El mundo ha recorrido la mitad de su década perdida. Cinco años después de que la crisis subprime provocara un congelamiento del mercado de dinero, Inglaterra está de regreso a la recesión, Europa parece destinada a unirse a ella pronto y el crecimiento de EEUU es escuálido.
Los corredores han respondido pasando frenéticamente de la esperanza por el futuro al temor por la realidad actual. En el proceso han creado un ambiente de tomar-abandonar riesgo donde todo, desde las acciones hasta los bonos, pasando por las monedas y los commodities, se mueve junto, haciendo aún más difícil ganar dinero.
Los inversionistas han aprendido una dura lección: la búsqueda desenfrenada de seguridad en los refugios de bonos soberanos y acciones defensivas, o cacería de rendimientos, en referencia a dividendos y bonos corporativos.
Las autoridades mundiales están reconociendo la realidad lentamente. El Banco de Inglaterra (BoE, por su sigla en inglés) redujo sus proyecciones para el crecimiento de Reino Unido con dos años de anticipación. Ahora pronostica una expansión de 2,1%, frente al 3,4% que preveía hace tan sólo seis meses.
Es fácil reírse de los pronósticos económicos. Si se examinan las anteriores proyecciones se podría pensar que los economistas, tal como dijo un ex funcionario del BoE la semana pasada, no entienden nada.
Pero los pronósticos importan a los inversionistas porque están implícitos en cualquier decisión de compra o venta. La estrategia de invertir en acciones baratas da buen resultado durante un auge, cuando el alza de la economía hace que las compañías débiles se vean saludables. Las grandes compañías aburridas que fabrican las cosas que todos usan se desempeñan mejor en una recesión. Al escoger una u otra los inversionistas están haciendo su propio pronóstico, lo sepan o no. La elección entre acciones y bonos, o entre oro y metales base, involucra aún más artes adivinatorias.
Los rendimientos de los bonos repuntaron en el último mes en EEUU, Japón, Alemania, Inglaterra y otros países seguros. Pero aún así se mantienen en niveles asombrosamente bajos, con rendimientos negativos en muchos bonos de corto plazo, cobrándoles en la práctica a los inversionistas por “estacionar” su dinero en un lugar seguro.
Eso se ajusta al patrón de pronósticos económicos. Desde 2007, las proyecciones de crecimiento de largo plazo –seis a diez años– han estado cayendo, según Consensus Economics. Los economistas están comenzando a aceptar que la Gran Recesión ha dañado permanentemente el crecimiento. Antes se pensaba que el crecimiento de tendencia de EEUU era poco menos de 3%, pero ahora se estima en 2,4%; en el caso de la eurozona la cifra se ha corregido de 2,2% a 1,6%; y para Reino Unido de 2,5% a 2,2%.
Los inversionistas están más pesimistas. Los rendimientos del bono de referencia a diez años del Tesoro de EEUU han caído 312 puntos base a 1,65% en cinco años, mucho más de lo que está justificado por las menores expectativas de crecimiento.
Quizás los inversionistas están ignorando los anticuados modelos de los economistas. Adaptar estos modelos para que tomen en cuenta la crisis de deuda es “un arte bastante oscuro”, dice Mark Cliffe de ING, “no una ciencia”.
Japón ofrece una útil guía sobre el tiempo que toma a los economistas despertar a la realidad. Recién en 1993, en medio de una recesión y dos años después de que la burbuja de Japón había estallado, el FMI proyectó que el crecimiento de largo plazo promediaría 4% anual. El consenso del sector privado es ahora de 0,9%, una depresión semi permanente.
Los inversionistas que piensan que Occidente sigue el mismo camino que Japón deberían estar comprando bonos, incluso al 1,65% que se ofrece en EEUU. Con los rendimientos del bono japonés a diez años a esos niveles en 1998, muchos gestores de hedge funds y corredores pensaron que no podrían caer más. Se equivocaron, y las apuestas contra los bonos japoneses fallaron tantas veces que fueron apodados los “fabricantes de viudas”. Los inversionistas que se mantuvieron han ganado 47% en los catorce años siguientes, y los rendimientos del bono japonés a diez años ahora son de sólo 0,8%.
Hay muchas diferencias entre EEUU ahora y el Japón de entonces. Japón tenía deflación, bancos zombies y una población que envejecía mucho más rápido. Pero también hay muchas semejanzas. Los sectores público y privado de Japón estaban sobre endeudados, tal como ocurre hoy en occidente.
Los políticos japones buscaron una salida fácil, aumentando la deuda del gobierno aún más. Los gobiernos de occidente ahora están siendo presionados para relajar los planes de austeridad, mientras que el mundo entero parece listo para una intervención monetaria más agresiva.
Es difícil ver cómo esto podría llevar a un crecimiento más firme, y está el persistente riesgo de una crisis de bonos al estilo español. Puesto así, la década perdida de Japón ya no parece tan mala.