Por Richard McGregor
Washington
Fue una tarde del día de Año Nuevo en el Capitolio cuando Eric Cantor se puso de pie para decirle a sus compañeros republicanos que no podía apoyar el compromiso acordado en el Senado para evitar el abismo fiscal.
Poco después, Cantor reconocería que se había sentido seguro, pensando que John Boehner, jefe de la Cámara de Representantes y la única persona con un rango mayor al suyo, también se oponía a la ley.
Si la Cámara hubiera mandado el proyecto de regreso al Senado, EEUU se hubiera hundido en el abismo fiscal, con su ajuste de gastos y aumento de impuestos, poniendo a la economía en riesgo de una nueva recesión.
Boehner, sin embargo, respaldó el acuerdo. La ley fue aprobada, a pesar de la división de los líderes republicanos.
Para Cantor ayudó a crear una percepción que lo ha perseguido: que su ambición puede ir por delante de su juicio, en detrimento de su relación con Boehner, y la unidad del partido. Y subraya que el favorito del Tea Party seguirá siendo clave en cómo los republicanos negocien la política fiscal con la Casa Blanca en 2013.
Nativo de Richmond, Virginia, y dueño de un suave acento sureño, el jefe de la mayoría en la Cámara ha ascendido rápidamente desde su elección al Congreso en 2000 en un distrito republicano seguro.
Primero como un joven activista del partido, luego como promotor inmobiliario y miembro de la asamblea estatal de Virginia, Cantor nunca fue sólo un republicano promedio. Sobresalía por una razón: es judío. Incluso ahora es el único judío republicano en el Congreso. En su campaña de primarias en 2000, rivales anónimos promovieron a su oponente como el único candidato “cristiano”.
Su abuela, que huyó de la persecución religiosa en Rusia, y que quedó viuda tras llegar a EEUU, crió a su padre mientras manejaba un pequeño negocio. Las lecciones son parte de su familia.
“Mi abuela lo crió a él y a mi tío, administrando un almacén, como una madre sola que resultaba ser judía”, dijo al Financial Times. “Eso enseñó mucho a mi padre”.
Pero mientras el partido se ha movido hacia la derecha en los últimos años, Cantor ha hecho más que sólo seguirlo. Con dos colegas -Paul Ryan, el jefe de presupuesto y vice de Mitt Romney, y Kevin McCarthy, el látigo de la mayoría en la Cámara-, ha ayudado a conducir el giro hacia la derecha.
Estos “jóvenes pistoleros”, como se autodenominan, son un fenómeno paradójico, una insurgencia que también está en el corazón del liderazgo legislativo republicano. Detrás de su impulso para cambiar las viejas formas en Washington está su decepción con el desempeño fiscal de George Bush y los republicanos (como ellos) en el Congreso de esos años.
“Tenemos lo que merecemos”, escribió Cantor tras la elección de 2008. Acusó a los republicanos “que aseguran creer en gobiernos pequeños” y gastan el dinero de los contribuyentes “como adolescentes con la tarjeta de crédito de sus padres”.
Si Ryan es el estudioso de las políticas y McCarthy, como látigo cuenta votos, entonces Cantor es el portador ideológico del trío, el protector de los verdaderos valores económicos conservadores. Es una razón por la cual muchos demócratas lo rechazan.
La posición de Cantor es reforzada por un feroz trabajo ético y atención a sus miembros. “Nunca he conocido a otra persona que trabaje tan duro”, dice Brad Dayspring, un ex asesor. “Cuando los colegas le mandan un correo electrónico, pueden esperar que responda en cinco minutos, sin importar dónde está”.
Casado con Diana Cantor, una exitosa abogada, Cantor dedica el resto de su energía a su familia y sus tres hijos.
La dupla Boehner-Cantor inicialmente fue un gran éxito: los republicanos lograron una aplastante victoria en los comicios de 2010 para recuperar la Cámara. “Estos dos hombres se unieron en un ambiente muy negativo (tras la victoria de Obama y los demócratas en 2008) y diseñaron una vía para volver”, explica John Murray, un ex asesor.
Sin embargo, las duras tácticas de los republicanos desde 2010 se han vuelto en su contra. Obama ha trabajado para definir a sus rivales como radicales y la opinión pública promedio está de su lado.
Las habilidades de campaña Obama oscurecen lo que, según republicanos como Cantor, frecuentemente se ignora: que es un presidente profundamente partidista, que no ha intentado romper el distanciamiento.
“Nunca lo ha hecho”, dice Cantor. “Me sorprende cuando veo una película como Lincoln, si cree la caricatura de Spielberg y la comparas con este presidente y su nula voluntad para comprometerse y desarrollar relaciones. Es impresionante”.
Al estilo Washington, Cantor se lleva bien con el mensajero de la Casa Blanca para el Congreso, el vicepresidente Joe Biden.
Ambos se han elogiado mutuamente desde que negociaron temas presupuestarios en 2011. “Esto es lo que nos separa de Europa, donde no parece haber consenso sobre qué hacer. Aquí sí”, dice.
La relación de Obama y el Congreso enfrentará otra prueba: el debate sobre el límite de la deuda federal. Obama dice que no negociará. Cantor insiste que llegará a la mesa con recortes de gasto.
“El presidente realmente necesita mostrar un compromiso con la disciplina fiscal. No parece estar dispuesto a hacer lo necesario, y salvar programas sociales”.
Aunque los ataques en su contra han cobrado su precio, Cantor aún es considerado como futuro líder legislativo o senador. Su ambición y convicción nunca han estado en duda, y sin haber cumplido los 50 aún tiene mucho tiempo.
En cuanto a su relación con Boehner, desmiente un quiebre. “Tenemos una relación abierta y estrecha”, dice. “Realmente no avanzamos sin deliberar y discutir”.