El primer discurso del 21 de mayo del ex presidente Sebastián Piñera estuvo inundado por el desafío de levantar las expectativas a pocas semanas del 27F. Tuvimos en ese entonces un minuto de silencio por las víctimas de la catástrofe. El discurso daba cuenta de 50 mil viviendas de emergencia ya construidas, y reafirmaba el objetivo de crecer en promedio un 6%. Se consideraba que la capacitación de trabajadores era una meta relevante para lograr mejores empleos y remuneraciones, y se anunciaba un fast track para la creación de empresas. Sobre la educación, se proponía aumentar la subvención educacional en el nivel básico con prioridad en los alumnos más pobres y las escuelas con avances concretos en calidad. En salud, terminar con las listas de espera y dar el derecho a lograr atención en el sector público o privado. También se consideraba la implementación del ingreso ético familiar que se estimaba en 250 mil pesos.
No partimos de cero. El discurso de la Presidenta Michelle Bachelet coloca distintos énfasis en una carta de navegación similar, aunque esta vez con mayor sensación de urgencia. Aquellos que piensan que Chile ha dado un vuelco en sus prioridades pueden estar leyendo erradamente la historia reciente. Han pasado cuatro años, con avances destacables en varias dimensiones, pero la tarea se mantiene inconclusa. La reforma tributaria, agenda de productividad y la reforma educacional no son más que herramientas para lograr un objetivo compartido a lo largo de los últimos años: mejorar la calidad de vida de todos los chilenos. Más allá de lo polarizada que luce la discusión política, a última línea los grandes paradigmas se mantienen.
Como su antecesor, la presidenta también tiene la tarea de levantar las expectativas dañadas, esta vez no por un terremoto sino por una desaceleración relativamente generalizada. Ha pasado la bonanza de la inversión minera apoyada por un boom de términos de intercambio, y la economía está más desnuda. Un objetivo de crecimiento en este ambiente habría sido una promesa arriesgada, de ahí que el foco se ha colocado en construir las bases de una sociedad menos segregada y de más oportunidades. Si la educación era un objetivo en el pasado, esta vez los esfuerzos se redoblan. Mejor el capital humano es garantía de mejores salarios y remuneraciones, y polo atractivo de los capitales.
Son tantos los objetivos cuantitativos a nivel sectorial que será difícil evaluar ex post los logros de las agendas propuestas por el gobierno. Ni siquiera tenemos accountability respecto a la recaudación tributaria que se ha planteado como objetivo. En consecuencia, este gobierno pasará a la historia no por sus logros macroeconómicos sino por la capacidad de pavimentar el camino a una sociedad más justa y menos desigual, similar a la aspiración del Dr. King hace 51 años. Buscar un sueño tiene costos que es nuestro deber minimizar. Bienvenido el debate técnico, intenso y democrático. Hagamos juntos el trabajo para lograr el justo equilibrio.