¿Qué tan mal se ha desempeñado la economía de EEUU bajo el presidente Barack Obama? Ronald Reagan planteó la versión política de esta pregunta en su debate presidencial contra Jimmy Carter en 1980, cuando preguntó: “¿Están ustedes mejor que hace cuatro años?” Esta es, naturalmente, la pregunta que Mitt Romney hace ahora.
A primera vista, la respuesta es: sólo un poco mejor. En el segundo trimestre de 2012, el PIB real fue 5,2% mayor que en el cuarto trimestre de 2008, el último trimestre completo antes de que Obama asumiera. La tasa de desempleo ajustada estacionalmente de 7,8% en septiembre fue la misma que en enero de 2009. Sin embargo, considerando que llegó al cargo cuando la economía estaba en sufriendo los espasmos de una gigantesca crisis financiera, los analistas deben preguntarse si este desempeño es decente considerando las circunstancias, como afirman sus partidarios, o decepcionantes, como señalan sus detractores.
John Taylor, profesor de la Universidad de Stanford, un muy respetado macroeconomista, no tiene dudas sobre la respuesta. En un reciente blog, argumentó que tras las crisis financieras en EEUU suelen producirse períodos de fuerte crecimiento, y que la actual recuperación es una excepción a la regla. Aún más, argumenta, la culpa es de las malas políticas. Cierto, el profesor Taylor es miembro del equipo económico de Romney. Sin embargo, la pregunta permanece: ¿tiene razón? La pregunta es: no. Pero es importante preguntar por qué.
La primera pregunta es si el profesor Taylor está comparando peras con manzanas. En contra de su argumento hay un acuerdo generalizado de que las consecuencias de una crisis financiera sistémica son peores que las de una caída más normal. La investigación de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su libro clásico, “Esta vez es Distinto”, ha dado forma al consenso. La idea también está respaldada por el trabajo del historiador económico Alan Taylor, de la Universidad de Virginia, incluido en un reciente reporte titulado El Gran Apalancamiento.
Reinhart y Rogoff distinguen una “crisis financiera sistémica” como una que se caracteriza por una burbuja de bienes raíces y altos niveles de deuda. Ninguna de estas características precedió a las recesiones de 1973 y 1981, que están incluidas en el trabajo de Taylor. Tanto los precursores como los resultados de la reciente crisis fueron muy diferentes de las caídas de mediados de los ‘70, y comienzos de los ’80 y ‘90. Esto es verdad en relación en cuanto a los precios de las viviendas, la inflación, tasas de interés y deuda.
La segunda pregunta es si la velocidad de la recuperación es una buena medida del éxito. La respuesta es: no. Para entender esto, hay que enfocarse en las crisis financieras sistémicas que comenzaron en 1893, 1907, 1929 y 2007, respectivamente. En su estudio el profesor Taylor se apoya en ensayos de Michael Bordo de Rutgers y Joseph Haubrich del Banco de la Reserva Federal de Cleveland. Sus datos muestran que los períodos de recuperación tienen la misma duración que en contracciones anteriores. Lo que diferencia a la reciente recesión no es la debilidad de la recuperación, sino la de la contracción. La principal razón de porqué la recuperación parece débil es que la contracción fue muy moderada, considerando la escala de la crisis financiera. Ese fue un enorme éxito de las políticas.
En sus respuestas a los profesores Bordo y Haubrich, Reinhart y Rogoff también destacan que la contracción económica tras la reciente crisis fue menor que en crisis sistémicas anteriores. Más aún, cinco años después, el PIB per capita real, en relación a la línea de base, es mayor que en el promedio de crisis sistémicas anteriores. Eso es lo que importa. Una recuperación más fuerte de una caída más profunda difícilmente será un mejor resultado que una recuperación más lenta de una caída más moderada.
La tercera pregunta es si tiene sentido enfocarse sólo en la experiencia de EEUU. El profesor Bordo se ha quejado de que Reinhart y Rogoff agrupan juntos a países “con instituciones, estructuras financieras y políticas económicas distintas”. Pero omite que el EEUU de fines del siglo XIX y comienzos del XX, con el patrón oro, sin garantías de depósitos, sin banco central antes de 1913 y gasto federal mínimo, era tan distinto del país de hoy como los eran Japón o Suecia en los ‘90 o España y Reino Unido hoy. Reinhart y Rogoff tienen razón en ignorar este llamado al excepcionalismo estadounidense. Más allá de eso, limitar el análisis a la experiencia de EEUU también limita el rango de las comparaciones, obligando por lo tanto a los investigadores a incluir muchas recesiones de EEUU que tienen una relevancia menor, a lo sumo, para el necesario foco en la crisis sistémica.
La comparación internacional de Reinhart y Rogoff resulta ser muy reveladora. El desempeño de EEUU en esta crisis ha sido marcadamente mejor que el promedio de los demás países de altos ingresos que fueron golpeados por la reciente ola de crisis bancaria sistémica. Nuevamente, el análisis apoya la visión de que las crisis financieras sistémicas causan recesiones más profundas y prolongadas. Usando una base de datos de más de 200 recesiones en 140 años en catorce países de altos ingresos, Taylor argumenta que la combinación de auge de crédito con una crisis financiera impone “presiones a la baja anormalmente severas al crecimiento, precios y formación de capital durante períodos sostenidos”.
En resumen, no tenemos razones para considerar el desempeño de la economía de EEUU bajo Obama como pobre, considerando las condiciones que heredó. Pero esto no significa que la recuperación no podría haber sido más sólida. Las políticas no dieron suficiente apoyo a la recuperación. Esto se debe en parte a que la administración subestimó las fuerzas de la contracción. Pero también se debe a la oposición de los republicanos a cualquier estímulo. En una economía afligida por la implosión de un enorme auge de crédito, las fuerzas de la contracción estaban destinadas a ser intensas y duraderas. Con las tasas de interés en cero, la efectividad de la política monetaria era limitada. Dado esto, la Ley de Recuperación y Reinversión Americana, que representó un promedio de poco menos de 2% del PIB en los años en que estuvo en vigor, era definitivamente muy pequeña.
El gran logro de las políticas fue limitar la severidad de la recesión post crisis. Y esto se debe en mayor medida a la Reserva Federal y la decisión de evitar un colapso financiero en el otoño (boreal) de 2008. Pero también obedece a las sensatas, aunque limitadas, acciones de la administración. Más aún, en una comparación histórica e internacional, la economía de EEUU se ha desempeñado bastante bien. Enfocarse en la recuperación, olvidando la contracción, es engañoso. Finalmente, la obstrucción de los republicanos en el Congreso jugó un papel considerable en que la recuperación no haya sido más firme. Pero la gran pregunta es: ¿Qué viene ahora? ¿Quién tiene las políticas para asegurar una recuperación firme y sostenida de EEUU? Intentaré responder esa pregunta la próxima semana.