Una reconversión silenciosa. Empresas energéticas,
automovilísticas o las grandes líneas aéreas de EEUU ya han implantado
estrategias para combatir la dictadura del barril.
La iniciativa parte de los pesos pesados de la industria estadounidense, que ya exhiben estrategias de ahorro energético. No tanto por la
verdad incómoda de Al Gore, que el pasado viernes alertó de la necesidad de “jubilar”
el petróleo y suplir las necesidades energéticas de EEUU con energías
renovables para preservar el futuro de la mayor potencia del mundo. Sino por la
imperiosa urgencia de sobrevivir a la dictadura del crudo, con un barril que ha
llegado a rozar los 150 dólares.
Un reciente estudio de Standard & Poor’s (S&P)
confirma que esta táctica ya ha comenzado. “Una reacción sin demasiada
visibilidad para navegar en medio de la tormenta perfecta”, explica Linda
Rafield, analista energética de la agencia de calificación.
Las líneas aéreas, que en España acaban de pedir el respaldo
del Ejecutivo para evitar despidos por un precio del queroseno que, por primera
vez en su historia, han elevado los gastos energéticos de Iberia por encima de
su factura de personal, y que han obligado a Spanair a iniciar los ajustes de
empleo, también se han visto en EEUU obligadas a adecuar su gestión en tiempos
de crisis.
El carburante para transporte aéreo que, además del valor
del barril depende de costes añadidos, conocidos en la jerga del sector como
crack spread y que han pasado de una banda histórica de entre 5 y 10 dólares a
30 unidades, “ha dirigido a las aerolíneas hacia zonas de turbulencia”, recalca
S&P.
Delta se ha enfrascado en fórmulas capaces de manejar una
factura extra de energía de 4.000 millones de dólares. Todo un reto para la
tercera línea aérea de EEUU, que entró en quiebra financiera en 2005, genera
ingresos de 19.000 millones y cuyos clientes, además, pagan en dólares
infravalorados y se decantan por rutas internacionales. Al alza de tarifas, con
la que recaudará 1.300 millones adicionales, Delta ha incorporado planes de
emergencia. Contratos con aseguradoras para cubrir techos del crudo y luchar
contra la volatilidad del mercado, que le otorga un colchón de 900 millones de
liquidez. O el recorte del 23% de vuelos domésticos junto al repunte del 77% de
los externos, su base del negocio.
El impacto crediticio sobre la gran industria también afecta
a los operadores eléctricos, donde el lema es la diversificación. FPL,
con sede en Florida, ha reducido al 52% sus fuentes de energía fósiles. Y,
además, ha trasladado a los consumidores la cuota verde de esta táctica
medioambiental con el beneplácito de las autoridades regulatorias del Estado.
Otras firmas energéticas, como las petrolíferas, han reactivado su labor
exploradora.
En la
vecina Canadá, el Gobierno de Alberta se jacta de un aumento
de proyectos de prospección del crudo sucio de su subsuelo, de baja calidad, de
68.000 millones de dólares canadienses en 2005 a 163.000 millones del
pasado abril. En el sensible negocio del refino, la compañía Valero,
cuyas instalaciones satisfacen el 16% de la demanda del mercado de EEUU, ha
ganado ventajas frente a sus rivales. Entre otras razones, al aprovechar su
ventaja logística para elevar su cuota con crudo de baja calidad. Además de
poner en marcha mecanismos coyunturales. Valero cortó su refino de gasolina en
el primer trimestre y potenció el diésel para maximizar beneficios. Al tiempo
que rebajó en 300 millones su gasto de capital en 2008 de su presupuesto
inicial de 4.500 millones.