El complejo trance de la UDI para salir de la UTI
En el actual escenario, no existe ni una sola voz al interior de dicho partido, ni tampoco fuera de él, que desconozca la compleja realidad en que se encuentra Pablo Longueira.
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La renuncia de Pablo Longueira a la UDI golpeó fuerte. Como no se trataba de un militante cualquiera, sino uno de sus líderes más emblemáticos -e, incluso, considerado el más potente-, su decisión de abandonar el partido produjo un remezón del que aún muchos no se reponen. Un hecho que jamás nadie imaginó que pudiera ocurrir ni tampoco él, pero que las circunstancias -al conocerse que se le investigaba por posible delito de cohecho- hicieron ineludible. Con su determinación, la idea de Longueira fue tratar de no dañar todavía más a la UDI en momentos en que ésta enfrenta una de las peores crisis de su historia.
En el actual escenario, no existe ni una sola voz al interior de dicho partido, ni tampoco fuera de él, que desconozca la compleja realidad en que se encuentra. Con su imagen desmoronada como consecuencia de que muchos de sus dirigentes han aparecido implicados en los casos de financiamiento irregular de la política, no son pocos los que a estas alturas auguran que si no se enfrenta de manera adecuada este trance, su situación puede ser terminal.
El desafío no es fácil, desde el momento en que la UDI está conminada a iniciar una etapa completamente distinta. Porque aun cuando Longueira estaba retirado de la actividad política, con su partida, a la que se suma el retiro obligado de Jovino Novoa tras su condena por el caso Penta, más el alejamiento de la primera línea de Andrés Chadwick, se pone fin definitivamente al período en que los llamados "coroneles" comandaron el partido, al que llegaron a transformar en el más influyente de la derecha y en el más grande del país.
Con un panorama que dista de esos días de gloria, desde su interior reconocen que la única posibilidad de subsistencia es produciendo un cambio profundo, con un equipo de dirigentes que lidere una renovación de ideas y propuestas acordes con los tiempos que corren, lo que es ampliamente compartido, pero para lo cual aún no parecen estar dadas todas las condiciones.
El difícil recambio
Nadie discute que el golpe letal que recibió la UDI fue tras el estallido del caso Penta, cuando la fiscalía comenzó a investigar los aportes que dicha empresa entregaba a personeros del partido de manera irregular. Pero eso no significa que sólo entonces comenzara su deterioro, como lo confirma que en 2013 perdiera más de 10 diputados de los 40 que había obtenido en la elección anterior, lo que aun cuando se explica en parte por la debacle de la derecha frente a la marea bacheletista, también se adjudica a que dicho partido había comenzado a perder la sintonía con los intereses o demandas ciudadanas, descuidando además su reconocido trabajo en terreno.
Fue al tomar conciencia de esa situación que la UDI optó por remozarse para lo que apostó a un recambio, como fue el que se hizo al elegir presidente a una de sus principales figuras jóvenes, como era el diputado Ernesto Silva. Pero la historia es conocida: precisamente a él le estalló encima el caso Penta, el que pese a que intentó manejar, terminó impulsándolo a renunciar, en parte por sus compromisos personales con dicho grupo.
En un contexto en que la crisis amenazaba con hundir a la UDI, la salida que se encontró fue recurrir al senador Hernán Larraín, al estimarse que por su imagen de seriedad, y honestidad era quien podía tratar de sacar al partido de la situación a que había llegado.
Pero como el propio Larraín ha reconocido, su tarea ha sido compleja, al plantear incluso que el año que le ha tocado presidir la UDI es quizás el peor de su historia, lo que es decidor si se considera que ha enfrentado momentos tan difíciles como fue la muerte de su fundador, Jaime Guzmán, o las acusaciones que recibió en el caso Spiniak.
En una etapa definida de transición, Larraín -junto con intentar ordenar a la UDI- se propuso impulsar un cambio modernizando las propuestas del partido -lo que ha trabajado en este tiempo- en la idea que el proceso fuera consolidado por la generación de recambio a partir de mayo, cuando se suponía que ésta asumiría el mando con el diputado Jaime Bellolio a la cabeza.
Esos planes, sin embargo, cambiaron de pronto, luego de que el propio parlamentario desistiera de competir al menos por ahora. La decisión de Bellolio se debió, en parte, a que no hubo el consenso que él esperaba para que pudiera asumir, puesto que comenzó a generarse una presión entre quienes consideran que dada la actual crisis, es preferible la continuidad de Larraín al menos hasta después de las elecciones municipales de fin de año. Como a esa falta de acuerdo se agregó el estallido de la situación de Longueira, el diputado optó por declinar, al estimar que no era el momento propicio para que el equipo que aspira a dirigir la UDI se hiciera cargo del partido.
