Por Bernardita M. Cubillos*
En 1956, Don Carlos Sánchez García de la Huerta, coleccionista de arte colonial sudamericano, escribió una carta en la que dejaba constancia de su legado a la parroquia de Maipú, de lo que llamaba “honrosa y patriótica tradición de la antigua imagen de Nuestra Señora del Carmen, vestida de gala a la usanza española”. El documento era una última pieza de la larga tradición de la mencionada imagen de la Virgen del Carmen, recientemente restaurada, hecha en madera, cuya gran relevancia nacional radica no sólo en ser un testimonio artístico de épocas pasadas, sino en el protagonismo histórico que tuvo en los orígenes de Chile.
Todas las señas parecen coincidir: cartas y fama, una historia transmitida a modo de tradición de padres a hijos, de obsequios y recuerdos pasados guardados por la devoción continuada de los fieles a la Patrona de Chile... La imagen de la Virgen del Carmen mencionada por don Carlos Sánchez en su carta fechada el 5 de diciembre de 1956 sería al parecer la misma que se llevó al campo de batalla por el Ejército Libertador que venció a las tropas realistas en 1818. La misma, también, ante la cual habrían jurado la independencia de Chile los generales Bernardo O’Higgins y José de San Martín. La misma ante la cual habría sido hecha por primera vez la proclama de Patrona de Chile y Generala de sus ejércitos.
De la Cañada a Melipilla
La imagen del Carmen en cuestión perteneció originalmente a la iglesia que los Agustinos tenían en la Cañada, en la esquina nor-poniente con la calle Almirante Barroso. Gran parte de la información de su anterior fama proviene de otro valioso escrito que se encuentra guardado junto a la mencionada carta de don Carlos Sánchez, entre los documentos de donación. Se trata del testimonio fechado también el año 1956 por quien fuera párroco de Nuestra Señora del Carmen de Maipú, en tiempos del primer centenario de la independencia, año 1910, el sacerdote Víctor Barahona. En su carta narra que, radicado él “en la sencilla iglesia de Maipú”, sus feligreses rezan a una imagen de yeso de la Virgen que “los cofrades sacan en mensual procesión por dentro del templo, y una vez al año bien engalanada con flores y banderas, en anda, para pasearla por el polvoroso callejón del 5 de abril”. Fue así, en esas circunstancias, que recibió la noticia de parte del cura don German Gamboa, fundador de la parroquia de Maipú, de que en el Convento de Agustinos de Melipilla “había una imagen del Carmen de mucha historia” y que, “cosa curiosa, la tenían siempre muy guardada y oculta en la sacristía”. Con esos datos, animado con el deseo de conocer la especial figura y de conseguirla para su parroquia, se dirigió el año 1911 al convento:
“De visita en el Convento Agustino me atendió un anciano y bien venerable hermano lego, Bertolo Alvarez, quien sin dificultad me mostró la histórica imagen. Era ella de regular tamaño, cabeza y manos de madera, el cuerpo lo formaba una armazón cubierto con hábito café y adornos de galón; muy sencilla en el conjunto, pero bien conservada”.
El padre Barahona narra que, deseándola como una imagen apropiada para su parroquia de Maipu, consultó al hermano Alvarez:
“¿Por qué no me regala la Virgencita ya que usted me dice que es el dueño? Además muchos aseguran que estuvo en el campo de batalla el 5 de abril de 1818 y por lo tanto sería muy lógico que honrase el templo que en ese mismo campo y por voto solemne se acordó construirle donde se diese la batalla y se triunfase; en Maipú la veneraríamos como se merece...”
Pero Fray Bartolo “que le tenía mucho cariño a su virgencita no accedió por ningún motivo a mi pedido”, relata el mismo. Empecinado en su objetivo, el padre Barahona siguió no obstante ligado a la historia de la imagen -“desalentado pero no vencido”- y continuó averiguando datos acerca de ella. Fue así cómo reconstruyó el camino que siguió esta imagen del Carmen, a partir de su fama y tradición popular, remontándose a su primer lugar de residencia, la iglesia de los Agustinos.
“Supe ahí que la imagen estuvo en la iglesia que los Agustinos tenían por aquellos años en la Cañada en la esquina nor-poniente con la calle que hoy se llama Almirante Barroso; había también en esa iglesia otra imagen más pequeña que tenía alcancía a la entrada de la iglesia. Los padres agustinos de 1912 sostenían que esta imagen grande la llevaron del campo de batalla, porque producido el triunfo fue encontrada ahí mismo. Españoles y patriotas eran devotos de la Virgen del Carmen. La imagen chica se la llevó David Basaure ex-agustinos años después”.
