Por Maria Laura Conte
Está convencido de ello Mons. Louis Sako, Patriarca de los Caldeos de Bagdad, que en un encuentro con Oasis Center en Amán, no teme expresarse críticamente sobre la palabra “tolerancia”: «Se acostumbra a hablar de la necesidad de tolerar a los cristianos. Pero ¿qué significa tolerar a uno que es iraquí? Ya estábamos aquí antes del Islam, estamos en Irak también hoy, somos ciudadanos. No pedimos que nos “permitan” vivir en nuestro país. En cambio, al explicar los términos de la cuestión el diálogo se profundiza. Hablan de derechos humanos: pero no existen derechos humanos cristianos o musulmanes, existe una base humana para todos. Por tanto, si los musulmanes llegan a reconocer esto, podemos vivir juntos. Porque la religión seguirá siendo una experiencia personal entre mi Dios, yo y los demás creyentes, y no se explotará con fines políticos. Estoy verdaderamente seguro de que se puede establecer este tipo de diálogo. Si los cristianos comprenden bien el Islam, pueden ayudar a los musulmanes a abrirse, a hacer una lectura más amplia del texto, por ejemplo, insertándolo en el contexto histórico, como hacemos nosotros con la Biblia.
- Por tanto, ¿la cuestión central es el espacio que existe entre tolerancia y ciudadanía?
- El único criterio para una convivencia es la ciudadanía: yo soy un ciudadano, prescindiendo del hecho de que sea cristiano o musulmán. Por esto es preciso separar la religión de la política. Si los musulmanes aceptasen, por ejemplo, eliminar todas las referencias religiosas de la Constitución, en la política, así como en la organización de las relaciones entre los ciudadanos, se acabarían los problemas. Tampoco en el pasaporte u otros documentos hay que escribir “cristiano” o “musulmán”, porque esto crea problemas. De parte de los cristianos, que hoy son una minoría, hay una barrera psicológica: piensan que no se les acepta, que se les “tolera”, que son ciudadanos de segunda categoría. Existen reglas que limitan también su papel político, social, etc. Esto sucede cuando el criterio deja de ser el de una ciudadanía equivalente para todos y la pertenencia religiosa se sitúa en primer lugar.
- ¿Cómo es su relación con los vecinos musulmanes?
- Cuando cayó el régimen, cristianos y musulmanes se encontraron protegiendo juntos las iglesias y las mezquitas. En Kirkuk algunos imanes adoptaron un discurso favorable a los cristianos en su predicación del viernes y si un imán en una mezquita llena de gente dice que los cristianos son ciudadanos buenos y sinceros, esto ayuda mucho. Yo esto lo he escuchado y en algunas ocasiones lo he pedido. A veces capto señales que indican que la mentalidad está cambiando: en televisión, por ejemplo, cuando hay entrevistas entre un imán y un líder cristiano, se habla de diálogo, se presenta el cristianismo de una manera comprensible y no ambigua, esto ayuda. Pienso que podemos cambiar la mentalidad si estamos unidos y contamos con personas preparadas.
- Después de los ataques a las iglesias, ¿cómo van las relaciones con las instituciones?
- En este período no hay ataques contra los cristianos. Ahora vivo en Bagdad, visito siempre las iglesias y se dice misa, aliento a la gente a no tener miedo. “No tengáis miedo”, las palabras de Jesús, las repito muchas veces. Pero esto no se logra sólo con palabras: ayudamos a los cristianos a encontrar una casa, un trabajo y tenemos buenas relaciones con el gobierno y las autoridades religiosas suníes y chiíes. La relación con el primer ministro es buena, vino a un encuentro nuestro. Organicé una cena para todo el gobierno titulada “la cena del ágape”, usamos el cántico sobre la caridad de San Pablo, que escuchábamos por primera vez. Asimismo, hay una buena relación con los ministros parlamentarios, pero mucho depende también de nosotros. Tenemos un rico patrimonio de historia y cultura, durante siglos hemos tenido escuelas, hospitales y monasterios, y podemos dar nuestra contribución a este país. No tenemos que echarnos atrás.
- ¿Y cómo va entre los cristianos de ritos diferentes?
- Estamos unidos, es decir, el ecumenismo es un ecumenismo verdadero, no es formal. Estamos siempre juntos, incluso cuando voy a visitar al primer ministro o al Presidente de la República, me acompañan todos los líderes religiosos que residen en Bagdad, para documentar a las autoridades que estamos realmente unidos. Como prioridad, pues, hemos llevado a cabo un sínodo, hemos elegido a nuevos Obispos fuertes e instruidos. Y tenemos que afrontar juntos el tema de la emigración y de cómo ayudar a la gente a quedarse. He visitado cuarenta aldeas y ciudades en los últimos meses. Hace cinco o seis años estaban vacías, ahora algunas están llenas y la gente está contenta. Se habían marchado a Turquía o a otras zonas del país, ahora han vuelto, hay una vida dinámica, pero necesitan ayuda y nosotros tratamos de ofrecérsela.
- ¿Cómo ve a Siria desde su país?
