Estamos sumidos en una percepción de crisis política manifestada en la desconfianza y la sensación de falta de conducción, lo que genera incertidumbre. No se trata de una crisis institucional, pero la situación da cuenta de un efecto negativo y perverso al constatar que el ritmo de decisiones tiende a paralizarse y la agenda legislativa y gubernamental hace eco de un clima negativo respecto a expectativas. Tanto encuestas como informes del Banco Central y entidades internacionales dan cuenta de lo mismo. A ello se suma el escenario económico mundial, donde las certezas son pocas.
Chile precisa mantener e incrementar su crecimiento, pero también avanzar en un proceso de industrialización basado en innovación bajo criterios de anticipación y apertura de mercados futuros acorde a objetivos que no sólo surgen de los imperativos naturales de una economía pequeña inserta en la OCDE, reconocida como referente mundial. Eso sería parte de la visión y de donde se deduce la misión.
Las alternativas de superación de este escenario exigen cumplir ciertos criterios estratégicos fundamentales: no exclusión de ningún actor; cooperación, coordinación y diálogo, y negociar sobre bases de confianza y credibilidad razonables.
La institucionalidad se paraliza cuando sus actores no generan relaciones mínimas de confianza que permitan a la ciudadanía otorgar credibilidad al actuar de las autoridades. Se pierde la legitimidad y con ello la agenda nacional queda en manos de los grupos ideológicos más radicales, lo que significa que las alternativas de solución son mutuamente excluyentes, como lo podemos ver con la Asamblea Constituyente.
La polarización tiene como consecuencia la instalación estructural de una confrontación social que normalmente tiende a resolverse por una alternativa populista. Estamos frente a una crisis auto infligida.
Construir diálogo directo, espacios de convergencia y confianza entre actores al interior del Estado (autoridades y partidos políticos) y del sector privado (empresarios y trabajadores), es prioridad. Los temas de encuentro surgen del futuro y de las condiciones necesarias para avanzar hacia los cambios que el país necesita con miras a obtener mayores utilidades políticas, sociales y económicas en el mediano plazo.
El escenario actual incide negativamente en las perspectivas de bienestar social y económico, considerando que el crecimiento es un factor central para mantener tasas de desempleo en los rangos de un país que avanza hacia el desarrollo. Sin embargo, el crecimiento depende directamente de la productividad, y ésta es dependiente de los niveles incrementales de inversión en horizontes de tiempo.