poco la niña bonita del mercado y el “BRIC” favorito de muchos inversionistas, ha pasado desde el auge hasta el casi estancamiento. Se espera que la sexta mayor economía mundial se expanda sólo 1,6% este año, después de 7,5% en 2010. Pese a ello, Mantega dice que Brasil está ahora de vuelta en la senda correcta, pese a las difíciles condiciones globales.
“Estamos tomando medidas para asegurar que el crecimiento sea de largo plazo”, aseguró, pronosticando un regreso a una tasa anual de expansión de 4% para fines de este año, “incluso con Europa cerca de la recesión y la economía estadounidense moviéndose de lado a lado”.
Sea cierto o no, muchos han cuestionado últimamente el modelo de crecimiento de Brasil y se han preguntado cuán sostenible es. En la última década, Brasil se ha beneficiado del auge global de commodities. A nivel local, también ha disfrutado de una explosión del consumo impulsado por el crédito.
Los críticos dicen que estos motores se quedaron sin combustible y, para compensarlo, Brasil se ha volcado crecientemente al Estado, en lugar del sector privado, para proveer el crecimiento. Más aún, Brasil está frenado por un mercado laboral sobreregulado, un sistema tributario altamente complejo y una infraestructura que se desmorona.
Mantega afirma que están mirando a Brasil “a través de un espejo retrovisor” y, además, cuando el Estado actúa es para proveer un impulso contracíclico o para intervenir cuando el mercado falla. Citó el ejemplo de Banco do Brasil, un banco estatal que posee niveles de rentabilidad del sector privado, pero que bajo órdenes gubernamentales recientes redujo los diferenciales de préstamos. Los bancos privados competidores le siguieron rápidamente.
El hombre de 63 años también reacciona ágilmente a las afirmaciones de que el patrón de crecimiento ocasionalmente errático de Brasil es resultado de una intervención estatal ad hoc y que otros países latinoamericanos, como Chile o México, consiguen un crecimiento más consistente con políticas más amigables con el mercado.
“No le llamo a esto vuelo de pollo”, dice, sacando rápidamente una tabla, escrita a mano en un trozo de papel con líneas, que compara el crecimiento de Brasil con el de México en los últimos seis años. Muestra que Brasil promedió 4,2% y México 2,1%. Al menos por esa medida, pese a que es una mirada hacia atrás, Brasil lidera.
¿Qué pasa con el futuro? Mantega asevera que una serie de medidas recientes -desde reducciones en los impuestos a las nóminas hasta tarifas eléctricas menores y un paquete por US$ 66 mil millones para nuevos proyectos de infraestructura impulsados por privados- reducirán el infame “custo Brasil”, el alto costo de hacer negocios en Brasil.
“Esta no es una expresión de deseos. Esto es algo que ya está sucediendo”, afirma. “Continuaremos reduciendo los costos y los impuestos”.
El resultado será una economía más competitiva, un tema que le preocupa a medida que Estados Unidos, Japón y Europa se embarcan en su última ronda de políticas de alivio cuantitativo (lo que en el caso de EEUU se denomina QE, por su sigla en inglés). Esto, sin embargo, tendrá poco efectos en sus economías locales, asegura, pero inevitablemente conducirá a devaluaciones para “empobrecer al vecino” y crecientes tensiones comerciales.
“Si EEUU se queda sólo con el QE”, dice Mantega, “entonces EEUU continuará teniendo un crecimiento modesto. Entre tanto, las economías emergentes sufrirán una reducción de la competitividad a medida que EEUU busca exportar más”.
Este es quizás el asunto más delicado para Mantega. Brasil es a menudo destacado por sus instintos proteccionistas. Este año, promulgó una controvertida reducción de las cuotas de importación de autos mexicanos cuando su industria automotriz local estaba siendo golpeada por altos costos y una moneda fuerte.
Pero la imagen de Brasil como proteccionista es un “mito”, asegura, llamando a esas políticas medidas “de defensa comercial legítimas”. “Tenemos que compensar los subsidios y proteccionismo de otros países” sea China, Corea del Sur o EEUU.
En este punto, saca rápidamente otra nota escrita a mano y dice que otros países han implementado medidas más proteccionistas que Brasil. “EEUU, Europa y el Reino Unido son más proteccionistas”, se defiende. Este, sin embargo, es un ministro de Hacienda al que no le gusta perder. Él mismo había argumentado antes que para la relativamente cerrada economía de Brasil, ”nuestras exportaciones a los mercados desarrollados representan sólo 6% del PIB”, lo que significa que está bien posicionada para capear cualquier crisis.