La Unión Europea está en una era de transformación. Mientras tanto, el Reino Unido - o quizás sólo Inglaterra - se dirige hacia la salida. La eurozona está siendo forzada hacia “más Europa”, mientras el Reino Unido quiere menos Europa. La opción sensata para el Reino Unido es esperar y ver qué sucede. Sin embargo, sus políticos podrían no estar dispuestos, o carecer del permiso, para ser pacientes. Por lo tanto, probablemente sus socios también pierdan la paciencia. Para ambos, el divorcio parece ser la mejor solución.
El Reino Unido nunca ha sido un miembro entusiasta. Cuando Harold Macmillan buscó unirse en lo que se convirtió en la UE, hace medio siglo, lo hizo porque no veía alternativa: pensó que si el Reino Unido no podía evitar la integración del continente, debía unirse a él. Charles de Gaulle vetó la solicitud en 1963. Hoy muchos europeos continentales deben coincidir con el líder francés en que el Reino Unido es incapaz de ser un miembro comprometido del club.
En consecuencia, en 1973, el Reino Unido se unió en lo que se dijo a su pueblo sería una Comunidad Económica Europea. Pero siempre fue más que eso. Con el tiempo, las aspiraciones continentales quedaron más claras y mayor fue el malestar de los conservadores ingleses, alguna vez los más pro-europeos de los dos grandes partidos. El Reino Unido quedó fuera de la unión monetaria, en parte debido al amplio escepticismo sobre la economía, pero aún más por la hostilidad a la política. Los escépticos apuntaron a estas implicaciones. Quedó claro que tenían razón en ambos puntos. Y lo saben.
Ahora viene el momento transformacional. Si la eurozona va a sobrevivir, tendrá que optar por más integración económica y política. Todos saben ahora que el diseño inicial falló. En una unión monetaria, los flujos de capital, desequilibrios de cuenta corriente, fragilidad financiera, competitividad divergente y política fiscal son de interés común. Normas más estrictas no son suficientes. Los miembros también deben ofrecerse seguridad los unos a los otros. De otra forma, las dudas sobre la durabilidad de la unión llevarán a la desintegración. Por eso el Banco Central Europeo se ha visto obligado a comprar bonos soberanos de países bajo presión.
El plan que emerge ahora es una “unión bancaria”, que significa estándares y procesos comunes para la supervisión y resolución, junto a una “unión fiscal” aunque sea limitada, lo que implica tanto reglas más duras como mayor apoyo en una crisis. Estos grandes cambios en la toma de decisiones desde los países miembros a la eurozona como un todo exigirá mayor integración política. No está claro qué forma tomará esto, pero la dirección del cambio no puede variar.
Un escenario posible es que la eurozona resuelva su crisis aceptando mayor integración económica y política. La alternativa posible opuesta es que no lo logre y se quiebre totalmente o en parte. Nadie sabe qué posibilidad se materializará ni de qué forma será. Todos podemos apostar sobre la posibilidad de cada alternativa. Todo lo que sabemos es que ni la sobrevivencia ni la desintegración son seguras.
Asumamos, por ejemplo, que emerja una eurozona más integrada, con una unión bancaria bajo control del BCE. Eso tendría fuertes implicancias para el Reino Unido. La peor, desde la perspectiva británica, es que la eurozona acordaría regulaciones financieras y las impondría al resto de la UE. El Reino Unido podría verse permanente en minoría. La eurozona buscaría garantizar que el Reino Unido no evite sus regulaciones. Además, esta postura común de la eurozona podría ir más allá de la regulación financiera, a medida que se profundiza la integración de la eurozona.
Si esto sucede, el Reino Unido puede evaluar varias opciones radicales. Podría permanecer adentro, claro. También pasar al Área Económica Europea. Esto lo privaría de votar en el mercado común, pero para entonces podría considerar que de todas formas su voto no cuenta para nada. Si esto pudiera acordarse - algo difícil dado que los miembros actuales son países pequeños como Islandia, Noruega y Lichtenstein- le ahorraría al Reino Unido los costos de participar en una política agrícola y dejarlo fuera de su política pesquera, ambas potencialmente muy populares.
Sin embargo, el Reino Unido continuaría contribuyendo a los costos asociados con el mercado único. Si incluso esto fuera muy oneroso, podría volver a unirse al Área de Libre Comercio Europeo, con Suiza, quedando así fuera del mercado único. Más allá de eso, podría dejar todo y depender de sus derechos en la OMC. El elegir entre estas alternativas y luego negociar sobre ellas con los miembros sería un gran negocio.
Pero no es necesario preocuparse del futuro. Nada de esto necesita decidirse ahora. El Reino Unido es un espectador del drama de la eurozona. Su política prudente es para mantener sus opciones abiertas hasta que el resultado sea más claro.
La pregunta es si la política doméstica permitirá ser tan razonable. Una combinación de euroescepticismo tory con el oportunismo laborista está generando una batalla por el presupuesto de la UE, en el que el Reino Unido aislará virtualmente cualquier otro miembro. Cada vez más, el Reino Unido es visto como un miembro de un club cuyas reglas rechaza y normas desprecia. Un deseo de repatriar los poderes es un rechazo a las reglas existentes. Una negación a comprometerse es un rechazo de las normas del club. Los británicos entienden la necesidad de unirse a un club. La extravagancia es generalmente aceptable. El obstruccionismo no lo es.
La relación entre una eurozona introvertida, tratando de resolver sus problemas, y un Reino Unido tratando de ser más distante, será difícil. Siempre fue probable que la consecuencia a largo plazo de la creación de la eurozona sería una UE en la que el Reino Unido, o al menos Inglaterra, sentía que no encajaba (Escocia podría decidir dejar Inglaterra por lo que puede permanecer en la UE). Ninguna decisión necesita ser tomada aún. Pero la política del Reino Unido podría no permitirle ser un paciente y cooperativo espectador.
Mientras crece una innecesaria irritación por temas relativamente sin importancia, el Reino Unido podría ser conducido a un referendo sobre la membresía, aunque ni así las opciones e implicaciones serían claras. Ese referendo podría llevar hacia la salida. ¿Disfrutaría, al menos, Inglaterra de estar en una isla mar adentro distante de una Europa unida? Lo dudo totalmente. Pero ese resultado ya no parece lejano.
Varios europeos continentales deben ahora estar de acuerdo con Charles de Gaulle de que el Reino Unido es incapaz de ser un miembro comprometido del club.