Proyecto de conservación y rehabilitación de la antigua Sede Arzobispal de Santiago
- T+
- T-
El 10 de diciembre de 2014, fueron reinauguradas dos obras emblemáticas del Plan Maestro de Conservación y Rehabilitación de la Sede Arzobispal: la Capilla y el Salón de Actos. El plan contempla la rehabilitación del Palacio Arzobispal, su fachada y también las casas del Sagrario. Además, serán restauradas la Sacristía y el Salón de Audiencias. Estas obras concretan el deseo del Arzobispado de retornar a su sede histórica en la Plaza de Armas y devolver su dignidad a esta noble construcción.
Como en toda fundación indiana, cuando se trazó la ciudad de Santiago, se dio principal importancia al sitio donde se levantaría su primera iglesia. Su presencia preeminente debía destacar entre los edificios más importantes, pues marcaría el rumbo de la ciudad, armonizando la vida de la fe con la actividad política y social.
La Corona había destinado para la construcción de la primera iglesia la acera que enfrentaba el lado poniente de la Plaza de Armas, y la mitad de los solares que comprendía la manzana. Allí también se levantaría la casa parroquial.
Veinte años después de la fundación de la ciudad, en 1561, Pío IV creaba la diócesis de Santiago y Rodrigo González Marmolejo (1561 – 1564) –compañero de ruta de Pedro de Valdivia- era nombrado su primer obispo. La casa parroquial pasaba a ser así la casa episcopal. Y con este nombre permaneció hasta 1840, cuando Gregorio XVI elevó la diócesis al rango de arquidiócesis y la casa donde habitaría el flamante arzobispo Monseñor Manuel Vicuña Larraín, recibió en adelante el nombre de palacio arzobispal.
El uso del término «palacio» para referirse a la casa de los prelados, afirma el padre Gabriel Guarda (La Edad Media de Chile – Historia de la Iglesia) deriva del hecho de que, desde sus inicios, la designación de los obispos en América estuvo sujeta al mecanismo del real patronato, por el cual el monarca tenía el derecho de presentar al pontífice el candidato al episcopado que él había elegido. El obispo resultante contaba, por tanto, con el apoyo del monarca, y su casa debía tener la prestancia inherente a su dignidad. Inscritos nuestros siglos coloniales en el esplendor de la reforma católica y de las expresiones artísticas del barroco -prosigue el padre Guarda-, las formas constituían un elemento de insustituible importancia y los obispos de ninguna manera ignoraban estas normas rigurosamente establecidas.
Incendios, terremotos, disputas iban dejando huellas cada vez más visibles en el Palacio Arzobispal, a pesar de dos importantes intervenciones: su reedificación realizada hacia 1630 por el obispo de Santiago, Francisco González de Salcedo (1622 – 1634); y la que realizó Monseñor Manuel Vicuña Larraín (1840 – 1843), solventada en parte con el arriendo de los locales comerciales ubicados en los portales del primer piso del Palacio que, desde 1621, financiaba los gastos que originaba su funcionamiento, aliviando en parte las estrecheces económicas que pasaba la Iglesia.
Sin embargo, mientras la Plaza de Armas ya tenía sus bordes conformados, y la Catedral de Toesca y la Capilla del Sagrario comenzaban a lucir su belleza neoclásica, el Palacio Arzobispal no corría la misma suerte. Ni por volumen, ni por su altura, ni en su estilo colonial, se ajustaba a la noble fachada poniente de nuestra plaza mayor.
Fue el arzobispo don Rafael Valentín Valdivieso (1847-1878) quien dio inicio, en 1848, a las obras definitivas del actual Palacio Arzobispal. El proyecto fue obra del arquit ecto francés François Brunet de Baines, quien muere en 1855 sin verlo concluido. En 1869, retoma la construcción el arquitecto también francés Lucien Henault, terminando, según la idea de su antecesor. El nuevo edificio se levantó con dimensiones impresionantes para su época. Se trataba de un diseño totalmente novedoso, siguiendo las ideas de la prestigiosa École des Beaux-Arts de París, con monumentales fachadas clásicas soportadas por poderosas columnas, inicialmente pensadas en piedra, pero finalmente construidas en un más barato ladrillo, lo que de paso las convierte en una verdadera hazaña técnica que ha resistido hasta el presente todos los ataques sísmicos.
Para fines de la década de 1880, la manzana poniente de la Plaza de Armas ya luce con la grata armonía que hoy conocemos, caracterizada por la unidad de lenguajes: fachada continua y la regularidad en las alturas del Palacio Arzobispal, la Capilla del Sagrario y la Catedral de Santiago.
Hacia fin del siglo XIX, el Arzobispo Mariano Casanova (1886 - 1908) habilitó y ornamentó el Palacio con gusto y elegancia, otorgándole insuperable valor histórico, estético y litúrgico. Es esta imagen la que congrega a quienes trabajan hoy en su rehabilitación.
Siglo XX
El edificio albergó durante años diversas oficinas del Arzobispado hasta que el Arzobispo de Santiago, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, decide trasladarlas a la calle Erasmo Escala 1872. El 17 de enero de 1975, el Palacio Arzobispal fue declarado Monumento Histórico. En 1976, pasó a ser sede de la Vicaría de la Solidaridad que tuvo allí sus oficinas hasta 1992.
