Cuando Donald Trump reciba a Benjamin Netanyahu en Washington hoy será la reunión más esperada entre los líderes de Estados Unidos e Israel en años, al menos para la extrema derecha israelí. Desde la toma de posesión de Trump, israelíes de derecha y partidarios republicanos de Israel han expresado esperanzas de que el mandatario estadounidense rompa con dos décadas de la política de una solución de dos estados para el conflicto palestino-israelí.
Trump les dio muchas razones para esperar eso. Arriesgó la ira del mundo musulmán al prometer mover la embajada de EEUU en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén, cuyo estatus está siendo disputado entre israelíes y palestinos. Nominó al abogado a favor de los asentamientos, David Friedman, como embajador en Israel. Atacó la resolución de la ONU aprobada en diciembre que condenaba los establecimientos.
Políticos de extrema derecha a favor de los asentamientos en los partidos Likud y Casa Judía, que poseen los más altos rangos de la coalición de Netanyahu, apuntaron sobre lo que ellos consideraban un histórico punto de inflexión para presionar el Knesset, un controversial proyecto sobre puestos de colonización en Cisjordania, este mes.
Sin embargo, la celebración de la extrema derecha de lo que ven como un nuevo e incondicional aliado de su causa en la Casa Blanca puede haber sido prematura.
Luego de que inicialmente se mantuvo en silencio sobre un reciente resurgimiento de la construcción israelí de asentamientos, la Casa Blanca lo criticó diciendo que “no era útil” para la causa de la paz.
Tras una entrevista la semana pasada con Israel Hayom, un periódico pro-Netanyahu fundado por el multimillonario de apoyo republicano Sheldon Adelson, Trump –quien ha prometido ser el presidente más a favor de Israel de la historia– sonó más a sus predecesores en la Casa Blanca. Dijo que mudar la embajada “no era una decisión fácil”. Indicó que buscaría una acuerdo de paz entre las partes y aseguró que los asentamientos “no ayudan al proceso”.
Algunos israelíes pensaban que Trump se vio influenciado por el rey de Jordania Abdullah, con quien se reunió en Washington este mes. Autoridades de su administración aclararon que buscarán un respaldo de los aliados árabes como Jordania –cuya ayuda Trump necesita también su prometida lucha contra el Estado Islámico– en los esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz más amplio en la región. Pero si Washington respalda el asentamiento judío sin trabas en Cisjordania, o persigue el reconocimiento efectivo de Jerusalén como capital de Israel, sólo incrementarán las tensiones en Medio Oriente.
“Las declaraciones que surgieron durante la semana pasada de la Casa Blanca y del propio Trump indican que no están aceptando abandonar el paradigma de los dos estados, o permitiendo que Israel reine libremente sobre la construcción de asentamientos”, dijo Neri Zilber, un colaborador adjunto en el Instituto de Washington para la Política del Oriente Próximo.
Netanyahu, quizá notando un cambio en los vientos, ha bajado el tono de su propio mensaje en los días recientes, incluyendo una filtración a los medios de comunicación israelíes de que defendería la solución de dos Estados cuando conociera a Trump.
Muchos israelíes creen que su primer ministro buscará el apoyo de la Casa Blanca para construir en los “bloques” de asentamiento existentes en Cisjordania que Israel quiere mantener en cualquier acuerdo de paz futuro.
No hay duda de que la reunión fortalecerá la relación bilateral y su resolución compartida de oponerse a Irán.