En América Latina, cada 30 o 40 años, se plantean reformas "profundas" a la legislación y organizaciones para la gestión del agua. Esta situación se debe fundamentalmente a dos razones: cambios en el entorno y vacíos regulatorios.
Por una parte, se debe a la incapacidad de los sistemas de gestión para adaptarse en forma progresiva a los cambios generados por incrementos de demandas de agua, cambios de clima y alteraciones de las capacidades naturales de retención de agua de las cuencas de captación.
Y por otra, a falencias en la aplicación de la ley vigente (muchas leyes sólo se aplican parcialmente), carencia de soporte financiero para mejorar los sistemas de gestión: desde retrasos en la construcción de obras hidráulicas y la operación y mantenimiento de las existentes, insuficiente cantidad de estaciones de monitoreo, necesidad de mejorar los sistemas de información y deficiencias de fiscalización entre muchos otros factores.
Atribuir todos los problemas sólo a la ley vigente de agua ciertamente no ayuda a mejorar la gestión del agua si no se consideran las demás variables. Tampoco sirve tan solo hacer listas de problemas si estos no se asocian a quienes los manifiestan ya que cada cual los expresa según su propio interés.
Personalmente, me parece que es interesante considerar el enfoque australiano cuando decidió modificar su ley de aguas basándose en dos principios: a) Modificar la ley en función de objetivos y metas
preestablecidos (Target Objective y b) Modificar la ley en función de las características de cada región (Regionalised Resources Management Outcomes).
Es de esperar que los amplios debates que se están llevando a cabo sobre el tema permitan que Chile sea capaz de enfrentar la gestión del agua en los límites de disponibilidad.
El país requiere agua para seguir creciendo económicamente, para satisfacer demandas sociales y para conservar lo más preciado para la vida que es su biodiversidad. Ello requiere una gestión fina, adaptación en cada cuenca, ordenamiento del uso del territorio e innovación. También es necesario no olvidar que agua y energía son dos recursos inseparables y que se si se dispone de energía podemos desde convertir agua salada en agua dulce hasta transportarla por largas distancias.