El Papa Francisco nos viene a visitar
Con motivo de la próxima visita del Papa Francisco a nuestro país, el último número de revista HUMANITAS está íntegramente dedicado a la persona y obra del Santo Padre. Esta edición, que ya está en librerías, busca profundizar a través de los escritos de más de veinte colaboradores nacionales y extranjeros, el significado de este pontificado. Presentamos dos de los tres editoriales que contiene este número.
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Arzobispo emérito de La Serena
He estado tentado de escribir: “el Papa Francisco nos ‘vuelve’ a visitar”. Pero, todo bien pensado, me quedo con el título sugerido. Esta es la “primera” visita a Chile del Papa Francisco. Y lo recibiremos como tal.
Es que, en el Papa, hay dos hombres: está el sucesor de San Pedro, el 264º, en el cargo; el representante de Cristo en la tierra, el punto de unión de los cristianos del planeta. Hoy es Francisco, ayer era Benedicto, Juan Pablo, o Pío. El hombre cambia, dejando su huella. La presencia de Pedro y su mensaje siguen.
La visita de Juan Pablo II a Chile hace 30 años fue impactante: dejó huellas. La visita de Francisco lo será también y dejará huellas. Pero será diferente: los hombres no serán los mismos, las circunstancias tampoco.
El Papa, en la persona de Juan Pablo II, visitó Chile por primera vez en 2000 años. Y esa precisión de tiempo “por primera vez” nos golpeaba a todos. Chile atravesaba un momento complejo de su historia. Vivíamos en dictadura. Los chilenos estaban divididos por su grado de conformidad o de rechazo del gobierno presente; no sólo por nuestra mayor o menor adhesión a la Iglesia Católica.
La personalidad del Papa, sus palabras; sus gestos de amor; nos llegaban a todos. Por una semana fuimos todos “hermanos”. Casi diría que fuimos todos católicos, o por lo menos, nos sentimos cristianos. El Papa no visitó solamente a los fieles de su Iglesia, visitó al pueblo chileno. El pueblo chileno lo acogió con cariño y con admiración. Era el Papa: sí. Pero, a través del Papa, sentimos la presencia de un Santo. Y la santidad abarca más que la sola pertenencia a una religión determinada, aunque ésta sea mayoritaria. Es la expresión del amor; y el amor une.
Ahora es diferente. El Papa que viene a Chile habla nuestro idioma. Es como nosotros. Es o ha sido por largos años, nuestro vecino. Es uno de nosotros. Tendremos con él una cercanía que nunca tuvimos con un Sumo Pontífice de nuestra Iglesia. Y eso se va a notar.
Algunos especulan que sus visitas a Iquique y Temuco expresarían su disponibilidad para ayudar a solucionar algunas dificultades del momento presente. Sin duda el Papa hará lo que pueda por ayudarnos a superar cualquier conflicto entre dos pueblos hermanados por la geografía y por la historia, por la sangre y por la fe. Ya lo hizo su antecesor Juan Pablo II en nuestro conflicto anterior en los mares del Sur. Y todos quedamos contentos y agradecidos por haber logrado superar un enfrentamiento que pudo haber ocurrido, sin la tan oportuna intervención papal. Ahora también esperamos que, por esta visita, se establezca una nueva relación con los pueblos vecinos y con las razas autóctonas de nuestro país, un clima de respeto mutuo, de fraternidad, de justicia y de hermandad que sea buena para todos.
Pero esto, por muy importante que sea, es efecto lateral. Lo importante para el pueblo católico chileno es recibir al Papa como a Cristo, a quien representa, recibir a Pedro, en la persona de su sucesor legítimo, y en Pedro recibir a Cristo, recibir a Dios. Y abrirnos a Él: dejarle que nos purifique, que nos ilumine, que nos fortalezca, que nos haga sentir la alegría de ser hijos de Dios y de compartir la vida diaria que Él nos trae de parte de Dios.