Por Richard McGregor
Chicago
Barack Obama regresó ayer a Washington después de su convincente victoria electoral sobre Mitt Romney, preparado para negociaciones de emergencia con el Congreso respecto al impasse presupuestario que amenaza con enviar a la economía de Estados Unidos a una recesión.
La Casa Blanca y el Congreso enfrentan una inminente crisis en vista del así llamado “abismo fiscal”, una serie de aumento de impuestos y recortes de gasto que entran en vigor en enero y podrían restar varios puntos porcentuales al Producto Interno Bruto.
Acusado por los republicanos de ser un presidente profundamente parcial, Obama prometió en su discurso de victoria que trabajará con el Congreso para reducir el déficit y reformar el sistema impositivo. El republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, también prometió hallar “una base común”, y coincidió con palabras conciliatorias similares del líder del Senado, Harry Reid. “Compromiso no es una palabra. Necesitamos que los republicanos nos ayuden”, dijo Reid.
Obama enfrentará la presión de sus propias bases para mantener su postura e insistir en que todo acuerdo presupuestario elevará ingresos, más que simplemente reducir el gasto. Robert Reich, secretario del Trabajo bajo Bill Clinton, señaló que el presidente no debe considerar la reducción del déficit hasta que la economía vuelva a un crecimiento sólido y la cesantía caiga debajo del 6%. “De otra forma, existe el peligro de seguir a Europa a la trampa de la austeridad”.
Los republicanos aún se niegan a evaluar cualquier aumento de impuestos y muchos rechazan sumar ingresos de cualquier forma, lo que dificulta un “gran acuerdo” en el déficit presupuestario. Boehner dijo que Obama “no tiene un mandato para subir impuestos” y sugirió que la parálisis legislativa actual es un mal momento para negociar un gran acuerdo presupuestario.