Barcelona
Durante décadas la empresa de Luis Suárez ha fabricado trajes de baño en la región española de Cataluña, los que orgullosamente llevaban la etiqueta Hecho en Barcelona. “Siempre fue un punto que generaba ventas. Barcelona significaba calidad, moda y prestigio”, afirma Suárez.
Pero desde los eventos tumultuosos de los últimos dos meses –violencia en las calles de la capital catalana y un intento frustrado del gobierno regional de declarar la independencia unilateral- el director ejecutivo de Kuny dice que Hecho en Barcelona no es la marca que era.
“Las recientes ridiculeces han pesado sobre el prestigio de la ciudad”, plantea Suárez, temiendo que la reputación de Barcelona pueda deteriorarse aún más si los partidos pro-independentistas ganan la elección regional en Cataluña el 21 de diciembre. Desde la próxima temporada, algunos de los productos de Kuny llevarán una etiqueta diferente: Hecho en España.
Este tipo de juicios son potenciales presagios de tiempos difíciles para Barcelona, después de décadas –quizás desde que fue sede de los Juegos Olímpicos en 1992- en que la ciudad ha pasado de un éxito al otro. Es el hub urbano de la región más rica de España, domicilio de grandes industrias editoriales, farmacéuticas y de manufactura; se jacta de uno de los principales equipos de fútbol del mundo y se ha vuelto un mielero cultural que atrajo a 32 millones de visitantes el año pasado. Barcelona también se ha convertido en un centro de capital de riesgo, recibiendo la mitad de las inversiones totales de España en start-ups el año pasado.
Punto de quiebre
Pero esta rica ciudad global ha sido degradada por dos meses de convulsión política. Esta empezó el 1 de octubre con un referéndum regional ilegal sobre la independencia catalana, que provocó una acción violenta de la policía española para detener la votación. Un mes después, el Parlamento catalán intentó separarse unilateralmente de España. El gobierno de España se vio forzado a despedir a los ministros catalanes y disolver el Parlamento regional para restaurar el orden.
El impacto en la vida de la ciudad se sintió rápidamente. En las semanas posteriores al referéndum, más de 2.500 compañías trasladaron sus sedes legales fuera de Cataluña, partiendo por grandes bancos que estaban empezando a sufrir de corridas de depósitos.
El turismo también fue golpeado, con el número de visitantes bajando un 4,7% en octubre, según datos de la agencia gubernamental de estadísticas publicados el miércoles. Los números subieron en el resto de España.
Quizás todavía más problemáticas son las quejas de que el tejido social de la ciudad quedó dañado, haciendo de Barcelona un lugar más tenso, introvertido y menos agradable para vivir y trabajar. Los residentes cuentan historias de familias y amigos que se pelearon por el tema independentista.
“Yo ya no hablo con mi hermano sobre política”, dice Isabel Coixet, la destacada directora de cine radicada en Barcelona. Como una figura pública en Cataluña conocida por estar en contra de la independencia, Coixet dice que ha sufrido repetidamente abuso en la calle de los activistas proindependencia, con algunos llamándola “fascista”.
Los políticos pro y antiindependencia se culparon unos a otros cuando Barcelona fracasó en noviembre en su apuesta por ser el próximo anfitrión de la Agencia Europea de Medicamentos, el cuerpo de la Unión Europea forzado a salir de Londres por el Brexit.
Incluso las luces de las fuentes de la ciudad se han convertido en un motivo de controversia, con la autoridad electoral de España diciendo que teñirlas de luces amarillas indicaba el apoyo a la independencia y por lo tanto ya no estaba permitido.
Esperanzas
Mientras tanto, algunos turistas –también quizás disuadidos por un ataque terrorista en agosto, cuando se usó una van para atropellar a una multitud en la vía pública peatonal más conocida de la ciudad- todavía dudan si visitar la ciudad. “Estuve nerviosa de venir aquí”, dice Jane Deli, que estuvo en Barcelona con algunos amigos esta semana. “Pensé que todavía podrían haber problemas”, reconoce.
Algunos argumentan que el golpe a la reputación de la ciudad va a ser de corto plazo y que Barcelona se recuperará como otras ciudades de Europa lo han hecho después de eventos traumáticos como ataques terroristas. Y mientras miles de empresas han trasladado sus domicilios legales fuera de Cataluña, ningún grupo grande ha cambiado sus sedes físicas, que son mucho más importantes para los empleos y gastos.
Pero algunos analistas y líderes empresariales dicen que mucho depende de lo que pase en las elecciones del 21 de diciembre, convocadas después de que el gobierno central de España suspendiera la autonomía regional como consecuencia del intento independentista catalán. Si los votantes catalanes eligen otro gobierno proindependentista que siga las mismas políticas, podría haber un golpe todavía mayor a la reputación de Barcelona, dicen algunas figuras empresariales.
“El turismo y la economía de Barcelona deberían recuperarse bastante rápido siempre que tengamos un gobierno estable trabajando dentro de la ley”, dice Javier Faus, director ejecutivo del grupo de capital privado Meridia Capital radicado en Barcelona y exvicepresidente del club de fútbol Barcelona. “Pero si se repiten las políticas de hace dos meses, con el gobierno tratando de declarar la independencia, podría dañarnos por cinco o diez años”.
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