Aunque el padre Barahona fue posteriormente promovido a otra parroquia, se encargó de entregar los frutos de su investigación a sus sucesores. Fue don Luis Bernardo Vadillo quien “tuvo mejor suerte”. Al morir el hermano Alvarez, la imagen de la Virgen que con tanto celo guardaba en la sacristía, fue obsequiada por el Padre Superior a uno de los tradicionales benefactores del Convento de San Agustín de Melipilla, don Carlos Sánchez García de la Huerta. Éste sabía bien el valor del presente, dados sus conocimientos sobre arte colonial, y la misma declarción del Superior:
“Al entregármela me hizo presente que había recibido como tradición de los Padres antiguos de esa Comunidad, que esta imagen fue encontrada en el campo de Maipú, después de la batalla, y ante ella los generales O’Higgins y San Martín juraron la independencia de Chile, y la proclamaron Patrona y Generala de sus ejércitos”.
La imagen recibió culto por años en el fundo Esmeralda de don Carlos Sánchez García de la Huerta, por su familia y los pobladores, hasta que, al vender el predio, su dueño consideró que “en ninguna parte podía guardarse con más honor y recibir mayor culto, que en la iglesia parroquial de Maipú ofrendada por los Padres de la Patria y construida en el mismo sitio de la gloriosa batalla”.
Fue así como se realizó la donación. La Virgen se mantuvo en poder de la entonces Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, antigua Capilla de la Victoria, desde algún punto en la década del ’30. Aunque la carta de don Carlos Sánchez García de la Huerta es del año ’56, queda en ella señalado que la entrega se hizo mientras el sacerdote Luis Bernardo Vadillo Sáez era párroco y lo afirma así también el padre Barahona. Permaneció siendo venerada por los fieles de la zona, como un tesoro oculto a la generalidad del país. En 1974 la iglesia fue demolida para dar paso al monumental Templo votivo de Maipú, y aunque muchos objetos de culto que habían permanecido en la custodia de la parroquia, desde su inaguración en 1892, se extraviaron en el proceso, la imagen de la Virgen afortunadamente se salvó. La parroquia Nuestra Señora del Carmen de Maipú, ubicada a sólo unas cuadras del templo, mantuvo el tesoro en su interior hasta nuestros días.
Fue un robo reportado aproximadamente hace dos años atrás lo que volvió a despertar la atención de los descendientes de don Carlos Sánchez. Se habían llevado al Niño Dios de la imagen y la denuncia venía acompañada de las cartas de donación. Francisco Monge explica que su madre, involucrada desde su infancia con la significación de la imagen, insistió en que no quería que la imagen donada por su padre quedara en el olvido. Se propuso un rescate del tesoro patrimonial, que aunque gozaba de una importante veneración en la zona, se encontraba en un estado que requería una restauración bien estudiada. La policromía original estaba tapada por varias capas nuevas de pintura y los vestidos no habían resistido muy bien el paso del tiempo. El Niño Dios que se había hurtado era una estatuilla de yeso que no pertenecía originalmente a la figura original.
La Corporación de Amigos del Patrimonio Cultural, presidida por Marta Cruz Coke Lagos, se ocupó de convocar a los descendientes de don Carlos Sánchez, quienes en favor del resguardo de la memoria histórico-religiosa y la conservación de los valores de la nación, reunieron recursos para recuperar esta Virgen del Carmen de su ajada condición y devolverla a los fieles perfectamente restaurada. La tarea se realizó en los talleres de restauración patrimonial de la Universidad de los Andes.
Quizá no sea una historia que el público general conozca y muchos se sorprendan al saber, por ejemplo, que la imagen original del voto no se encuentra en el Templo Votivo de Maipú, sino en una pequeña parroquia situada en las cercanías. Sin embargo, aunque desconocida para los chilenos, a través de generaciones los fieles de esta parroquia han guardado la historia de la imagen con celo y conocen perfectamente su significación. Ya en la carta de don Carlos Sánchez, mencionaba él que muchas veces al entrar a ese templo parroquial había observado con agrado que los fieles oraban ante esta imagen, y que a sus pies el señor Cura de entonces había colocado una placa de bronce que aludía “esta antigua imagen histórica“, señalando asimismo el nombre de quien la obsequió a la Parroquia. Hasta nuestros días han sido estos fieles quienes han sabido conservar no sólo la devoción a la Patrona de Chile, sino también el valor histórico de esta imagen primigenia.