En los años que siguieron, el edificio estuvo semi abandonado. Algunas de sus habitaciones fueron arrendadas para oficina, otras, usadas como bodegas.
Restauración
En el año 2003, el arquitecto Gonzalo Donoso, por encargo del Obispo Emérito Sergio Valech, inició los trabajos de despeje y rehabilitación del edificio para que nuevamente fuera sede del Arzobispado de Santiago. Se realizaron entonces los primeros trabajos estructurales, la recuperación de la fachada, la habilitación del ala oriente y la homologación señalética en los locales comerciales del primer piso o basamento, que la Alcaldía de Santiago ha utilizado desde entonces como modelo normativo para otros locales comerciales del sector.
El terremoto de febrero de 2010 paralizó estas labores, las que fueron retomadas bajo la dirección del arquitecto Ignacio Julio Montaner, quien concluyó el reforzamiento y recuperación del ala oriente. El mismo arquitecto, por encargo del Arzobispo Cardenal Ricardo Ezzati, a través de la Dirección de Arquitectura y Construcción del Arzobispado de Santiago y de la Fundación del Patrimonio Cultural y Artístico de la Iglesia, coordinó las restauraciones de la Capilla y Salón de Actos del segundo piso, uno de los conjuntos patrimoniales más valiosos de Chile.
Para esta labor, se ha contado con fondos, en partes iguales, del Programa de Reconstrucción Patrimonial del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes -en los casos de la Capilla y del Salón de Actos-, y del mismo Arzobispado. El resto del plan maestro está acogido a la ley de donaciones culturales.
Trabajos de conservación y restauración en la Capilla y el Salón de Actos
En una primera fase, se ejecutaron los proyectos de conservación histórica de la Capilla y del Salón de Actos.
La Capilla es un ejemplo de la armonía que se puede dar entre el arte, la arquitectura y la fe. En su interior, destacan las representaciones de ocho santos y beatos de América, como San Martín de Porres y la Beata Mariana de Jesús Paredes. Luce también alegorías que personifican conceptos como la Paz, las Letras, la Ciencia. Sobre la tela adherida al cielo, está representado el Sagrado Corazón de Jesús, rodeado de una profusión de ángeles y filigranas doradas.
El mayor daño causado por el terremoto de 2010 se localizó en el cielo de la sala. La tela que inicialmente estuvo perfectamente adherida al entablado de madera del cielo, y toda la representación ideal pintada sobre ella, se había desprendido, generando tensiones, deformando los planos y rasgando las costuras. Lo mismo ocurría en los muros. Fue necesario el retiro de las telas del cielo que, a diferencia de aquéllas de la zona intermedia y del zócalo -intervenidas principalmente donde se encontraban-, se restauraron en el taller que se organizó in situ.
Los trabajos de restauración y conservación estuvieron a cargo de los equipos de Ignacio Julio (arquitectura), Hernán Ogaz (pinturas y vitrales), Gabriela García Huidobro, Horacio Medina (iluminación), Sebastián Alainz (documental) y Elena Losón (edición y archivo), liderados por la restauradora Cecilia Beas. A lo largo del proceso de recuperación, se realizó un minucioso registro visual, con el objeto de resguardar la puesta en valor y habilitación del espacio patrimonial. Este trabajo fue plasmado en el libro Ofrenda y Gracia. Proyecto de conservación y restauración Capilla Sede Arzobispal, dirigido por Cecilia Beas y Elena Losón.
El Salón de Actos comparte con la Capilla una misma ala del Palacio, formando un contrapunto entre la expresiva y colorida Capilla “romana”, y su elegante, solemne y monocromático estilo neoclásico. Los trabajos de restauración y conservación de este valioso espacio fueron ejecutados por el equipo liderado por la restauradora María Eugenia van der Maele. El proyecto consideró la implementación de un sistema de iluminación y un proyecto de interiorismo, así como un acucioso trabajo con las molduras de yeso de los muros, además de la conservación arquitectónica del espacio y la restauración del parquet de raulí y roble cuyo fino diseño elabora fantásticas composiciones en muchas de las cuales es posible distinguir la representación de estrellas en homenaje a las próximas celebraciones del Centenario de la Independencia de nuestro país.
Hoy esperamos la conclusión de la segunda fase del proyecto, a cargo de la Dirección de Arquitectura y Construcción del Arzobispado de Santiago, que contempla la intervención del espacio restante e incorpora, junto al plan de rehabilitación total del edificio, la conservación del Salón de Audiencias, fachadas y Sacristía.
La recuperación de un edificio de la importancia arquitectónica e histórica, y de las dimensiones y el emplazamiento privilegiado de la Sede Arzobispal, constituye un referente en la valoración del patrimonio cultural chileno.
En cuanto al significado espiritual de la intervención que se está realizando, las palabras de Cardenal Ricardo Ezzati lo expresan con exactitud y profundidad:
“Al acometer esta tarea, los ojos se han fijado en la Capilla donde rezaron tanto los Arzobispos de Santiago, como los fieles que acudían a sus dependencias. Esas oraciones que llegaron al corazón de nuestro Dios, quedaron inscritas en las telas y los muros que embellecen el lugar. Y por respeto a esas oraciones y a las muchas que vendrán, hemos querido devolverla a su belleza original.”