En 2013 se cumplen 500 años desde el descubrimiento europeo del Pacífico, luego de que Vasco Núñez de Balboa fuera atraído por la promesa de un cacique de “otro océano, lleno de oro”. La semana pasada, cuatro de las economías de más rápido crecimiento de Latinoamérica renovaron su búsqueda por el oro del Pacífico, firmando un pacto de “integración profunda”. México, Colombia, Perú y Chile, con un PIB combinado de US$ 2 billones (millones de millones), dijeron que la alianza los ayudará a expandir su comercio con Asia. Es otra señal de cómo el epicentro económico mundial se está alejando del Atlántico.
El pacto se firmó, simbólicamente, en uno de los telescopios espaciales más poderosos de la Tierra, en el desierto de Atacama.
En las últimas dos décadas hubo muchas conversaciones sobre integración regional, pero muy poca acción. El bloque comercial Mercosur, formado en los ’90 por Brasil y Argentina, se hunde a medida que ambos países responden a problemas económicos refugiándose tras barreras comerciales. En tanto, la Comunidad Andina ha sido en parte desmembrada por la socialista Venezuela. La Alianza del Pacífico, con sus negociaciones sobre libre tránsito de bienes, capital y mano de obra, es un regreso al espíritu liberal del pasado: un grupo de países que creen que la mejor ruta hacia el desarrollo son los mercados abiertos, la inversión extranjera y el libre comercio. Potencialmente, también establece un contrapeso regional frente a Brasil.
En muchas formas, los políticos están simplemente poniéndose al día con las empresas. Los retailers chilenos operan en Colombia y Perú; las empresas colombianas de servicios básicos en Perú; las compañías mexicanas en Colombia; y LAN, la aerolínea chilena, en todos lados. El nuevo pacto, sin embargo, enfrenta grandes obstáculos. Las relaciones entre Chile y Perú están cargadas por recuerdos de amargas disputas fronterizas del siglo XIX. MILA, la alianza entre los mercados bursátiles de Bogotá, Lima y Santiago, plantea una advertencia: los volúmenes de operación han sido lentos desde que se fundó hace un año.
Los miembros de la alianza, al menos, negociaron como hombres de negocio. Las primeras conversaciones, por ejemplo, se realizaron a través de teleconferencia, en vez de las aparatosas cumbres.
Aunque existe el riesgo de sobrevalorar sus alcances, las actitudes liberalizadores del pacto contrastan con el proteccionismo y lentitud económicas de Brasil y Argentina. Debieran tomar nota. Otros lo están haciendo.