No, no me arrepiento de nada. Ese debería ser el lema de George Osborne. El ministro de Hacienda no puede admitir que su estrategia tiene la culpa de la ausencia de cualquier cosa que parezca una recuperación. También insiste que “está tomando tiempo, pero la economía británica se está recuperando”. Si la discapacidad es salud, el ministro puede sostener su argumento. De otro modo no.
La estrategia es transparente: definir el fracaso como éxito y, si eso no funciona, culpar a la herencia y al ambiente externo. Políticamente esto resulta. Económicamente no es convincente.
El legado es lo que había cuando el gobierno asumió. Si las cosas han resultado peor de lo esperado, es en parte porque el gobierno fracasó en entender su herencia. De nuevo, el argumento de que eventos que escapan del control del gobierno son los responsables de los resultados decepcionantes es engañoso.
Esto no es sólo porque a la economía británica le ha ido mal en comparación con sus pares, sino también porque el gobierno decidió no usar los instrumentos de política disponibles. La economía británica está sufriendo el período más largo por debajo del peak pre recesión en un siglo. Dado esto, el desempeño del empleo no ha sido bueno. Eso, sin embargo, es el reflejo del colapso en el crecimiento de la productividad. Si estas son señales del deseado retorno a la salud ¿cómo luciría una enfermedad crónica?
Un descenso en el crecimiento ha seguido al otro. También hemos visto grandes caídas en los planes de endeudamiento, en comparación con lo que el ministro esperaba inicialmente. De este modo, en el presupuesto de emergencia de 2010, el pronóstico para el endeudamiento neto acumulado del sector público entre 2011-2012 y 2015-2016 fue de 322 mil millones de libras
(US$ 517 mil millones).
En su pronóstico más reciente, esto subió a 539 mil millones de libras, un alza de 217 mil millones de libras, si se excluyen varios factores especiales: el tratamiento de la pensión de la compañía de correos, las deuda de Bradford & Bingley y Northern Rock, y las transferencias desde la Facilidad de Compra de Activos.
El gobierno no es responsable por los pronósticos económicos errados. La responsabilidad se ha transferido a la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, que nota que “el error se divide en partes iguales entre: el consumo privado más débil (reflejando la incertidumbre de la demanda y las condiciones de crédito); y un comercio neto más débil (concentrado en el primer semestre de 2012)”. Pero la pregunta no es a qué culpar por la debilidad de la economía en un período dado, sino si el gobierno puede y debería hacer más al respecto y, si es así, qué exactamente.
La convicción del gobierno es que la tarea de la política fiscal es equilibrar el déficit corriente estructural y poner bajo control la deuda neta. Pero la estabilización de la economía es la responsabilidad del banco central. Desafortunadamente, con la industria bancaria dañada y las tasas de interés cercanas a cero, esta tarea no ha funcionado bien.
Con un mayor ajuste fiscal también en curso –un ajuste estructural del presupuesto actual en 4,7% del Producto Interno Bruto entre 2011-2012 y 2016-2017, y una reducción en el endeudamiento neto del sector público en 5,3% del PIB en el mismo período- la economía enfrentará fuertes vientos en contra. Es probable que el crecimiento se mantenga flojo por un largo tiempo.
¿Qué se hará? Casi nada, más allá de posponer las metas fiscales hacia el próximo parlamento. Lo que debería hacerse es otro asunto. El gobierno puede y debería reconsiderar las políticas fiscales, monetarias, financieras y estructurales, para acelerar la recuperación.
Primero, el gobierno podría considerar una expansión fiscal temporal creíble. Los instrumentos de política obvios para esto son una inversión pública más alta y recortes de impuestos, particularmente recortes que sean probables de ser usados de inmediato. Sí, esto significa más endeudamiento. Pero el gobierno puede argumentar razonablemente que con una economía así de débil, pero con un pronóstico de endeudamiento neto ajustado cíclicamente de sólo 3% este año, tiene espacio para retrasar el ajuste. Esto provocará gritos de que la credibilidad será totalmente destruida.
Por el contrario, con las tasas de interés de largo plazo más bajas en la historia del Reino Unido, es la debilidad de la economía la que es demasiado creíble. El argumento para las alzas temporales en el endeudamiento es muy sólido. Más aún, la promesa de mayores ajustes en el próximo Parlamento es escasamente creíble, ya que un Parlamento no puede atar a su sucesor. Pero lo que el gobierno puede hacer es dejar una economía sólida. Nada podría hacer más por otorgar credibilidad a la consolidación.
Segundo, el arribo de un nuevo gobernador al Banco de Inglaterra es el momento ideal para considerar un cambio en el marco monetario. Las posibilidades serían apuntar hacia el PIB nominal, con un aumento de, digamos, 5% anual por los próximos cinco años; apuntar a la inflación doméstica, quizás con una meta de 4% para las ganancias nominales; o incluso un techo de tipo de cambio frente al euro, como hacen los suizos.
Tercero, la industria bancaria está mucho más restringida de lo que la mayoría de las personas pensaba inicialmente. Es esencial encontrar formas de reconocer las pérdidas y recapitalizar bancos, sin reducir aún más los balances. De nuevo, el gobierno puede pedir prestado el dinero para esos propósitos.
Finalmente, el gobierno necesita enfrentar los obstáculos estructurales al crecimiento. Las políticas que promueven tanto la demanda como la oferta serían ideales.
La economía está mucho más débil de lo esperado, mientras que las finanzas públicas se están recuperando. Esto entrega mayor espacio de maniobra para los intentos del gobierno de acelerar la recuperación. ¿Qué debería hacer? La respuesta es: más de lo que está haciendo. Es fácil entender el argumento político para insistir en que no hay alternativas. Pero sí hay. Deberían adoptarlas.