- Todo está destruido, ahora reina la confusión, la corrupción, no hay seguridad, el país se encamina hacia la división. Si la diplomacia internacional es sincera y quiere el bien de Siria y de Irak tiene que buscar junto con los iraquíes y los sirios una solución política. Hablan de democracia y libertad, pero sólo son palabras, eslóganes. No se puede aplicar o realizar una democracia como por arte de magia.
Los sirios pueden salir adelante solos, no quieren que se les ayude, porque hay demasiadas influencias implicadas: están los americanos, los rusos, Irán, Turquía, Arabia Saudita, Qatar. Yo creo que es posible unir a todas las partes contrarias, hacer reformas y encontrar una solución para integrar a todos en el juego político, sería posible si existiese un grupo neutro -quizá incluso un grupo religioso, o cristiano o musulmán- que no tuviese intereses, que buscase realmente la reconciliación. Esto vale también para Irak, que sigue conociendo muertos y violencia. Cuando me encontré con el primer ministro iraquí y le dije “debemos realizar la reconciliación”, él aceptó y dijo “os aliento” porque nosotros somos independientes, somos desinteresados.
"Lo particular no se opone a lo universal"
Un texto luminoso y valiente. Son los dos adjetivos que nos vienen espontáneamente a la mente al leer la carta que el Patriarca de los Caldeos Luis Sako envió al clero de su Iglesia el pasado mes de mayo, en preparación del Sínodo que se celebró durante el sucesivo mes de junio.
Elegido el 31 de enero de 2013 a la cabeza de la comunidad cristiana iraquí más importante, el Patriarca Sako ya había enunciado su programa en las tres palabras escogidas para su escudo: "Autenticidad, unidad y renovación". Heredero de la tradición siriaco-oriental (tradicionalmente denominada "nestoriana"), pero en comunión con Roma, la Iglesia caldea reúne al 80% de los cristianos de Irak. Sin embargo, si en 2003 -el año de la caída de Saddam Hussein- los cristianos alcanzaban el millón, hoy en el país quedan menos de la mitad. Los demás tuvieron que emigrar a causa de la guerra civil que, con altibajos, en realidad nunca ha cesado en Irak. A esta dificultad general se añade la persecución explícita que los terroristas yihadistas están llevando a cabo, con amenazas, asesinatos y atentados estrepitosos. Pero no todos los problemas vienen del exterior, porque cuando una minoría está bajo asedio, hay una fuerte tendencia a encerrarse en sí mismos. Así los cristianos iraquíes, tras la caída de Saddam, se dividieron según líneas étnicas y lingüísticas, resucitando identidades muchas veces anacrónicas. Es indicativo el hecho que la constitución de 2005 no hable de una «comunidad cristiana», sino de las comunidades «caldea y asiria» como si se tratase de dos realidades étnicas, a la par de los turcomanos o los curdos. Una decisión políticamente suicida, que ha contribuido a debilitar todavía más una presencia que ya afrontaba la dura prueba de la emigración.
Como Arzobispo de Kirkuk, desde el año 2003 en adelante, Mons. Sako ya se había opuesto a la tendencia de "etnizar" las Iglesias orientales, evocando el paradigma del primer período abasí en el cual los cristianos iraquíes se abrieron a la realidad de los conquistadores árabes. Aunque permanecieron firmes en su profesión de fe, es más, compusieron importantes obras apologéticas dirigidas a los musulmanes, estos cristianos dieron una contribución fundamental para la edificación de un humanismo supraconfesional, en primer lugar en el campo de las traducciones del griego, la filosofía y las ciencias. Y precisamente siguiendo este modelo, desde hace años Mons. Sako trabaja para un diálogo islamo-cristiano que hace hincapié en los puntos de comunión y los campos de acción compartida, sin hacer descuentos sobre las diferencias dogmáticas.
En este contexto se sitúa la carta. El texto no se refugia en la evocación del pasado glorioso de la Iglesia caldea, sino que exordia tomando nota de forma clara de la grave crisis en la que se encuentra. Una crisis que, sin embargo, si se reconoce, abre la puerta a una renovación posible, que se inspire en el Concilio Vaticano II y rechace las sirenas del nacionalismo exclusivista. «La Iglesia Católica caldea ha mostrado su apertura hacia todas las naciones y lenguas y lo seguirá haciendo. [...] Actualmente incluye a asirios, árabes y curdos: ¿debemos "caldeizarlos"? ¿Y que decir de los musulmanes caldeos?», se pregunta el Patriarca Sako. Animado por una pasión ecuménica, en primer lugar respecto de la Iglesia asiria de Oriente (gemela de la caldea, pero no unida a Roma), no teme denunciar las deficiencias internas y no cede al chantaje de «tocar la campana en cada momento para demostrar que soy caldeo». Y de este modo introduce una ventada de novedad en la Cristiandad oriental, mostrando que fidelidad a la propia tradición y tensión universal, continuidad con la propia historia y apertura al presente, pueden convivir en una dimensión católica que hay que recuperar siempre.
Martino Diez, Director científico de la Fondazione Internazionale Oasis