Cae Longueira
Fue precisamente cuando estaba instalando en la UDI el debate acerca de qué debería pasar con su conducción, cuando explotó el episodio que culminó con la renuncia de su histórico líder.
Era sabido que Logueira podía enfrentar dificultades, desde el momento en que la fiscalía estaba pesquisando aportes de SQM a personeros de su entorno, pero fue cuando Ciper reveló el intercambio de correos con el ex gerente general de la empresa, Patricio Contesse dando cuenta de que éste habría influido en el contenido de la modificación a la Ley de Royalty para la cual el entonces senador UDI trabajó buscando un acuerdo, lo que cambió completamente el escenario.
El otrora líder de la UDI sabía desde hace un tiempo que era una arista tras la cual estaba el fiscal Pablo Gómez, puesto que lo había citado a declarar por el posible delito de cohecho en más de una oportunidad, por lo que estaba planificando cómo encarar dicha situación, frente a la que estaba dispuesto a salir a defenderse con todo.
Lo que no estaba en sus planes en esos momentos era renunciar a la UDI. Pero fue el fuerte cuestionamiento que recibió desde que se conoció la información, a lo que se agregó la petición desde su propio partido para que explicara lo sucedido, lo que lo impulsaron no sólo a salir a abogar por su honestidad e inocencia, sino a decidir renunciar a la militancia, con el fin de impedir que el partido quedara enredado en tener que estar permanentemente respondiendo por su situación.
En la UDI no desconocen que fue duro asumir la caída de uno de sus próceres, reconociendo que el caso en que aparece comprometido no contribuía a la limpiar la imagen de descrédito en que estaban, pero admiten al mismo tiempo que su gesto -al que calificaron de valiente- fue importante para el partido.
Desde su interior indican que, aparte de la libertad que les dio para tomar distancia -lo que no pocos comparan con el caso de Novoa-, la forma en que se planteó, al expresar con fuerza su disposición a defenderse, fue un aliciente porque infundió el ánimo de que es necesario pelear frente a cuestionamientos que en muchos casos les parecen injustos o, al menos sesgados, en relación a otros partidos que enfrentan situaciones similares.
En esa línea, muchos destacan que el hecho de que anunciara que postularía a regresar cuando se aclarara su situación, fue entendido como un indicio de que él, al menos, no daba por sepultada a la UDI, lo que fue apreciado en momentos en que no se sabe si existe la posibilidad de salir de este trance.
Conducción incierta
Existe consenso en que las dificultades para que la UDI inicie una etapa de recuperación no son pocas. Porque nadie desestima que las situaciones judiciales, incluida la de Longueira pese a su retiro, les seguirán penando, a lo que se agrega el problema que enfrenta respecto a quien conducirá al partido a partir de mayo, tras la declinación de Bellolio a ponerse frente a él.
En este cuadro, todo indica que el senador Larraín ha quedado prácticamente sin más opción que tener que continuar al menos hasta fin de año, por la presión que existe para que lo haga, al considerarse que por sus características, no sólo ha logrado ordenar a la UDI, sino que le ha dado la imagen de seriedad y honestidad que ha requerido en estos momentos difíciles.
El problema es que el propio senador no parece dispuesto, alegando que el compromiso fue llegar hasta mayo que es cuando corresponde el cambio de directiva, por lo que se estaría buscando alguna fórmula que, sin que implique que se haga cargo de todo el poder la generación de recambio, ésta asuma parte importante de la responsabilidad en la etapa que debe iniciarse dentro de dos meses, lo que se espera que quede dilucidado antes del consejo general de este fin de semana.
Prueba de fuego
Como sea, con Larraín si no logra escapar a las presiones o con otro equipo, si es que se logra armar -lo que no se percibe fácil- la UDI deberá enfrentar lo que se considera su prueba de fuego, como serán las municipales, que es a las que se apuesta para saber si dicho partido está en condiciones de dar la pelea para subsistir o morir.
La sensación general en la UDI es que, aun cuando saben que experimentarán una baja, creen que por ser elecciones locales su performance no necesariamente debería ser una debacle, puesto que confían en la estructura que tienen en el país, más el ánimo que le pueda dar el hecho de que es la oportunidad que tienen para no firmar su sentencia de muerte.
De cumplirse tales expectativas, las esperanzas se basan en que a partir de entonces debería iniciarse el proceso de cambio radical tendiente a tratar de sacar al partido de la UTI, a la que ingresó con el estallido de los casos de las platas políticas, que no sólo la afectó por el compromiso de sus dirigentes, sino por la imagen de su concomitancia con el empresariado, pese a que lo que la hizo grande fue su nexo con el mundo popular.