La industria de las aerolíneas comerciales celebró su centenario este año: en 1914, el primer vuelo comercial del mundo cruzó la bahía de Tampa, Florida. Sin embargo, parece que después de 100 años, muchos pasajeros y algunos ejecutivos de aerolíneas todavía no saben comportarse.
En agosto, un vuelo de United Airlines entre Newark y Denver tuvo que aterrizar en Chicago después de que una pasajera arrojara agua a un hombre que estaba usando un protector para las rodillas para evitar que ella reclinara su asiento.
Este mes, viajeros chinos, molestos por sus asientos en un vuelo de Thai AirAsia, le lanzaron agua caliente y fideos a un asistente de vuelo y amenazaron con hacer explotar el avión, informó Associated Press.
Y Cho Hyun-ah, vicepresidenta de Korean Air e hija del presidente de la empresa, tuvo que dimitir después de ordenar que un vuelo volviera a la terminal en Nueva York porque estaba enfurecida debido a que un sobrecargo le sirvió nueces de Brasil en una bolsa y no en un plato.
En su reunión general anual, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) llamó a que se tomen medidas con respecto al "aumento de la cantidad de percances a bordo de aeronaves".
¿Acaso volar se ha vuelto realmente una actividad tan incivilizada? IATA insiste que sí: los informes de sus aerolíneas miembros muestran un aumento de casos con pasajeros insubordinados desde 2007. Los datos parciales de 2013 muestran que hubo más de 8.000 percances.
Sin embargo, las cifras de IATA se basan en informes voluntarios que presentan aerolíneas alrededor del mundo. El aumento de la publicidad de este tipo de incidentes podría haber motivado a las compañías aéreas a reportar más casos.
Las cifras incluyen no sólo los desórdenes más graves, como las confrontaciones físicas con miembros de la tripulación u otros pasajeros, sino las violaciones a las reglas de no fumar y negarse a abrocharse los cinturones de seguridad.
Las cifras de la Administración Federal de la Aviación (FAA) de Estados Unidos no muestran un aumento en el mal comportamiento de los pasajeros. La FAA dijo que recibió 167 informes acerca de pasajeros que interfirieron en las labores de los tripulantes en 2013, muy por debajo del peak de 330 en 2004.
Eso no hace trivial la gravedad de los altercados que se producen. El hecho de estar encerrado en un avión significa que cada pasajero desordenado afecta a cientos de otros.
Si la señora Cho se hubiera comportado así en la sede de su aerolínea, hubiera molestado solamente a un pobre empleado en lugar de controladores aéreos, planificadores de aeropuertos y 250 pasajeros. Desviar un avión en pleno vuelo a causa de un pasajero fuera de control puede costar hasta US$ 200.000.
Para combatir el problema, la IATA ha pedido a los gobiernos que ratifiquen el Protocolo de Montreal, elaborado este año con el fin de actualizar el Convenio de Tokio de 1963. El nuevo protocolo facilita el procesamiento de los acusados en el país donde está basada la aerolínea, el país de destino o el tercer país al que se desvió el avión. Tiene razón; se debe castigar a quienes interrumpen los vuelos.
Sin embargo, lo verdaderamente interesante de estos 100 años de la aviación comercial no son las interrupciones, sino lo bien que se llevan los pasajeros y los miembros de la tripulación.
Cada día, millones de personas que no se conocen entre sí se sientan en asientos estrechos, la mayoría con sus codos tocándose y sus rodillas apachurradas contra asientos potencialmente reclinables.
A lo largo del vuelo, los movimientos de los pasajeros están restringidos a la caminata ocasional por pasillos estrechos hasta los baños, y para ello tienen se enfrentan con carritos de bebidas y otros pasajeros. Duermen en compañía de desconocidos. Se alimentan de acuerdo con el horario de la línea aérea, no los suyos. Los fumadores se ven privados de la nicotina.
El año pasado, 3.100 millones de personas volaron por el mundo, lo que equivale a casi la mitad de la población del planeta. Esos 8.000 pasajeros agresivos o indisciplinados, por más desagradables que puedan ser, llenarían menos de la mitad del Madison Square Garden de Nueva York o el O2 Arena de Londres.
Que casi todos los otros miles de millones de pasajeros se lleven tan bien es un tributo, en este centenario, al buen manejo de las aerolíneas y a la decencia y moderación de todos ellos.