EEUU enfrenta enormes desafíos, en casa y el exterior. Pero su posición fiscal no es uno de ellos. Esto suena controvertido. A juzgar por el debate en Washington, uno podría concluir que el gobierno federal está a punto de quebrar. Esto es falso. Sí, EEUU enfrenta desafíos fiscales en el largo plazo, pero estos son causados mayormente por los crecientes costos de su ineficiente sistema de salud. Sí, EEUU está sumido en un furioso debate sobre su política fiscal, pero debido a una disputa filosófica sobre el rol del Estado. Sí, ha estado sufriendo enormes déficits fiscales en el corto plazo, pero son el resultado de la crisis financiera.
Comencemos, entonces, con las perspectivas de mediano plazo. En un artículo de este mes del Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas, Richard Kogan argumenta que “las autoridades pueden estabilizar la deuda pública en la próxima década (…) con US$ 1,4 billón (millón de millones) en ahorros adicionales de déficit”. La explicación para este mejorado panorama a mediano plazo es una combinación de recuperación económica y medidas políticas, en particular la ley de Control Presupuestario de agosto de 2011 y la ley de Alivio Tributario de este mes. Además, debido a los ahorros por pago de intereses, las autoridades podrían alcanzar esta reducción del déficit con sólo US$ 1,2 billón en ahorros adicionales, apenas 0,6% del PIB esperado.
Según estos supuestos, el ratio de deuda versus PIB se estabilizará en un 73%. ¿Sería esto insoportable? No. Con las actuales tasas de interés, el costo sería cercano a cero. Incluso si la tasa de interés real sube a 3%, el costo fiscal real sería de apenas 2% del PIB.
Ahora, consideremos el largo plazo. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) destaca en su Previsión Presupuestaria de Largo Plazo de 2012 que “si las leyes actuales siguen vigentes, el gasto en los principales programas federales de salud crecerá de más del 5% del PIB en la actualidad a casi 10% en 2037 y seguirá incrementándose después. Se proyecta que el gasto en seguridad social crezca menos, desde 5% del PIB actual a más de 6% en 2030 y las décadas posteriores (...). Sin un aumento significativo en los ingresos federales, dicho crecimiento en los gastos llevará a la mayor carga de deuda que EEUU haya experimentado nunca”. Para ser preciso, bajo el supuesto de que el ingreso se mantiene en 18,5% del PIB, apenas por encima del promedio los últimos 40 años, la deuda pública podría alcanzar el 200% del PIB en 2040.
Entonces, en el largo plazo el gobierno debe subir la recaudación sobre el promedio histórico; desacelerar los crecientes costos de la salud, o, lo más probable, hacer algo en ambos frentes. Para los no-americanos, ninguno debería ser difícil debido a dos características destacadas de la economía contemporánea de EEUU: extrema desigualdad del ingreso y la ineficiencia en salud.
En primer lugar, la CBO destaca en otro documento que “la participación del ingreso total del mercado del 1% más rico de la población se más que duplicó entre 1979 y 2007, pasando de 10% a más de 20%”. Gravar a estos grandes ganadores un poco más agresivamente parece ser una medida políticamente obvia.
En segundo lugar, detrás de estas previsiones se encuentra una dramática perspectiva para el gasto público y privado en salud, que crecería de “un actual 17% del PIB a casi 25% en 2037”. EEUU ya gasta más en salud que otros países ricos. En 2010, su gasto en salud fue 17,6% del PIB. El segundo país en gastar más, Holanda, llegó a sólo 12%. Incluso el sector público de EEUU gastó una mayor proporción del PIB que el Reino Unido, aunque la expectativa de vida fue de apenas 78,7 años frente a 80,6.
Esto nos lleva a una disputa filosófica. Una parte del espectro político está fuertemente ligado a la idea de que los impuestos deben disminuir. Allí algunos argumentan que todo gravamen es un robo, que destruyen incentivos o que todo apoyo estatal mina la autodependencia. En tanto, en el otro lado creen de manera igualmente fuerte en una red de seguridad que cubra riesgos vinculados a la salud, la edad y el desempleo. El presidente Barack Obama defendió esta posición en su discurso inaugural.
En la práctica, el equilibrio político tiende a incluir los compromisos con el gasto, pero no los compromisos con los ingresos. A la larga, hay que hacer ajustes. Es improbable que el resultado sea una explosión de la deuda. Mucho más probable es una tributación algo superior y un recorte algo más fuerte, en particular en salud. Este es el único acuerdo plausible. No hace falta decir que entrar en default ahora, con el fin de evitar una hipotética bancarrota en muchas décadas, sería una locura.
Finalmente, ¿qué hay que hacer? La respuesta parte por reconocer la realidad. Si uno mira atrás, hacia la explosión de déficits en 2008 y 2009 se ven tanto recortes dramáticos en la recaudación fiscal como fuertes aumentos en el gasto, ambos vinculados directamente a la crisis financiera y posterior recesión. Desde 2009, el gasto federal real ha estado plano. La recaudación ha sido altamente cíclica desde 2000 pero sin una tendencia clara. Los enormes déficits fueron el resultado de una crisis y decisiones inesperadas para sostener rápidos aumentos en el gasto real en medio de una menor recaudación fiscal.
Otro legado de la crisis ha sido un enorme aumento del superávit financiero consolidado en el sector privado (balance entre ingreso y gasto, como participación del PIB). El déficit fiscal es la imagen espejo de esta aumentada prudencia privada. El riesgo es que un acelerado rigor fiscal, en un momento de tasas de interés cero, deprima la economía más que mejorar el producto fiscal. Esto se debe a que los multiplicadores fiscales son particularmente altos en estas circunstancias, como ha dicho el FMI. El momento del ajuste fiscal, entonces, es cuando la economía está fuerte.
El gobierno federal no está al borde de la bancarrota. Cuando mucho, el ajuste ha sido excesivo y demasiado rápido. La posición fiscal tampoco es el desafío económico más urgente. Es mucho más importante fomentar la recuperación. Los desafíos en el largo plazo son elevar los ingresos mientras se reduce el costo de la salud. Mientras tanto, gente, mantengan la calma.