Por Jude Webber en Buenos Aires
Dos años después de la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner, otro “señor K” domina ahora el gobierno.
Axel Kicillof es sólo viceministro, pero ha ocupado de forma inteligente el lugar del fallecido mandatario como jefe de la economía y jefe ideológico de la agenda “nacional y popular” del gobierno.
Aunque ha mantenido un bajo perfil en los últimos días –algunos sugieren que Cristina Fernández, la viuda de Kirchner y su sucesora, lo cree en parte responsable de una fórmula de pago que desató una lamentable protesta de las fuerzas de seguridad– sus responsabilidades siguen aumentando.
La semana pasada quedó a cargo de la selección de los proyectos de infraestructura en que las aseguradoras deberán invertir US$ 1.500 millones por disposición oficial. La nueva tarea incrementa una carga laboral que incluye la regulación de inversiones energéticas y la participación en la junta directiva de la nacionalizada petrolera YPF.
“Sigue siendo una figura estelar, el buque insignia de todo lo que sucede en la economía”, afirma el analista político Carlos Germano.
Para algunos, el carismático funcionario de 41 años ha acumulado rápidamente una concentración insana de poder que profundiza la imagen de una Argentina hostil con las inversiones, una década después de su default por US$ 100.000 millones
Juan José Aranguren, jefe en Argentina de la petrolera anglo-holandesa Royal Dutch Shell, criticó duramente el doble rol de Kicillof como jefe de la comisión supervisora de las firmas energéticas y director de YPF.
“Hemos tenido que entregar información sobre toda nuestra producción al director de una firma rival”, lamentó. “Es un flagrante conflicto de interés”.
De hecho, desde Kirchner nadie concentra tanto poder sobre la economía. A pesar de ser sucedido por su esposa en 2007, el ex presidente, que lideró a su país de la ruina al crecimiento a tasas chinas, en efecto aún era el ministro de Economía hasta su repentina muerte por un ataque cardíaco, el 27 de octubre de 2010.
Cercanos a la Casa Rosada señalan que dos años después, el vacío dejado por Kirchner en el gobierno aún se siente, y que Kicillof, que pertenece al movimiento La Cámpora fundado por el hijo de Kirchner, lo ha llenado sólo parcialmente.
Sus dotes como orador en defensa de la reindustrialización argentina lo convierten en más que en un zalamero que apoya el controvertido modelo económico de Fernández, que ha traído control de cambio e importaciones y estanflación tras un crecimiento promedio de 8% entre 2003 y 2011.
Sin embargo, alarmó a los inversionistas al decir que los controles a las importaciones se debían “al riesgo de que los dólares se acaben”.
Y aunque agregó que las divisas son necesarias para la exploración energética y no “para que los más ricos compren bienes de lujo”, los medios opositores se han regodeado con la declaración jurada de sus ingresos, con ahorros en dólares y una propiedad en Uruguay.
Otros brillantes jóvenes economistas de los cuales se esperaban grandes cosas se han desinflado. Estos incluyen a Martín Lousteau, el ministro de Economía que quería enfrentar las dudosas cifras oficiales de inflación pero salió del gobierno tras apenas cinco meses, y el vicepresidente Amado Boudou, cuyo sueño de suceder a Fernández en 2015 se frustró por un escándalo de corrupción.
Eso podría ser una saludable lección para el ambicioso Kicillof. Como dice un observador que visita regularmente a la presidenta: “Los Kirchner son duros con sus enemigos, pero también con sus amigos”.