Por C. Jones y C. Giles
Londres
El mensaje de ayer de las principales autoridades mundiales de comercio fue claro: los datos oficiales ya no reflejan la realidad de la economía global.
La Organización Mundial de Comercio (OMC) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) presentaron un reporte cuyo enfoque de “valor agregado” destaca la naturaleza fragmentada y global del proceso de manufactura y suma argumentos a favor de más apertura en comercio.
Como la cadena de suministro de productos ahora es con frecuencia global, el éxito de los exportadores no sólo depende de su capacidad de fabricar un producto, sino su capacidad de importar los insumos.
Para los bienes producidos a nivel global, los aranceles actúan como un impuesto a las exportaciones, lo que amenaza la economía y los empleos más que protegerlos. Los aranceles “a la importación de productos intermedios aumenta el costo de producción y reduce la capacidad de un país para competir en los mercados”, señaló el informe.
Los euroescépticos británicos podrían destacar que las cifras de “valor agregado” muestran que los exportadores británicos dependen más de los consumidores de EEUU y menos de la UE que lo pensado anteriormente. Sin embargo, lazos más débiles con Europa podrían dañar su comercio con EEUU. Si los norteamericanos están comprando bienes hechos de partes de otros países europeos, la no membresía de la UE aumentaría el costo del producto final.
Los cambios en el comercio global son particularmente importantes para las empresas más pequeñas lo suficientemente ágiles para beneficiarse de las cadenas de suministro más globales siempre y cuando sus países de origen tengan una política comercial abierta.
“Para competir a nivel global, las firmas necesitan mantener inventarios bajos y aún así responder rápidamente a la demanda, lo que no es posible cuando sus insumos intermedios sufren demoras impredecibles en las fronteras”, señala el informe. La medición de los balances comerciales ha cambiado poco desde David Ricardo, el economista británico famoso por su argumento de que tanto exportadores como importadores pueden beneficiarse del comercio porque los países tienen ventajas comparativas en producir diferentes bienes y servicios.
Sin embargo, cuando Ricardo escribió sobre ventajas comparativas hace casi 200 años, los bienes tendían a estar compuestos de partes de un solo país.
Ahora el proceso productivo ha cambiado radicalmente. Si se mira cómo se fabrica el iPhone, puede verse por qué las medidas más comunes de balanza comercial, basadas sólo en el flujo de bienes y servicios, no reflejan el efecto económico del comercio.
Según una investigación del economista Yuqing Xing, los productos de Apple son fabricados por nueve empresas con base en cinco países, incluido EEUU. Todos los componentes son entregados a Foxconn, una firma taiwanesa con sede en China, que ensambla el iPhone y lo transporta a EEUU.
En 2009, el valor de los componentes fue US$ 172,46. El costo de manufactura de Foxconn fue US$ 6,50. Sin embargo, en las cifras comerciales bilaterales, esto se representó como un crédito de US$ 178,96 a China por cada teléfono.
La participación de Foxconn en la producción del iPhone se registró como un crédito de US$ 2.000 millones en la balanza comercial china, aunque la mayor parte de esta cifra fue transferida a firmas en el exterior, incluido EEUU, donde los fabricantes recibieron US$ 10,75 por entregar partes para cada iPhone.
Bajo el nuevo método, la balanza comercial china tendría un crédito de US$ 73 millones, lo que reduciría el superávit fiscal con EEUU.