Por Michiyo Nakamoto
No hay nada como tener a alguien para culpar de manera de obtener apoyo, y Shinzo Abe, el primer ministro electo de Japón, parece apuntar al Banco de Japón (BoJ).
El líder del partido Liberal Democrático ha condenado lo que considera una excesiva cautela del banco central, un elemento clave de su campaña previa a su victoria electoral del domingo.
Ayer Abe no perdió tiempo para presionar al BoJ para flexibilizar aún más la política monetaria, y dijo que el banco debe tomar en cuenta el resultado de los comicios cuando se reúna mañana.
Cree que una mayor flexibilidad crearía expectativas de inflación y estimulará la actividad económica al impulsar a las empresas locales a invertir sus reservas en efectivo en vez de que ahorrar para un futuro incierto. El líder quiere que el BoJ fije una meta inflacionaria de 2% y para ello realice un alivio monetario “ilimitado”, algo a lo que se resiste la entidad.
El BoJ argumenta que si las empresas y hogares no gastan es por la incapacidad oficial de crear suficientes oportunidades de inversión.
El gobernador del BoJ, Masaaki Shirakawa, señaló el mes pasado que para combatir la deflación el gobierno debe desregular para hacer más atractiva la inversión.
Sin embargo, Abe cree que un alivio más agresivo también ayudará a debilitar el yen, cuya fortaleza afecta a exportadores como Sony y Toyota. Abe ha propuesto que el banco central se una al Ministerio de Finanzas e inversionistas privados para invertir en bonos extranjeros mediante un fondo público-privado.
Sin embargo, medidas tan poco convencionales probablemente no agraden al conservador BoJ y también serían controvertidas a nivel internacional.
“El peligro es que sean vistas como una intervención contraria a las normas”, señaló Masaaki Kanno, economista jefe de JPMorgan.
También se teme que la creación de dinero para comprar activos pueda ser una pérdida dañina de la disciplina fiscal.