He aquí la mayor pregunta sobre la eurozona: ¿podemos vislumbrar un conjunto de reformas que no sólo sean políticamente factibles y económicamente viables, sino que le permita prosperar? Si es así, ¿cuáles podrían ser?
Ya sabemos que, tal como estaba diseñada, la eurozona no superó su prueba. De ahí toda la improvisación actual. El diseño original creó enormes desequilibrios. Cuando el flujo financiero se secó, esto provocó una ola de crisis financieras y fiscales y dejó un legado inabordable de deuda. Más aún, las fuerzas detrás de esos desequilibrios generaron divergencias en competitividad. Esto también debe ser revisado, lo antes posible.
En respuesta, la eurozona ha desarrollado una estrategia basada en la austeridad fiscal y reformas estructurales. Además, el Sistema Europeo de Bancos Centrales, como prestamista de última instancia, y el Fondo Monetario Internacional y los gobiernos de la eurozona, a través de un temporal Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, y pronto el permanente Mecanismo de Estabilidad Europeo, proporcionaron financiamiento indirecto para las frágiles economías y soberanos. El propuesto rescate de 100 mil millones de euros para los bancos españoles es el último ejemplo de esta estrategia. Pero seguramente no será el último.
¿Funcionará la estrategia? Probablemente no. Como destacan Mark Cliffe y su equipo en ING en un reporte titulado Camino a la Supervivencia, una buena forma de evaluar este desafío es en términos de los desequilibrios externos e internos provocados por los incontinentes préstamos inter fronteras previos a la crisis.
Si se pretende reducir los déficit externos, la demanda interna deberá caer. Si se hace muy rápido, eso elevará el desempleo, posiblemente de manera significativa. En el largo plazo, el alto desempleo, fomentado por reformas pro mercado, haría caer los salarios nominales. Pero eso podría demorar años. Mientras tanto, economías persistentemente débiles darán paso a una montaña de deuda privada vencida, altos déficit fiscales, creciente deuda pública, altas tasas de interés y sistemas financieros extremadamente débiles.
Esta estrategia, entonces, no parece ni políticamente factible ni económicamente viable. Ahora, consideremos las alternativas. Una unión federal, con un gobierno federal que financie el gasto a través de toda la unión, es ciertamente posible desde el punto de vista económico. Tenemos varios ejemplos: EEUU, Canadá, Australia, Suiza. Pero podemos decir con seguridad que, cualquiera que sea la posición en un siglo más, la eurozona está muy lejos de ser capaz de compartir un gobierno como ese.
Una alternativa menos ambiciosa -aunque aún bastante ambiciosa- podría ser una unión de transferencia, por lo que yo entiendo un sistema de transferencias permanentes desde los países miembros ricos a los pobres, tal como ocurre normalmente dentro de un país. Esto es claramente impracticable políticamente. Por sobre todo, no es necesario ni deseable desde el punto de vista económico. Es innecesario que los países pobres registren sostenidamente déficit de cuenta corriente, si los salarios se mantienen en línea con la productividad (como dejó de ocurrir para varios miembros durante el auge previo a la crisis). Es indeseable que los países reciban grandes y sostenidas transferencias netas, porque eso tiende a enraizar su rezago.
Si las actuales políticas parecen poco factibles y se descartan las anteriores alternativas, ¿qué es lo que nos queda? Yo sugiero una combinación de dos ideas: “una unión de seguros” y “una unión de ajustes”. Por unión de seguros me refiero a una que proporcione apoyo temporal y dirigido para países golpeados por un gran shock. Y por una unión de ajustes quiero decir un mecanismo que asegure ajustes simétricos a cambios en las circunstancias, incluyendo, cambios en las condiciones de financiamiento. Ambas son necesarias y, juntas, deberían ser suficientes para asegurar una unión viable en el largo plazo. Estas nociones hubieran sido innecesarias si los miembros originales hubieran sido mucho más parecidos: la unión mínima en ese caso habría funcionado. Pero eso no es lo que existe ahora. Si la eurozona va a mantener a sus actuales miembros, necesita una combinación de seguros y ajustes.
Antes del nacimiento del euro, algunos economistas pensaban que los miembros podrían usar la política fiscal para amortiguar shocks a países específicos. Ahora sabemos que eso no funciona, incluso si (como ocurrió en el caso de Irlanda y España), las víctimas tenían unas finanzas públicas saludables. Enormes flujos de entrada de capitales y burbujas en los precios de los activos abrumaron a la política fiscal. Por esta razón, los miembros no pueden asegurarse a sí mismos contra shocks severos. Los seguros deben ser proporcionados colectivamente, sobre el principio de que todos se benefician de la supervivencia de la unión. Y deben apoyar al sistema financiero y (si es posible) la solvencia fiscal durante una crisis. Pero para que sea realmente un seguro, y no una asignación abierta, deben imponerse condiciones. Diseñar un seguro que estabilice los sistemas financieros y las finanzas soberanas en una crisis es complicado, pero no imposible. Claramente, el respaldo debe ser mayor y más automático de lo que ocurre hoy, sin ser indefinido.
Más importante que los seguros es el ajuste. Los miembros necesitan una oportunidad para recuperar la salud dentro de un plazo razonable siempre y cuando adopten políticas sensatas. Si los miembros -particularmente los grandes- se van a ajustar, hará falta ajustes complementarios en otras partes. Para ser exactos, el necesario regreso a un equilibrio externo e interno en países golpeados por crisis no puede lograrse sin mayor gasto e inflación en el núcleo. El Banco Central Europeo ha sido sorprendentemente complaciente al no reaccionar a una nueva recesión.
A menos que uno piense que la economía mundial pueda lidiar ahora con un drástico giro de la eurozona como un todo hacia el superávit, el reequilibrio debe producirse mayoritariamente dentro de la eurozona. Si este ajuste es bloqueado por una débil demanda y una inflación muy baja en los países del núcleo, las naciones vulnerables quedarán atrapadas dentro de un estancamiento semi-permanente. Eso es prácticamente una garantía de fracaso.
¿Podrá la eurozona hacer las reformas necesarias en el futuro cercano? No lo sé. El tiempo podría no ser suficiente y el enojo demasiado grande. Pero, conceptualmente, parece claro lo que hace falta: un rápido y efectivo movimiento hacia una unión de seguros y ajustes. Eso no es ni una unión federal ni una unión de transferencias. Es una forma de permitir que los países que se mantienen mayormente soberanos compartan una moneda única. No sé siquiera si esto es política y económicamente viable. Pero si no lo es, ¿entonces qué? Y si no es ahora, ¿entonces cuándo?