Por T. Buck y L. Barber
Después de su primer año en el cargo, Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español, ha sido obligado a romper una promesa de campaña tras otra. Ha recortado el gasto y elevado los impuestos, para la furia de los votantes españoles. El punto bajo ocurrió en junio cuando tuvo que negociar, como mendigo, un rescate de 100.000 millones de euros con la UE para los tambaleantes bancos españoles.
La agitación económica y política ha dejado a Rajoy condenado, pero resuelto. Durante una entrevista en el Palacio de la Moncloa con FT, el jefe de gobierno a duras penas explica por qué está determinado a seguir el curso, y por qué cree que su estrategia está comenzando a dar frutos.
“Es el viejo cliché de que Rajoy nunca toma decisiones. Dicen que a los gallegos les gusta esperar y ver, y dicen lo mismo sobre mí. Pero desde que llegué al cargo reduje el déficit fiscal en una situación en la que estábamos en recesión. Obligué a aceptar reformas estructurales y una reforma en la banca. Me gustaría saber: ¿cómo los que no son gallegos habrían tomado esas decisiones?”.
Los españoles describen a su primer ministro como el típico gallego: reservado, reticente para dar una respuesta clara. El conocimiento popular dice que cuando alguien se encuentra a un gallego en una escalera, no se sabe si él sube o baja.
Rajoy ofrece un fuerte contraste con sus llamativos antecesores: el abierto José María Aznar o el carismático socialista Felipe González. Donde sus críticos detectan indecisión y demoras, Rajoy ve calma y prudencia.
Aunque, con toda su cautela, Rajoy es impresionantemente asertivo cuando dice que la marea económica en España ha comenzado a tranquilizarse. Señala el alza de las exportaciones y la caída de los rendimientos de los bonos, y presume que su reforma al mercado laboral del año pasado ha ayudado a las compañías españolas a ganar competitividad: “Creo que el segundo semestre de 2013 comenzaremos a ver una recuperación, lo que claramente ocurrirá en 2014”.
No todos comparten su optimismo. Los críticos dicen que la incipiente recuperación está siendo impulsada más por la perspectiva de intervención del Banco Central Europeo que por el espíritu reformista del gobierno de Rajoy.
El jefe de gobierno rechaza esa afirmación, pero es exagerado en sus elogios a Mario Draghi, el presidente del BCE, cuya promesa de “hacer lo que sea necesario” para defender al euro fue vista como un punto de inflexión en la crisis de la eurozona. Ahora, acota Rajoy, cualquier duda sobre el futuro del euro es “historia”.
Draghi anunció en septiembre un nuevo programa que permite al BCE comprar bonos gubernamentales, en el mercado secundario, el OMT (ver recuadro). Hasta ahora, Rajoy no ha hecho la petición de activarlo.
Los economistas dicen que su reticencia ha sido más costoso para el Tesoro español y las firmas endeudarse, retardando la recuperación.
“La gente podría decir que no estoy en lo correcto al no entrar al OMT. No me preocupa... tomamos una decisión que fue correcta para España”.
Signos positivos
El cambio en el sentimiento del mercado sugiere que está no se equivoca, por ahora.
Hay otros signos positivos: las exportaciones españolas están subiendo, desafiando la desaceleración económica en muchos de los socios comerciales clave del país. La cuenta corriente se ha movido hacia el superávit, y los costos laborales han sido aplanados – un resultado de fuertes recortes en empleo y sueldos estancados.
De hecho, España fue la única gran economía en la UE en donde hubo una caída en costos laborales por unidad entre 2009 y el año pasado, una tendencia que no ha pasado desapercibida en las salas de directorios a lo largo del continente. Fabricantes de autos como Peugeot, Ford y Renault han anunciado que expandirán o mantendrán su producción en España a pesar de los cierres en otras partes de Europa.
Estos puntos brillantes, sin embargo, aparecen frente a una deprimente – y en proceso de deterioro – economía y mercado laboral.
Rajoy reconoce que el desempleo se mantiene como “el problema más importante” de España , pero insiste en que la reforma del mercado laboral que impulsó el año pasado ayudará. La legislación facilita que las firmas se aparten de acuerdos colectivos de salarios, permitiendo acuerdos más flexibles a nivel de fábricas. También facilita y hace más barato despedir a trabajadores con contratos fijos, un cambio largamente demandado por los empleadores españoles.
El problema separatista
La continua crisis económica de España dominará el resto del periodo de Rajoy. Pero él enfrenta por lo menos otro desafío de enormes proporciones: Cataluña.
En los últimos meses, ha surgido un sentimiento separatista en la región económica más importante de España, elevando los temores de que el gobierno de Barcelona y Rajoy están destinados a una batalla constitucional cataclísmica.
“Una cosa que no le puedes pedir a un jefe de gobierno es que se rinda sobre su propio país”, dice Rajoy, sugiriendo que la idea de España sin Cataluña es inconcebible.
Si bien evita la retórica incendiaria hacia Barcelona usada por algunos de sus ministros, Rajoy no deja duda de que él considera la unidad nacional como no negociable.
“La unidad de España viene desde hace cinco siglos. Este es el país más antiguo de Europa”, afirma, insistiendo en que los españoles, incluidos los catalanes, están “unidos por muchas cosas”. Muchos catalanes ofrecen una interpretación radicalmente diferente de la historia española, e insisten que Cataluña siempre ha sido una nación – y un pueblo – separado.